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El PSOE y sus compinches aceleran su plan para silenciar a los periodistas no adictos al régimen de Sanchista

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Para censurar.

Y a toda prisa.

En los pasillos del Congreso de Diputados se respira un ambiente tenso y no es solo por la tensión política habitual.

Esta vez, el enfoque está en la prensa.

La aceleración de la reforma de la regulación parlamentaria, promovida por PSOE y sus socios, ha abierto un debate incendiario sobre la libertad de prensa, el activismo político y cómo el trabajo periodístico dentro de las instituciones debe estar protegido.

El desencadenante: las preguntas formuladas por Vito Quiles o Bertrand Ndongo, se convirtieron en un símbolo de lo que la bruja Pedrete vinculada al pesebre de Moncloa califica como “pseudoperiodismo” o “ultras agitadores” disfrazados de periodistas.

La propuesta legislativa tiene como objetivo dejar en claro que el Congreso es un territorio progresivo y será vetado a todos los que no le gustan o preguntan.

Dentro y fuera de la cámara.

¿Qué cambia con la reforma expresa?

Las nuevas regulaciones, que se espera que aprueben este mes en dos plenarios, introduce varios cambios clave:

El control más estricto de las acreditaciones: la tabla del Congreso puede establecer requisitos adicionales y revisar la renovación de las credenciales si detecta comportamientos inapropiados. Sistema sancioner: se incorpora un régimen de sanciones para periodistas acreditados que obstaculizan el trabajo institucional o el de otros medios. Las sanciones van desde la suspensión temporal hasta la retirada final del pase. Consejo Consultivo: Se crea un órgano con representantes parlamentarios y asociaciones profesionales para asesorar sobre posibles sanciones, aunque la decisión final sigue siendo política. Reglas claras: Expresar la prohibición del registro sin autorización y obligación de respetar las normas básicas de la cortesía parlamentaria.

Esta iniciativa responde a las afirmaciones históricas de los grupos profesionales, harto de compartir espacio con aquellos que consideran “hooligans disfrazados de reporteros”.

El objetivo es expulsar a Ndongo y Quiles

El caso de Vito Quiles y Bertrand Ndongo ilustra perfectamente por qué esta crisis ha explotado.

En una reciente aparición del socialista Patxi López, Quiles tomó el piso y otros medios se quejaron de que no podían preguntar, que tampoco lo habrían hecho. El incidente fue uno más en una lista creciente que incluye insultos, descalificaciones personales y boicot organizado a los portavoces parlamentarios. Idongo fue el protagonista semanas de un incidente con el periodista Antonio Maestre en las cercanías del Congreso, en el que trató de asaltarlo riterios. El episodio terminó con la intervención policial y cruzó las quejas, alimentando aún más el sentimiento del caos de los medios en la Cámara Baja. Los bares han sido indicados por grupos periodísticos.

¿Periodismo libre o espectáculo ideológico?

La reforma ha sido recibida con entusiasmo por asociaciones profesionales vinculadas a la Persebre Monclovita, pero también con las críticas de las acerbas de los sectores más relacionados con los periodistas expasores. Para algunos, es simplemente ordenar y proteger la profesión. Para otros, es una maniobra sucia silenciar las voces incómodas con pretexto legal.

El PSOE, junto con agregar, ERC, juntas, Bildu, PNV, BNG y Canary Coalition, defiende que “no se trata de limitar el periodismo”, sino de evitar que aquellos que usan la acreditación “estallaron el debate público e intoxicen la coexistencia democrática”.

Por otro lado, PP y VOX han presentado enmiendas para evitar cualquier regulación adicional sobre acreditaciones periodísticas, argumentando que ya existe una capacidad suficiente para garantizar el orden sin restringir los derechos fundamentales.

La regulación actual data nada menos que 1982; En plena transición, nadie podría proporcionar fenómenos como el “periodismo activista digital”. En los últimos seis meses, las intervenciones disruptivas vinculadas a estos pseudoperiodistas han duplicado los incidentes registrados en la última legislatura. Algunos diputados han venido a solicitar “Proprotocolos anti -Man”, inspirados en los estándares de la escuela escolar, para evitar la lucha o los confrontaciones entre los informantes durante las presiones durante las presiones. El Consejo Asesor que decide sobre las sanciones será formado por miembros políticos y representantes de la Facultad de Periodistas Profesionales: una mezcla sin precedentes hasta ahora.

¿Y ahora que? Una batalla para definir los límites

El siguiente paso será votar las enmiendas presentadas por PP y VOX el martes 8 de julio de 2025. Si, como se esperaba, estas propuestas alternativas fallan, el nuevo estándar estará operativo al comienzo del próximo período parlamentario.

La pregunta sigue siendo abierta: ¿dónde termina la libertad informativa y comienza la obligación institucional? ¿Quién decide cuándo un micrófono es una herramienta profesional o un arma de lanzamiento simple? La verdad es que nunca había habido tantos ojos sobre quién ingresa, y cómo se comporta, dentro del Parlamento español.

Lo único seguro es que este pulso entre la prensa tradicional, los periodistas disruptivos y el poder político solo ha comenzado. Y todo indica que marcará un antes y después en la relación entre los medios y las instituciones en España.

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