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Un ícono de la transgresión en el cine español.
La noticia sacudió el mundo de la cultura: Eusebio Poncela, una de las caras más fascinantes y únicas del cine español, murió el miércoles 27 de agosto de 2025 en su casa en El Escorial, a los 79 años, después de un año de lucha contra el cáncer.
Su desaparición deja un vacío difícil para llenar el panorama audiovisual y teatral, donde su magnetismo y coraje interpretativo marcaban el tiempo.
Hoy, el eco de su voz y su mirada aún resuenan en la memoria de quienes lo vieron en el escenario o en la pantalla.
Poncela, hijo del vecindario de Vallecas y padre socialista y perdedor de la guerra, fue un artista indomable de la infancia.
Él mismo recordó con risas cómo fue expulsado de hasta ocho escuelas, una muestra temprana de ese espíritu no conformista que nunca lo abandonó.
Del amante de Antonio Banderas en la ley del deseo de “Fucking the Minds” de Martín (Hache): Eusebio Poncela, retratado en cinco películashttps://t.co/qhss659j0o#España, #Eusebioponcela, #Korivera, #TraviskElce, #Alertadluviasintensas, #Annakournikova…
– Rafael Grullon (@MedicionaSrd) 27 de agosto de 2025
La cara de la transgresión
Si hay un término que define el legado de Eusebio Poncela, es “transgresión”. Su nombre está innecesablemente vinculado a títulos fundamentales del cine de autor: Arrebato (1979), obra de culto de Iván Zulueta; Matador (1986) y, sobre todo, la Ley del Desire (1987), en la que compartió una historia de amor y obsesión con un joven Antonio Banderas bajo la dirección de Pedro Almodóvar.
Poncela fue pionero en la representación de la diversidad sexual en la pantalla española. En la Semana del Asesino (1972) ya interpretó a un personaje homosexual, y en la ley del deseo encarnó a Pablo Quintero, cineasta y amante atrapado en una pasión y un triángulo violento. Fue una de las primeras veces que la homosexualidad se mostró en el cine español con tanta naturalidad y crudeza, y su actuación se registró en la historia por su coraje y realismo.
La película, considerada una de las más personales y controvertidas de Almodóvar, fue un hito en la normalización de las relaciones homosexuales en el séptimo arte nacional. Poncela, con su mezcla de vulnerabilidad y fuerza, le dio a sus personajes una humanidad conmovedora y desafiante, convirtiéndose en una referencia para generaciones de actores y espectadores.
Una trayectoria marcada por inquietud
El recorrido profesional de Eusebio Poncela es tan extenso como variado. Entrenó en la Royal Higher School of Dramatic Art (Resad), donde pronto se destaca su talento y ferocidad. Debutó en el escenario con Mariana Pineda de Lorca y brilló en Marath-Sade con Adolfo Marsillach, antes de dar el salto al cine y la televisión.
Entre los años 60 y 70, participó en programas emblemáticos como el Estudio 1 de TVE y se especializó en roles de gran complejidad psicológica, a menudo marcada por la ambigüedad y el riesgo. Fue elegido por directores como Eloy de la Iglesia, Carlos Saura, Imanol Uribe, Gillo Pontecorvo o Adolfo Aristarain, demostrando su capacidad para moverse entre géneros y estilos.
En Argentina, ganó el afecto del público por su papel de Dante en Martín (Hache) (1997) y, más tarde, por Cabecita Rubia (1999), ampliando su huella más allá de las fronteras españolas. Para muchos, su presencia en la pantalla era sinónimo de intensidad, misterio y una rara autenticidad.
El respeto y el afecto de una industria
La muerte de Poncela ha elevado homenajes y muestras de admiración de compañeros, cineastas y espectadores. Para Pedro Almodóvar, él era “el actor capaz de convertir la duda y el deseo en el arte puro”. Antonio Banderas, su amante ficticio en la ley del deseo, lo definió como “un maestro de la interpretación, un hombre valiente que abrió puertas con su presencia única”.
La academia de cine y otras instituciones han recordado su contribución a la modernidad cultural española. Su carrera fue un reclamo constante de libertad, no solo sexual, sino también artística y personal, como lo declararon aquellos que compartieron escena o filmando con él. “Él fue el primero en atreverse, el que nunca miró hacia otro lado cuando fue honesto consigo mismo y con el público”, dice una veterana actriz con la que coincidió en el teatro.
Una vida dedicada al arte
El teatro siempre fue el refugio y el laboratorio de Poncela. Durante más de seis décadas, subió las mesas en más de cien obras y nunca dejó de buscar nuevos caminos expresivos. En los últimos años, todavía estaba activo, participando en series como Merlí: Sapere Aude y colaborando en proyectos audiovisuales y escénicos que desafiaron las convenciones.
Su magnetismo, esa mezcla de fragilidad y lágrima, lo convirtió en un ícono para aquellos que buscan en el arte un espacio de libertad y autenticidad. Con su muerte, una de las voces más singulares y necesarias de cine, teatro y televisión en España está apagado.
Hitos y datos clave de una trayectoria irrepetible
Fecha y lugar de nacimiento: 15 de septiembre de 1945, Vallecas, Madrid. Falleciente: 27 de agosto de 2025, en su casa en El Escorial, Madrid, debido a un cáncer diagnosticado hace un año. Formación: Escuela Superior Real de Arte Dramático (Resad), especialidad en interpretación. Primer artículo en el cine: The Murderer’s Week (1972), de Eloy de la Iglesia. Placas más reconocidas: Arrebato (1979), por Iván Zuluetamatador (1986) y The Law of Desire (1987), por Pedro Almodóvarapeción Ogro (1979), por Gillo PonteCorvomartín (Hache) (1997), por Adolfo Aristainel (1988), por CARLOS SAURAEL PASAEL (1991). Imanol Uriberemios y reconocimiento: aunque su carrera estuvo marcada por el reconocimiento de los críticos y el público, fue especialmente valorado por su contribución a la visibilidad de la diversidad y la modernidad en el cine y el teatro españoles. Recibió homenajes de instituciones como la Academia Internacional de Cine y Festivales. Familia: Hijo de un ex empleado socialista, su vida personal estuvo marcada por la discreción y el compromiso con la libertad individual.
Con la desaparición de Eusebio Poncela, el arte español pierde a uno de sus actores y visionarios más libres, un intérprete que nunca formó y eso, hasta el final, defendió la belleza de la diferencia. Su legado permanece vivo en cada escena, en cada palabra pronunciada con la verdad que solo él sabía cómo transmitir.