Ahora, en 2025, exactamente 80 años después, esas campanas vuelven a sonar, marcando no solo un recuerdo solemne del pasado sino también un poderoso símbolo de paz, resistencia y curación. Su sonido honra a las víctimas, reflexiona sobre los horrores de la guerra nuclear y requiere un futuro libre de tal devastación.
El momento también destaca la importancia continua del recuerdo en Japón y en todo el mundo, lo que garantiza que las lecciones de Hiroshima y Nagasaki nunca se olviden.