Nunca NISAR
El desperdicio no se trata solo de lo que tiramos; Se trata de lo que elegimos valorar como sociedad. Las pilas de botellas de plástico, el embalaje de alimentos y los contenedores desbordados en las calles de Islamabad no son simplemente una monstruosidad; Son un espejo que refleja nuestros hábitos, brechas de gobernanza y apatía colectiva hacia la sostenibilidad. Durante demasiado tiempo, Pakistán ha lidiado con un enfoque lineal para el desperdicio: producir, consumir y descartar, sin comprender completamente los costos ambientales, de salud y económicos de este ciclo. Sin embargo, a medida que Islamabad da pasos audaces para modernizar su sistema de recolección de residuos, introducir multas por basura y experimentar con modelos de múltiples bolas, nos encontramos en un punto de inflexión crucial. La pregunta es: ¿aprovecharemos esta oportunidad para repensar fundamentalmente cómo gestionamos el desperdicio, o nos conformaremos con cambios cosméticos que hacen poco para alterar el sistema en su núcleo? El reciente anuncio de la Autoridad de Desarrollo de Capital (CDA) para revisar el marco de recolección de residuos de la ciudad es sin duda un paso prometedor. Dividiendo el capital en zonas operativas, el lanzamiento de nuevos sistemas de contenedores para hogares y centros comerciales, y traer a los proveedores de servicios estándar internacionales financieramente robustos indican una seriedad que estaba muy atrasada. Igualmente importante es la decisión de introducir multas por basura, una medida de aplicación que, si se aplica de manera consistente, podría remodelar el comportamiento público de manera profunda. Pakistán a menudo ha luchado por traducir las políticas en práctica, pero el énfasis en la transparencia en el proceso de licitación, el monitoreo en tiempo real a través de una sala de control central y las instalaciones de recuperación de materiales muestran que Islamabad finalmente se acerca a los estándares globales. Sin embargo, el verdadero desafío radica no solo en las reformas institucionales sino también en el cambio de la cultura de la gestión de residuos. En la actualidad, Pakistán genera más de 48 millones de toneladas de residuos sólidos anualmente, y los desechos plásticos se encuentran entre las amenazas más apremiantes. Ciudades como Islamabad pueden parecer más ecológicas en comparación con Karachi o Lahore, pero el problema oculto radica en la falta de segregación, la infraestructura de reciclaje y la conciencia conductual entre los ciudadanos. Incluso los sistemas más sofisticados faltan si los residentes no están sensibilizados para usarlos correctamente. Aquí es donde el nuevo modelo de bin, si se combina con campañas educativas, podría provocar los inicios del cambio de comportamiento. Sin embargo, sin una conciencia e incentivos generalizados, corre el riesgo de convertirse en otro proyecto que se ve bien en el papel pero falla en la práctica. Los desechos plásticos, en particular, merecen atención urgente. A pesar de las prohibiciones de plásticos de un solo uso en ciertas provincias, la implementación ha sido inconsistente, y las alternativas siguen siendo demasiado costosas o inaccesibles para los ciudadanos comunes. Camine por los mercados de Islamabad, y las bolsas de plástico siguen siendo la opción predeterminada para la mayoría de los proveedores. Las brechas de políticas son evidentes aquí: no podemos simplemente prohibir los plásticos sin invertir simultáneamente en sustitutos biodegradables asequibles y alentar a las empresas a innovar en el embalaje. Si el gobierno quiere tener éxito, debe crear un entorno habilitador donde las alternativas al plástico no son un lujo sino la norma. Esto requiere la colaboración entre los responsables políticos, las empresas privadas e instituciones de investigación para desarrollar y ampliar las opciones sostenibles. Desde la perspectiva de un analista de políticas, uno de los aspectos más emocionantes de la nueva estrategia de desechos de Islamabad es la incorporación de las instalaciones de recuperación de materiales y la segregación de residuos verdes. Estos son los primeros pasos hacia la transición de una economía lineal a una circular. En lugar de ver los desechos como un producto final, necesitamos verlo como una corriente de recursos: plástico que se puede reciclar en materiales de construcción, desechos orgánicos que pueden convertirse en compost o bioenergía, y vidrio o metal que puede volver a ingresar las cadenas de suministro industrial. Países como Suecia y Japón han demostrado cómo las iniciativas y prácticas circulares de residuos a la energía pueden crear simultáneamente empleos, reducir la dependencia del vertedero y contribuir a la seguridad energética. Pakistán no debe rehuir aprender de estos modelos, adaptándolos a las realidades locales en lugar de copiarlas al por mayor. Las multas por la basura, aunque necesaria, también deben emparejarse con incentivos. Penalizar a los ciudadanos sin ofrecer soluciones puede crear resentimiento en lugar de reforma. Por ejemplo, los programas de reciclaje basados en recompensas donde los ciudadanos reciben descuentos en facturas de servicios públicos o créditos canjeables para devolver artículos reciclables han demostrado ser efectivos en las ciudades de Europa y Asia Oriental. Islamabad podría pilotar tales esquemas a través de aplicaciones digitales o centros comunitarios, aprovechando la creciente infraestructura digital de Pakistán para alentar la participación. Esto no solo reduciría la carga de los sistemas de recolección de residuos, sino que también fomentaría un sentido de propiedad entre los residentes. Otra dimensión clave que Pakistán no puede permitirse ignorar es el vínculo entre la gestión de residuos y la resiliencia climática. Las inundaciones, el smog y las islas de calor urbano se ven exacerbadas por las malas prácticas de eliminación de residuos. Los desagües ahogados con plástico contribuyen directamente a las inundaciones urbanas, mientras que la quema de desechos no controlada empeora la contaminación del aire y las crisis de salud pública. Si las reformas de Islamabad son significativas, deben integrarse dentro de una estrategia climática más amplia que reconoce los desechos no solo como un problema ambiental sino como un multiplicador de riesgo para los desastres. La integración de la gestión de residuos con los planes de reducción del riesgo de desastres, especialmente en zonas vulnerables de transición urbana-rural, es esencial para desarrollar la resiliencia. Igualmente importante es involucrar a los jóvenes en el proceso. Pakistán tiene una de las poblaciones más jóvenes del mundo, y su energía, innovación y sabor digital se pueden aprovechar para impulsar nuevos enfoques. Desde nuevas empresas que desarrollan empaques biodegradables hasta campañas de concientización dirigidas por la universidad y unidades de reciclaje del vecindario, los jóvenes pueden estar a la vanguardia de la transformación de la gestión de residuos en un movimiento con pueblo. En lugar de confiar únicamente en la aplicación de arriba hacia abajo, Islamabad debería capacitar a sus jóvenes para diseñar, implementar y monitorear soluciones basadas en la comunidad. Pero como consideramos soluciones, también debemos reconocer la economía política subyacente de los desechos. En Pakistán, los contratos de gestión de residuos a menudo se ven afectados por las ineficiencias, la corrupción y la falta de continuidad. Un sistema que depende en gran medida de las empresas subcontratadas corre el riesgo de colapsar si los mecanismos de responsabilidad son débiles. La transparencia en la adquisición es un buen punto de partida, pero debe coincidir con el desarrollo de capacidades institucionales a largo plazo. Fortalecer las instituciones municipales, garantizar la coordinación entre las agencias locales y federales y la creación de plataformas para la retroalimentación ciudadana puede ayudar a salvaguardar contra fallas sistémicas. En última instancia, la transformación del sistema de gestión de residuos de Islamabad no puede reducirse a contenedores, camiones o multas solo. Requiere una reinvención de nuestra relación con los residuos en sí. ¿Continuamos tratándolo como un subproducto inevitable para estar oculto en los vertederos, o lo aceptamos como una oportunidad para innovar, reciclar y regenerar? Pakistán se encuentra en la cúspide de esta elección, e Islamabad tiene el potencial de liderar con el ejemplo. El camino a seguir es claro: combine las reformas institucionales con la participación ciudadana, la aplicación de parejas con incentivos e invierta en alternativas sostenibles al tiempo que fomentan la innovación. El desperdicio, después de todo, no es solo un problema municipal; Es social. Al repensar los desechos como un recurso, alineando las políticas con la resiliencia climática y empoderar a los jóvenes como creadores de cambios, Islamabad puede ir más allá de las reformas cosméticas hacia una ciudad más limpia, más sostenible y preparada para el futuro. Si tenemos éxito, Islamabad podría convertirse en algo más que una ciudad capital que se esfuerza por la limpieza; Podría ser un modelo de cómo los países en desarrollo pueden transformar los desechos en oportunidades. Pero si fallamos, corremos el riesgo de ahogarnos, literalmente, en las montones de plástico y negligencia que nos rodean hoy. El escritor es analista de políticas e investigador con una maestría en políticas públicas del King’s College London.









