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El Palacio de Moncloa recibió el jueves a Friedrich Merz con la cortesía de quienes esperan a un viejo amigo, aunque la cita predijo más trincheras que complicada.
La primera visita oficial del nuevo ministro de Relaciones Exteriores alemán en España ocurrió en un contexto internacional marcado por la crisis en Gaza, el debate sobre el reconocimiento de Palestina y el pulso por lenguas oficiales en Europa.
El día, más allá de las sonrisas del protocolo y el elogio mutuo al dinamismo comercial bilateral, dejó en claro que entre Pedro Sánchez y Merz hay más de una línea roja para cruzar.
El jefe del gobierno español, que tiene la intención de liderar la ofensiva diplomática europea a favor de Palestina, se topó con un muro alemán de precaución y pragmatismo.
Merz, fiel a la tradición alemana de medir los tiempos y evitar gestos unilaterales en el Medio Oriente, enfrió el entusiasmo de Sánchez y dejó en claro que el reconocimiento de un estado palestino debe ser el último paso de un proceso de paz y no una medida precipitada dictada por la presión internacional.
La conferencia de prensa conjunta, retrasada por largas conversaciones, mostró la melodía de la distancia económica y política en geoestratégica.
Gaza, herencia Palestina y Alemana
En plena escalada de la tensión diplomática entre España e Israel, con acusaciones de genocidio de Sánchez y la consiguiente retirada temporal del embajador israelí, la posición de Merz fue tan rotunda como se mató.
El canciller, que había estado entusiasmado con una sinagoga de Munich recordando el compromiso alemán con el “nunca más”, era inflexible con cualquier comparación ligera con el Holocausto. Aunque criticó la política de asentamiento de Netanyahu en Cisjordania, se negó a usar el término “genocidio” y enfatizó que, para Alemania, la seguridad de Israel es una prioridad inegotiable, un reflejo de su pasado y su responsabilidad histórica.
La diferencia de enfoque se reflejó en las palabras de Merz: “Compartimos las críticas a la situación en Gaza, pero no al concepto de genocidio”.
Además, enfatizó que Alemania no contempla reconocer al estado palestino a corto plazo, dejando en claro que este paso solo tendría sentido como culminación de una solución negociada de dos estados y nunca como un acto simbólico de presión política. Mientras tanto, España insiste en liderar el bloque europeo que exige sanciones y reconoce a Palestina como un estado, aunque la aritmética europea muestra que Berlín no es para el trabajo.
Por lo tanto, el reconocimiento de Palestina como estado permanece, por ahora, fuera de la hoja de ruta alemana y Sánchez, por lo tanto, pierde un aliado esencial para que la iniciativa sea acordada como una política europea común.
El catalán, la otra piedra en el zapato
En caso de que el tema de Palestina no fuera suficiente, el presidente español intentó comenzar un compromiso, o al menos una señal de apertura, sobre la inclusión de idiomas coficienciales, especialmente catalán, en las instituciones europeas. Pero aquí el ministro de Relaciones Exteriores fue aún más contundente: Alemania no apoyará al funcionario de Catalan en la UE, al menos a corto plazo, frustrando así uno de los supermercados políticos que Sánchez había prometido a sus socios de JUNS.
La jarra fría alemana no sorprendió a los analistas, pero evidenció la dificultad de convertir las promesas internas en realidades de la comunidad cuando dependen del consenso de los grandes Estados miembros. El golpe complica aún más la aritmética parlamentaria del líder de PSOE para aprobar los presupuestos.
Merz argumentó que abrir la puerta a idiomas más oficiales significaría una fragmentación innecesaria y compleja para la maquinaria europea, especialmente en un momento de desafíos globales como la guerra en Ucrania, la crisis energética y la creciente presión migratoria. El canciller no quería ingresar a las controversias, pero hizo claro que “la diversidad cultural de Europa es respetada sin multiplicar los idiomas de trabajo en Bruselas”.
Melodía económica, distancia política
A pesar de las discrepancias en los grandes temas internacionales, la reunión sirvió para reforzar los lazos comerciales y de inversión entre los dos países. España y Alemania suponen una relación bilateral sólida: más de 16 empresas alemanas generan alrededor de 280,000 empleos en suelo español y 12 millones de turistas alemanes eligen nuestras costas cada año para sus vacaciones. La cooperación en defensa, energía y transición ecológica sigue siendo un terreno fértil para los acuerdos, aunque la política exterior atrae menos escenarios armónicos.
En términos de defensa, Merz elogió el esfuerzo de España, aunque recordó que todos los socios de la OTAN deben aumentar sus gastos militares para enfrentar los nuevos desafíos del flanco sur y la guerra en Ucrania. Aquí hubo un consenso: ambos líderes defendieron la integridad territorial ucraniana y la necesidad de mantener la presión internacional sobre Rusia.









