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No comenzaré con eso tan manido que “la alegría en la casa de los pobres”, porque todo esto sale el dinero para sus oídos.
Con pocas excepciones, entre las cuales se encuentran leguina, redondo o guerra, no hay un alto líder del PSOE, presente o pasado, que no es multimillonario.
Hace poco más de dos semanas estaban Sánchez y su pandilla de matones, reenfocionándose con el escándalo de Montoro y predicando incendiarios contra los políticos que aprovechan su posición para forzarse mutuamente y han explotado bajo el culo.
Eso no es poco, porque en el centro del desastre, como catalizador, aparece el inefable zapatero y acento, ese lobby que montó a Pepiño Blanco en 2019 y con el que ha amasado una fortuna.
El Pepiño omnipresente proviene de lejos. Nadie recuerda, pero en 2011, siendo ministro de promover la sombra de su negocio de Zapatero, fue acusado por el empresario Dorribo de haber trincado 400,000 euros en la mano ‘para acelerar los permisos’.
Pepiño, quien en ese momento también era secretario general adjunto de la PSOE, lo negó con vehemencia y logró abandonar Rositas, pero me dirán que estaba haciendo un ministro socialista completo, estacionado en un Gasolinera de Guitiriz, que se encuentra escondido con un tipo que, antes de entrar en el negocio farmacéutico, era un portero, propietario de un pub de un pub de un pub de un puber de un puero.
¿Qué hizo él? Le digo, aunque los jueces no lo vieron: tallar.
Lo mismo que hace con Huawei, al mando con su Commiliton Antonio Hernando, la veterana socialista Elena Valenciano y la popular Alfonso Alonso.
Porque ese es otro: aquí todos atrapan, independientemente de las acrónimos o las afiliaciones.
Y esa es una maldita lástima.
La administración pública española es el caos y la compañía de ensamblaje, que invierte o rompiendo la intrincada burocracia, donde se cruzan las regulaciones europeas, autónomas, municipales y generales, es un cíclops.
Sobre eso admite las asambleas como un acento, que para 50,000 euros de entrada y un porcentaje posterior sustancial se ofrecen a “acelerar los permisos” y facilitar el acceso a quienes envían, a los inversores chinos, venezolanos o rusos en servicio. Eso es parte del negocio.
El otro, más turbio, es lo que perciben o podrían percibir de una multinacional como Huawei, a la que Estados Unidos acusa de espiar los jerarquía comunistas de Beijing y contra los cuales la Unión Europea alerta.
Y todos toman algo y engordan sus cuentas corrientes.
¿O crees que Sánchez, el esposo de Begoña, da los contratos a los chinos de Huawei porque parece que es lo mejor para España?