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Sn malvado en su estado más puro.
Con poderosos cómplices y un embajador internacional llamado José Luis Zapatero.
La crisis venezolana regresa a la espera después de la liberación de 35 prisioneros políticos, incluidos 10 estadounidenses, en un intercambio que ha dejado un sabor amargo.
Mientras que algunos celebraron el lanzamiento, el régimen de Nicolás Maduro ejecutó una nueva ola de arrestos arbitrarios contra oponentes y activistas.
La dinámica perversa de la “puerta giratoria” de SO de la represión de Chavista parece más en vigor que nunca, reforzando un sistema de control social y político que desafía cualquier estado de derecho estancado.
La noticia de estas liberaciones, que incluye a varios ciudadanos extranjeros y figuras sobresalientes de la disidencia, ocurre en paralelo a la llegada a Venezuela de 251 migrantes deportados de El Salvador y Estados Unidos, algunos de ellos supuestos miembros de bandas como el tren Aragua.
Sin embargo, detrás de estos movimientos diplomáticos y judiciales esconde un patrón repetido: el régimen utiliza a los prisioneros como moneda y, después de cada gesto de apertura, intensifica el acoso a la oposición y la sociedad civil.
Un intercambio calculado y nuevos arrestos
El lanzamiento reciente no es un acto de clemencia, sino parte de una negociación internacional promovida por la presión de Washington y la mediación de actores como el presidente salvadoreño Nayib Bukele. El resultado: 10 estadounidenses y otros 25 prisioneros políticos venezolanos liberados, a cambio de la recepción de migrantes deportados y la promesa de suavizar las sanciones.
Pero mientras algunos recuperan la libertad, otros lo pierden. En las últimas horas, al menos 12 nuevos detenidos, incluidos los comandos de la oposición regional, han sido arrestados sin una orden judicial y en condiciones de desaparición forzada. Organizaciones como el Foro Criminal y los partidos como populares denunciarán que la represión permanece intacta: después de cada liberación, la maquinaria represiva del régimen reactivo para mantener el miedo y el control social.
La prisión del helicoide sigue siendo un epicentro de tortura y tratamiento inhumanos. Muchos liberados cuentan años de aislamiento, paliza y privación de atención médica. La transferencia arbitraria de prisioneros a prisiones como Yare III, sin previo aviso a familiares o abogados, se utiliza como herramienta adicional de castigo y presión política.
Informe de Bachelet y patrones de represión sistemáticos
El reciente informe de la Oficina de Derechos Humanos del Alto Comisionado de la ONU, heredero del Informe Bachelet que se llama SO, describe crudamente el panorama: asesinatos, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, tortura, persecución política y un colapso de los servicios públicos. La represión no es un exceso aislado, sino una política estatal diseñada para sofocar cualquier disidencia.
Según la ONU, solo entre mayo de 2024 y abril de 2025, más de 2.400 personas fueron arrestadas bajo puestos de terrorismo y conspiración. Las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia (DGCIM, SEBIN) operan con impunidad, y las condiciones en centros como el helicoides están calificados como inhumanos y responsables de las muertes evitables. El informe denuncia la reactivación de operaciones como el “Tun Tun”, el uso de leyes como la ley y criminalización de NGO y periodistas. El control del espacio cívico es absoluto, con bloqueos de medios digitales y amenazas para familiares de oponentes.
La complicidad de los actores externos: el caso Zapatero
El papel de los mediadores internacionales ha sido objeto de una fuerte controversia. El caso del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, acusado de sectores de oposición y partidos españoles de complicidad o, al menos, de silencio cómplice ante la represión de Chavista.
El partido popular ha instado a Zapatero a romper su “mutismo” y reconocer públicamente el “puchezo” electoral y la existencia de tortura y asesinatos en Venezuela. Su supuesta proximidad a Maduro y su participación en los procesos de diálogo se han interpretado como una estrategia para legitimar el régimen y diluir la presión internacional. Los voces críticos, como los Pons de Eurodiputa Esteban González, exigen la recuperación de sanciones económicas y personales, no solo contra los torturadores de Chavista sino también contra sus familiares que residen en España y supuestamente blanquean dinero de la corrupción.
El helicoide: símbolo de terror y tortura
El helicoide, sede de Sebin en Caracas, es el centro de detención político más grande de Venezuela. Según los testimonios de las organizaciones de liberación y derechos humanos, se practican la tortura sistemática: descargas eléctricas, asfixia, amenazas a los miembros de la familia y aislamiento prolongado. Las ONU informan y las ONG como un foro penal documentan docenas de muertes, desapariciones y secuelas físicas y psicológicas graves.
El control de estos centros por los servicios de inteligencia militar ha agravado la situación, generando un clima de terror y sumisión entre los detenidos y sus familias. Las quejas incluyen transferencias arbitrarias, incomunicación y extorsión, así como la negación de atención médica y visitas legales.
Asesinos y mafia de El Salvador: el factor criminal importado
La llegada de más de 250 migrantes venezolanos deportados de El Salvador y los Estados Unidos, algunos vinculados por las autoridades a bandas como el tren Aragua, agrega un elemento de preocupación a la ya compleja crisis de seguridad. Aunque el gobierno venezolano dice que solo siete de los deportados tienen antecedentes penales graves, la realidad es que muchos de los retornados han vivido meses en condiciones infrahumanas en el Megacárcel de Bukele, sufriendo tortura y vexaciones, antes de su repatriación.
Estados Unidos y El Salvador justifican estas deportaciones como parte de la lucha contra el crimen organizado y el control de la inmigración, pero para Venezuela representan un nuevo desafío en términos de seguridad y riesgo de expansión de las mafias transnacionales.
Perspectivas y riesgos futuros
La dinámica de la “puerta giratoria” permite que el régimen de Chavista obtenga concesiones internacionales, alivie la presión diplomática y mejore su imagen, mientras mantiene intactos los mecanismos de represión. Cada liberación de los prisioneros es seguida por nuevos arrestos, en un ciclo perverso que perpetúa la inseguridad legal y la vulnerabilidad de la oposición y la sociedad civil.
La presión internacional y los informes de organizaciones multilaterales muestran un deterioro imparable de los derechos humanos y el estado de derecho. Sin embargo, la falta de una respuesta coordinada y firme de actores como la Unión Europea, y la ambigüedad de figuras como Zapatero, refuerzan la impunidad del quavismo y obstaculizan una transición democrática real.
La economía venezolana permanece hundida en la inflación, la escasez y el colapso de los servicios públicos, agravando el éxodo y la desesperación de la población. La represión política se combina con el progreso del crimen organizado y la llegada de las mafias extranjeras, configurando un escenario de alta volatilidad y riesgo social.
En este contexto, la situación en Venezuela sigue siendo un desafío urgente para la comunidad internacional y un drama diario para millones de ciudadanos atrapados entre la represión estatal, la crisis económica y la inseguridad.