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En la política española, sobrevivir ya es una victoria.
Eso parece pensar en el gobierno de Frankenstein, un área que se siente tan bien para la coalición dirigida por Pedro Sánchez, quien se felicita a sí mismo por haber completado otro curso parlamentario sin derrumbarse, a pesar de un grupo de crisis que haría que las bases de cualquier ejecutivo sean menos experimentados en el arte del funmbulismo político tembloroso.
La autocomplacence no es gratuita. El año 2025 ha sido un verdadero campo de minas para el gobierno: escándalos por presunta influencia vendiendo en el entorno presidencial, cada vez más claros aliados parlamentarios y una justicia que, lejos de calmarse, parece agudizar la espada de Damocles sobre la cabeza del gabinete. Y, sin embargo, allí continúan: “vivos”, como enfatizan desde Moncloa. Es cierto que no es pequeño.
Damocles espada judicial
Si algo se caracteriza este año, político es el papel central de la justicia como una amenaza latente. Los procedimientos e investigaciones que afectan el entorno presidencial, desde el caso de Koldo hasta las investigaciones de los contratos públicos y el papel de cifras como Santos Cerdán, se han convertido en un suspenso judicial cada semana. La situación se complica por la percepción pública: la idea de que el sistema ha dejado de auto -regulación y los controles institucionales ya no trabajan alimenta un clima de desconfianza inédita en la democracia reciente.
Pero no se trata solo de ruido de los medios. Los jueces y fiscales han protagonizado movilizaciones inéditas, plantando ante reformas legislativas que perciben como una interferencia directa del ejecutivo en la independencia judicial. Las huelgas recientes han dejado en claro que la incomodidad en las carreras judiciales y fiscales es profunda y transversal. La reforma del acceso al poder judicial ha encendido todas las alarmas, y la tensión entre el gobierno y los órganos judiciales ha alcanzado niveles que no se han visto durante décadas.
El gobierno intenta dar una imagen normal e incluso supone avances legislativos para acelerar los procedimientos, como la nueva ley de la eficiencia de la justicia pública, pero la verdad es que los jueces perciben estas medidas más como maniobras de control que como modernización real. La espada continúa y nadie sabe cuándo caerá … pero todos la tomarán.
Limitar la coalición: aliados incómodos y continuismo forzado
La estabilidad del gobierno depende hoy más que nunca del humor cambiante de los aliados parlamentarios (CERC, Bildu, Junts o Add, cuyos fidelidad se erosionan a medida que crecen los costos políticos del desgaste. La aritmética parlamentaria apenas contiene la atracción emocional de sus bases o demandas internas. Cuando estos partidos comienzan a ver la alianza con el PSOE más como una carga que como un activo electoral, el futuro del gobierno de Frankenstein será una cuestión de tácticas.
La proliferación de voces críticas dentro del bloque en sí no ayuda. Las demandas públicas de explicaciones sobre casos judiciales o las políticas más controvertidas están a la orden del día. El continuismo forzado deja al ejecutivo sin margen de grandes reformas o para cerrar heridas abiertas. Todo está respaldado por alfileres … o con esperanza (no siempre racional) que la alternativa sería aún peor.
“España va bien” (pero solo en discursos oficiales)
Mientras tanto, de Moncloa insiste en poner el enfoque en los logros: crecimiento económico mayor que el resto de Europa, la gestión efectiva de los fondos europeos y los avances sociales como la bandera principal. El éxito internacional está subrayado, como la reciente aprobación de la estrategia extranjera 2025-2028 y apela al espíritu transformador del último siglo demócrata.
Sin embargo, fuera del gobierno argumentario, los datos son menos amigables:
Solo 28 leyes aprobaron este curso en comparación con 89 del último gobierno de Aznar. España se queda atrás de la calidad institucional con respecto a otros socios europeos. Los principales escándalos políticos han hecho mella en la imagen exterior del país.
La historia oficial en sí se enfrenta a las percepciones ciudadanas: el miedo a los contratiempos democráticos y el harto de la judicialización permanente marcan una buena parte del debate público.
Reformas frustradas y promesas pendientes
La agenda legislativa ha sido detenida por luchas internas y presiones externas. Las grandes reformas prometidas, desde la vivienda hasta los impuestos, languidecen antes de la dificultad de agregar apoyo estable en el Congreso. Los intentos del gobierno de armarse frente a investigar comisiones o bloquear ciertas investigaciones refuerzan aún más esa sensación generalizada de parálisis institucional.
Ni siquiera las celebraciones simbólicas, como los 50 años desde la muerte de Franco o los aniversarios europeos, logran cubrir las grietas profundas que cruzan el ejecutivo. Está comprometido con una retórica progresiva, mientras que la incomodidad social crece en temas tan específicos, empleo precario o inseguridad ciudadana.
Curiosidades y datos llamativos
El término Frankenstein fue acuñado hace años para describir alianzas imposibles; Hoy parece más en vigor que nunca. Este año ha sido uno de los más prolíficos en apariciones parlamentarias extraordinarias desde 1978. En los círculos judiciales ya circulan grupos semanales sobre quién será el próximo cargo senior acusado o investigado. Los memes de la “Resiliencia” del gobierno ya exceden los chistes de inversores imposibles. fuegos artificiales (o con sesiones de maratón en la sede judicial).