Por Qurat ul Ain Ali Khawaja
En el frágil tela política de Pakistán, las palabras son mucho más que solo palabras; Pueden construir o romper. El reciente intercambio entre el veterano periodista Suhail Warraich y DG ISPR subraya el delicado equilibrio entre la libre expresión y la responsabilidad institucional, un equilibrio que puede influir en el futuro de la nación. Suhail Warraich, un periodista principal de Pakistán, en su columna para Jang, planteó preguntas que tocaron el nervio más sensible de la política paquistaní la relación entre el establecimiento militar y el liderazgo civil. Para algunos, reflejó el sentimiento público; Para otros, una provocación deliberada en un momento en que la nación ya está caminando sobre una cuerda fragilidad. La rápida y categórica refutación de los militares no fue una mera negación; Era una señal de que no se permitirá a la especulación dictar la narrativa nacional.
Consistentemente, en una sociedad polarizada, donde la desconfianza ya es profunda, el establecimiento vio tales escritos no como comentarios inofensivos sino como chispas capaces de encender una mayor discordia. Sin embargo, este episodio no puede divorciarse de las tensiones más amplias de nuestro tiempo. Los militares, que se esfuerzan por salvaguardar su imagen institucional; Imran Khan y su movimiento, presionando contra el orden político mientras se cargan de presiones internas y externas; y el cansado público, fatigado por las dificultades económicas, el terrorismo e incertidumbre, pero aún anhelando claridad y responsabilidad, todos están encerrados en una tensión triangular.
Además, aquí, la pluma de un periodista conlleva un peso inmenso y un riesgo inmenso. El verdadero periodismo debe elevarse por encima de la provocación. Como señaló sabiamente Edmund Burke, “los aplausos no son la prueba de la verdad; ya no es ridiculizar la refutación del error”. La tarea de un periodista no es inflamar, sino iluminar; No para profundizar las fracturas, sino para construir puentes de comprensión. La estatura de Warraich le da peso a sus palabras, pero cuando los comentarios se vuelven especulaciones sobre las instituciones nacionales, corre el riesgo de ampliar una división ya frágil. Las palabras, después de todo, son semillas. Pueden crecer en jardines de paz o en malezas de discordia. En el Pakistán de hoy, cada línea escrita lleva
Consecuencias mucho más allá del papel y la tinta. Si el periodismo abandona la responsabilidad del atractivo de la provocación, se convierte en un arma de división en lugar de un instrumento de conciencia. Por el contrario, si las instituciones cumplen con cada opinión con rigidez defensiva, corren el riesgo de amplificar las sospechas en lugar de disiparlas. A veces, el silencio y la moderación hablan más que una refutación instantánea, y el compromiso constructivo puede fortalecer la credibilidad en lugar de disminuirla. Una prensa libre sin responsabilidad es tan peligrosa como una institución sin responsabilidad.
Por último, los ciudadanos también deben asumir su parte de la carga; La demanda de transparencia y justicia está justificada, pero debe perseguirse con madurez y disciplina, no de manera que debiliten el estado mismo. Howerver, Pakistán ya lidia con terrorismo, guerra híbrida, fragilidad económica y rivalidades regionales hostiles. En tal entorno, la desconfianza entre las instituciones, los líderes y el público es un lujo que la nación no puede permitirse. El camino hacia adelante radica en el diálogo constructivo, el periodismo responsable y las respuestas institucionales medidas. Como Allama Iqbal observó profundamente: “Las naciones nacen en los corazones de los poetas; prosperan y mueren en manos de los políticos”. Hoy, en la historia de Pakistán, los periodistas son los poetas, los soldados son los guardianes y los políticos son los navegadores. Su deber colectivo no es sembrar más discordia, sino dirigir el barco de la nación hacia la resiliencia, la reforma y la unidad.