El objetivo no declarado, pero evidente es censurar.
Cubrir todo.
Especialmente su corrupción rampante.
A mediados de agosto, cuando las noticias políticas generalmente languidecen bajo el sol, la nueva ley de secretos oficiales promovidos por Pedro Sánchez ha logrado agitar noticias nacionales y alertar a Bruselas.
Las regulaciones, que reemplaza la ley francoísta preconstitucional de 1968, han llegado a la Unión Europea después de ser denunciada por la asociación será escuchado por su potencial para limitar la transparencia y proteger al ejecutivo contra el escrutinio público.
El asunto no es menor: en un momento en que la confianza de los ciudadanos en las instituciones se tambalea, cualquier movimiento que refuerce la opacidad del poder despierta sospecha.
Aún más si se acompaña de medidas paralelas para restringir el trabajo de los periodistas críticos, como lo demuestran las recientes reformas de las regulaciones del Congreso.
Claves de la nueva ley: plazos, categorías y armadura del gobierno
La propuesta legislativa del gobierno presenta un sistema de cuatro categorías para clasificar la información: confidencial, restringida, secreto y alto secreto. Cada uno tiene términos específicos para su desclasificación:
Confidencial y restringido: hasta 9 años. Secreto: 35 años, extensible 10 años más. Alto secreto: hasta 60 años, que es un aumento con respecto al borrador inicial.
Esta arquitectura permite que los documentos especialmente sensibles permanezcan ocultos durante décadas. La desclasificación se aplicará retroactivamente: los documentos anteriores a la ley pueden hacerse públicos una vez que los plazos hayan transcurrido desde su fecha original, excepto aquellos relacionados con violaciones graves de los derechos humanos o crímenes contra la humanidad.
El control sobre lo que se clasifica y por cuánto tiempo cae exclusivamente al ejecutivo. En otras palabras: el gobierno decide lo que se sabe y cuándo, lo que refuerza su capacidad para manejar los tiempos políticos y de los medios de comunicación.
Multas y limitaciones: la nueva cara del secreto
El texto incluye multas significativas para aquellos que difunden o revelan información clasificada sin autorización. Las sanciones económicas pueden variar según el nivel de clasificación violada y se suman a las sanciones penales existentes. De esta manera, el gobierno no solo refuerza la armadura legal sobre los secretos oficiales, sino que también presenta un elemento disuasorio para los periodistas e informantes incómodos.
No se han tomado las críticas para llegar de los sectores políticos y sociales que ven en esta regla un intento de reducir la libertad de expresión bajo el pretexto de actualizar una ley obsoleta. El hecho de que la queja haya llegado a Europa anticipa una batalla institucional que podría haber viajado más allá de nuestras fronteras.
Sánchez y el PSOE: Vocación de censura o modernización necesaria
La defensa del gobierno gira en dos ideas de la fuerza: adaptar España a los estándares europeos y superar una norma francoísta. Sin embargo, los detractores advierten sobre el peligro real de convertir esta actualización en un instrumento al servicio de la censura política.
No es accidente que este impulso normativo coincida con otras iniciativas destinadas a limitar el trabajo periodístico crítico en el Congreso. La reciente reforma de la regulación parlamentaria, respaldada por PSOE y sus socios habituales, permite sancionar a los periodistas acreditados por presuntamente obstaculizar el funcionamiento parlamentario. Las infracciones pueden implicar desde suspensiones temporales hasta el retiro definitivo de las credenciales.
Los servicios legales del Congreso ya advirtieron sobre los riesgos que esto conlleva el derecho fundamental a recibir información veraz. A pesar de las garantías introducidas (plantas claras para las sanciones, la delimitación precisa del recinto parlamentario, la percepción entre una buena parte de los medios y el sector político persiste de que estas reformas buscan castigar la discrepancia e intimidar a aquellos que no se alinean con el discurso oficial.
Congreso como laboratorio de censura
La reforma ha sido calificada por los miembros de la oposición sobresalientes como un “laboratorio de cancelación, censura y persecución política”. El argumento es simple: ya hay suficientes mecanismos para mantener el orden en el hemiciclo sin crear regímenes de sanción específicos contra los periodistas. La novedad aquí es la voluntad política explícita de “disciplinaria” a los medios incómodos bajo acusaciones como “bulos”, “mentiras” o “seudoperiodismo”.
Desde filas socialistas se insiste en que todo responde a una demanda legítima de profesionalización dentro del espacio parlamentario y que no hay estado de ánimo. Sin embargo, las voces críticas consideran este discurso increíble cuando coincide con un contexto generalizado de restricciones en el acceso informativo.
Bruselas examina el caso español
La queja contra Europa agrega una dimensión internacional al conflicto interno. La Comisión Europea debe evaluar si los nuevos límites impuestos a la desclasificación y el ejercicio periodístico violan los derechos fundamentales recaudados en los tratados europeos. No es la primera fricción reciente entre España y Bruselas debido a problemas relacionados con la transparencia e independencia institucional.
Mientras tanto, los grupos periodísticos alertan sobre el efecto disuasorio que este clima normativo puede tener en las investigaciones delicadas (corrupción política, abuso policial o irregularidades administrativas) protegidos tradicionalmente bajo algún tipo de secreto oficial.