El país del estrés: cómo la crisis crónica afecta la salud mental de los trabajadores

El agotamiento crónico, una epidemia silenciosa que afecta el cuerpo y la mente de miles de personas. La clave para que los líderes escuchen, detecten señales tempranas y tomen más decisiones humanas.
Por Natalia de Vita, en el alcance de Diario
Argentina no solo cruza las crisis económicas; Cruza cuerpos. Cada corte, cada ajuste, deja una marca, pero no solo en el bolsillo: también en la mente, en la calidad del descanso, en la energía para trabajar y en la forma en que se conduce. Hoy, más que nunca, nos enfrentamos a una epidemia silenciosa: el agotamiento crónico disfrazado de “moverse en cualquiera”.
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Muchos trabajadores no están simplemente cansados: están emocionalmente desgastados. Se levantan todas las mañanas con la sensación de que nada alcanza, que todo cambia de un día a otro, esa estabilidad es un lujo y que estar bien es casi una cuestión de suerte.
Esa incertidumbre no se queda en casa: se transfiere a las oficinas, al equipo, a las decisiones. Se manifiesta en microconductos: en tono, en apatía, en desconexión con lo que anteriormente motivó.
En un contexto de incertidumbre sostenida, crecientes demandas y tensión para los resultados, el estrés no solo es individual: es colectivo y está en el aire. Se coloca en los pasillos, en las conversaciones, en los silencios. Es un estado emocional generalizado que erosiona la motivación y bloquea la capacidad creativa y más peligrosa: se normaliza.
El “agotamiento silencioso” no siempre grita, a veces apenas se nota, no es la falta de trabajador, sino el que está presente pero desconectado. Cumple, pero ya no contribuye, los correos responden, pero no propone, llega pero no brilla.
Es el modo de supervivencia convertido en rutina. Y esa rutina se vuelve tóxica cuando no lo nombra, cuando el rendimiento se espera sin condiciones mínimas de bienestar.
Las empresas no pueden mirar hacia otro lado
El bienestar no es un beneficio opcional: es una condición operativa.
Cuando la salud mental cae, la productividad también. Pero más allá del impacto económico, está el humano: las personas que pierden el significado de lo que hacen, que se enferman, salen. Y nadie ilumina una empresa con la gente.
¿Qué pueden hacer las organizaciones?
Primero, ofrezca herramientas para desarrollar una mayor resiliencia, crear espacios emocionalmente seguros, donde las emociones no se consideran debilidad, sino como información valiosa. Entrene a los líderes para escuchar, detectar señales tempranas y tomar más decisiones humanas.
También es clave para ofrecer recursos reales: acompañamiento emocional, dinámica de la atención, conversaciones de retroalimentación que no se tratan solo de rendimiento, sino también de bien. Cuidar la salud mental del equipo no es solo una cuestión de empatía: es un compromiso inteligente con la sostenibilidad del negocio.
Como mentor y entrenador de líderes, veo todos los días cómo el clima cambia en una empresa cuando pone sobre la mesa lo que duele, cuando el permiso para detener, hablar, reajustar está habilitado. El humano no interfiere con los resultados: el poder. Liderar con la humanidad no es dejar de exigir, es saber cómo mantener mejor.
Una nueva narración para salir del piloto automático
Argentina no puede permitirse continuar perdiendo talento para el agotamiento. Necesitamos organizaciones donde estar bien no es la excepción, sino la base, donde trabajar no implica dejar la vida. Donde la gente siente que vale la pena ser y quedarse.
Debido a que el país de estrés necesita otra narración: una en la que la salud mental importa tanto como los resultados, porque sin personas completas, no hay país o proyecto que avance. Y ese avance, si queremos que sea real y sostenible, comienza mirando lo que muchos aún prefieren callarse.