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El calor de agosto no ha traído tregua a la política nacional.
Con el tiempo instalado en el Congreso de Diputados y la tendencia de marcas de encuestas, Alberto Núñez Feijóo ha dado la Orden: el partido popular debe intensificar la presión sobre Pedro Sánchez y explotar al máximo el arrecife de la corrupción que, en opinión de lo popular, explica los fundamentos de la PSOE.
El eslogan en Génova es claro: “No se trata solo de ropa, sino de asfixia política”.
No es la primera vez que el líder gallego recurre a esta táctica, sino la más ambiciosa.
Feijóo ha bautizado la maniobra como la ‘tercera ofensiva’: un despliegue parlamentario y mediático que busca, en sus propias palabras, “terminar con el escape” de Sánchez, a quien acusa de liderar el “gobierno más caro, inútil y corrupto” de la democracia.
Esta estrategia se intensifica después de la reciente renuncia de Santos Cerdán y el implacable goteo de escándalos que afectan las figuras socialistas socialistas.
El arsenal parlamentario: 50 preguntas y una cámara hirviendo
En el epicentro de esta ofensiva hay una obra sin precedentes: el grupo popular ha registrado en la Cámara Baja, las 50 preguntas que Feijóo le pidió a Sánchez en la última plenario y que, según las populares, quedaron sin respuesta. Los problemas abordan desde contratos públicos hasta el papel de las antiguas posiciones altas del PSOE en los marcos de corrupción. Con este movimiento, el PP tiene la intención de obligar al presidente a retratarse a sí mismo por escrito y registrar sus silencios o evasivos.
El PP exige explicaciones sobre los casos de Cerdán y Ábalos, así como la supuesta “marca de agua de corrupción” que, según Feijóo, define al gobierno actual. La ofensiva incluye solicitudes de apariencia e comisiones de investigación, con especial atención al posible financiamiento irregular y contratación pública bajo sospecha.
Esta batería de preguntas y requisitos parlamentarios también busca usar la imagen del ejecutivo en plena caída de popularidad: según los últimos barómetros, el PSOE ha perdido tres escaños en la intención de votar en el último mes, mientras que el PP se consolida como la primera fuerza y Vox recoge el descontento residual.
Corrupción, Huawei y el largo eco de Zapatero y Pepiño Blanco
El contexto no podría ser más delicado para el socialismo español. A los casos que salpicaban figuras como José Luis Ábalos o Santos Cerdán, se agrega la sombra de marcos internacionales como el vinculado a Huawei. La investigación sobre el gigante tecnológico chino ha puesto una vez más la vulnerabilidad de las instituciones antes del cabildeo y la influencia extranjera, con ramificaciones que afectan a los ex ministros y asesores de gobiernos anteriores.
No menos relevante es la reaparición en la historia pública de nombres históricos como José Luis Rodríguez Zapatero y Pepiño Blanco. El primero, convertirse en un defensor habitual del actual ejecutivo, ha sido rescatado por la prensa y la oposición como un símbolo de una etapa en la que, según la popular, “la corrupción era estructural y transversal en el PSOE”. El segundo, Pepiño Blanco, enfrentó en sus investigaciones diarias y procesos judiciales que, aunque concluyeron sin condena, continúan alimentando la narrativa de una parte marcada por irregularidades.
La respuesta socialista: entre la defensa propia y el contraataque
Mientras tanto, se vive una doble estrategia en Ferraz. Por un lado, la defensa cerrada de la honorabilidad del partido y la insistencia de que no existe un financiamiento irregular comprobado, a pesar de la presión judicial y de los medios. Por otro lado, la contraofensiva: el PSOE ha indicado los casos de corrupción que afectan al PP, incluido el reciente escándalo que salpica al ex ministro Cristóbal Montoro y sus alrededores en el Ministerio de Finanzas. El discurso de los socialistas resulta sobre el argumento de que “la corrupción no tiene color político” y que “el PP lleva a la corrupción en el interior”, volviendo los focos sobre la gestión de Feijóo y su equipo económico.
En este cruce de acusaciones, la ironía del popular líder Carmen Fúnez, quien recordó que los dos anteriores secretarios del PSOE (Ábalos y Cerdán) son investigados para la corrupción y que “no hay dos sin tres”. La atmósfera en el Congreso de la saturación de cepillos: entre sesiones extraordinarias, conferencias de prensa y mensajes en las redes sociales, la política española parece vivir en un estado de shock permanente.
Claves, antecedentes y posibles etapas
La primera ofensiva de Feijóo contra la corrupción socialista comenzó después del estallido del caso de Ábalos, pero luego el PSOE manejó la ofensiva, el PP está comprometido con la presión sostenida y la visibilidad de la supuesta “inundación de corrupción” en el PSOE, que descarta la ruta del movimiento de la censura y la opción para el desgaste institucional y de los medios.
A corto plazo, el efecto principal ha sido un clima de extrema polarización y una disminución en la moraleja del banco socialista, que observa cómo la pérdida de apoyo se traduce en encuestas desfavorables y una creciente sensación de acoso político. Sin embargo, la historia reciente demuestra que la corrupción es un boomeran en la política española: el PP, a pesar de sus ataques, no puede sacudir por completo la sombra de casos como Gürtel, Kitchen o, ahora, Montoro.
Curiosidades y datos para la anécdota política
El registro de 50 preguntas en el Congreso marca un récord en la reciente oposición parlamentaria: nunca antes de transferirse un protagonista de una oposición, parecen detalles sobre la relación del gobierno con las compañías de tecnología extranjera y las reuniones celebradas con los vestíbulos durante los mandatos de Zapatero y Pepiño Blanco. El último barómetro Sigma dos refleja que uno de cada seis votantes socialistas de 2023 ha cambiado la opción o se declara indeciso después de la sucesión de escándalos de corrupción.
Por lo tanto, el mes de agosto en España está emergiendo menos como un tiempo de vacaciones y más como una batalla interminable de trincheras políticas, donde la corrupción, real o instrumentalizada, se ha convertido en el eje principal de la lucha por el poder.