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Al igual que Ábalos, el Putero no redimido que proclama ser feminista porque era socialista, pero en la versión femenina.
El verano político ha explotado en la sede del PSOE.
No por la cánula, sino por un caso que erosiona la credibilidad de aquellos que tienen el feminismo institucional campeón en España.
Adriana Lastra y Carmen Calvo, referentes históricos del ala más combativa en asuntos de igualdad dentro del socialismo, ahora están bajo los focos no por sus discursos, sino por su silencio ante las acusaciones de acoso sexual protagonizada por Paco Salazar, colaborador estrecho de Pedro Sánchez y figura clave en la maquinaria orgánica de la Partido.
Según la información publicada recientemente, ambos líderes tenían conocimiento desde 2019 de los comportamientos inapropiados y repetidos de Salazar hacia los socios del partido.
Sin embargo, no solo no activaron los protocolos internos, sino que, según fuentes internas citadas, eligieron mirar hacia otro lado hasta que la presión de las bases y la filtración a los medios hicieron que la cobertura fuera insostenible.
En pequeñas palabras diplomáticas pero reveladoras: “Salazar arrojó la basura a todos, era un consumidor de prostitución y todo”, dice una fuente interna recopilada en las historias publicadas en estos días.
Una reacción tardía y un silencio atronador
El desencadenante ha sido la inminente designación de Salazar como la Secretaría de la Organización PSOE, que causó la rebelión de varios trabajadores del partido. Hasta entonces, las voces críticas apenas se escuchaban del círculo más íntimo, mientras que aquellos responsables, como Lastra y Calvo, mantuvieron la compostura pública e incluso evitaban cualquier referencia al asunto.
En el reciente comité federal del PSOE, celebrado en Madrid, tanto Sánchez como Calvo han afirmado la fuerza: “No puede haber piedad en el PSOE contra quien amenaza la integridad de los cuerpos de las mujeres”, dijo el ex presidente del Consejo de Estado. Sin embargo, nadie ha explicado por qué estas quejas no circularon a través de los canales internos de la parte, como lo requiere el Código ético socialista y los protocolos aprobados después de otros escándalos similares. Es irónico que ahora sea, una vez que se transmite el caso en la prensa, cuando se les pide a los militantes que “usen los canales internos” para denunciar los comportamientos indebidos.
Feminismo institucional antes del espejo
El episodio de Salazar destaca un fenómeno recurrente en la política española: la distancia entre el discurso oficial y la práctica interna. El PSOE ha presumido durante años, no sin razón, de haber promovido las leyes pioneras contra la violencia machista y el favor de los derechos igualitarios. Sin embargo, cuando el problema surge dentro de sus propios rangos, el compromiso parece estar diluido entre los intereses orgánicos y las lealtades personales.
LASTRA, según las fuentes citadas, “ni siquiera podía verlo” pero nunca formalicé ninguna queja. Él “lo tenía borrador”, pero no activó ningún mecanismo interno o advertido públicamente sobre el peligro.
La imagen proyectada es devastadora para una parte que reclama abolicionista (el último comité federal anunció la expulsión automática para los militantes que consumen prostitución) y un pionero en códigos éticos y oficinas de cumplimiento regulatorio. La pregunta es obvia: ¿de qué sirve tanta norma si sus garantes no los aplican cuando afecta a uno de los suyos?
Consecuencias políticas e impacto en los medios
La renuncia forzada de Paco Salazar a sus responsabilidades institucionales, y a la posición orgánica futura, no ha aplacado incomodidad interna o externa. Varios barones territoriales han demostrado su perplejidad a lo que sucedió; Desde Andalucía hasta Galicia, el Runrún se multiplica sobre si Ferraz cubrió durante años un caso que podría haberse detenido mucho antes. Los adversarios políticos, y especialmente el partido popular, han encontrado una munición fácil para cuestionar la coherencia moral del socialismo de gobierno.
Paralelamente, numerosos colectivos feministas independientes han criticado fuertemente lo que sucedió. Recordan que Ni Lastra o Calvo son ajenos a las campañas públicas contra otras partes cuando han surgido quejas similares. La barra doble ya está meme carne en las redes sociales: “Mucho 8m, pero pequeños 365 días”, dijo uno de los mensajes más compartidos.
Protocolo reformado … después del escándalo
En respuesta al escándalo, el PSOE ha anunciado una reforma expresa tanto del protocolo interno contra el acoso sexual como del código ético: a partir de ahora, cualquier prostitución militante sorprendida que consute será expulsada automáticamente. Sánchez ha afirmado que “el feminismo en el PSOE no es una postura”, aunque para una buena parte de la militancia ese mensaje llega tarde.
La paradoja es amarga: aquellos que construyeron su capital político sobre la queja pública son ahora objeto de lo que estaban luchando. Un ejemplo más, dicen algunos analistas, sobre cómo la realidad termina superando la historia cuidadosamente elaborada.