En las últimas semanas, la comunidad internacional ha sido testigo de una escalada alarmante: los asesinatos dirigidos de Israel de comandantes, académicos y civiles iraníes de alto rango, seguidos de una amenaza pública del presidente de los Estados Unidos para lanzar una huelga militar contra las instalaciones nucleares de Irán.
Estos sitios son esenciales para tener en cuenta, ya que están sujetos a salvaguardas verificadas por la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) y están dedicados a fines pacíficos por las obligaciones de Irán bajo el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT).
Estos actos, y el silencio acompañante del liderazgo e inacción del OIEA por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no solo una erosión peligrosa del orden internacional basado en reglas, sino también la profundización de un doble estándar que debería preocupar a cada nación, particularmente a las del Sur Global.
Un informe que abrió la puerta a la violencia
El 12 de junio, la Junta de Gobernadores del AIEA adoptó una resolución políticamente cargada basada en un informe engañoso del director general Rafael Grossi que planteó preocupaciones ambiguas sobre el programa nuclear de Irán sin ofrecer pruebas concluyentes de violaciones. A pesar de esta falta de justificación, la resolución, imprimente impulsada por la troika europea más los Estados Unidos, fue aprobada rápidamente y bienvenida por Israel.
En 24 horas, Israel lanzó una huelga sobre la infraestructura nuclear iraní, citando el informe del OIEA y la resolución como parte de su justificación. En efecto, una institución establecida para garantizar que el desarrollo nuclear pacífico se haya manipulado para legitimar la agresión militar. Esto no es simplemente una deficiencia institucional, es una violación grave de los principios sobre los cuales se fundó el OIEA.
La huelga de Israel: una violación del derecho internacional
El ataque de Israel a las instalaciones nucleares salvaguardadas por el OIEA es una violación flagrante del derecho internacional y una violación directa del Artículo 2 (4) de la Carta de las Naciones Unidas, que prohíbe el uso o la amenaza de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.
Estas instalaciones no solo tienen una función pacífica, sino que también están sujetas a una inspección internacional continua. Apuntar a ellos socava no solo la soberanía iraní, sino que golpea el corazón del régimen de no proliferación. Establece un precedente por el cual las instalaciones salvaguardadas pueden tratarse como objetivos militares, erosionando décadas de confianza, diplomacia y verificación.
Amenazas de los Estados Unidos y la crisis de credibilidad institucional
Exacerbando aún más la crisis, el presidente de los Estados Unidos ha amenazado abiertamente en huelgas adicionales sobre la infraestructura nuclear de Irán. Estas amenazas no son solo provocativas, son ilegales según el derecho internacional. Sin embargo, el OIEA permanece en silencio, y el Consejo de Seguridad de la ONU no ha respondido.
Este patrón de aplicación selectiva rompe la credibilidad de ambas instituciones. Cuando los estados poderosos actúan con impunidad, mientras que otros están retenidos a estándares rígidos, el orden legal internacional se convierte en un sistema de desigualdad institucionalizada.
Las bases legales son claras
El TNP, en vigor desde 1970, se basa en tres pilares fundamentales: no proliferación, desarme y el derecho inalienable de todas las partes de desarrollar energía nuclear con fines pacíficos. Irán, un estado de armas no nuclear, sigue cumpliendo con el tratado y ha sometido su programa a la supervisión en curso del OIEA.
El OIEA, según lo establecido por el Artículo III de su estatuto, tiene el mandato de verificar el uso pacífico, no para facilitar la coerción o permitir la acción militar. No existe una base legal o moral para usar información salvaguardada para justificar amenazas o ataques.
Del mismo modo, el Artículo 2 (4) de la Carta de la ONU es inequívoca: se prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza. Cuando un estado de armas nucleares amenaza a un miembro NPT no nuclear que está bajo verificación, las apuestas no son meramente regionales, son sistémicas.
El silencio no es neutralidad, es complicidad
El Director General Grossi tiene una responsabilidad, no una opción diplomática, de defender la integridad del régimen de salvaguardas. Cuando las instalaciones son inspeccionadas y atacadas o amenazadas, la credibilidad del OIEA está directamente en juego. El silencio en este contexto no representa la neutralidad, equivale a complicidad. No puede pedir diálogo mientras ignoras el militarismo. Hacerlo socava el propósito de la agencia y la seguridad de cada estado que depende de ello.
El Consejo de Seguridad de la ONU debe cumplir con su mandato
El Consejo de Seguridad existe precisamente para responder a tales crisis. Una huelga militar sobre las instalaciones nucleares salvaguardadas corre el riesgo de encender la guerra regional y socavar el régimen global de no proliferación. La falta de ACT envía un mensaje peligroso a las naciones más pequeñas: que los compromisos legales no ofrecen protección contra los caprichos políticos y militares de grandes potencias. Este no es un orden mundial sostenible, se basa en la coerción en lugar de la ley.
Un momento de claridad moral
Esto no es únicamente una crisis para Irán, es una prueba definitoria para la comunidad global. ¿Mantendremos los principios de la igualdad soberana, la cooperación pacífica y la restricción legal? ¿O permitiremos que la diplomacia nuclear sea secuestrada por la fuerza y la intimidación?
Si este curso continúa, el NPT puede no sobrevivir. Y su colapso no será culpa de los estados más débiles, se debe a que los poderosos eligieron abandonarlo primero.
Llamo a la Junta de Gobernadores del OIEA que adopte una resolución condenando todas las amenazas y actos de violencia contra las instalaciones nucleares salvaguardadas, independientemente del autor. Llama al Consejo de Seguridad de la ONU que reafirmen que el derecho internacional se aplica a todas las naciones, no solo a los débiles.
E insto a los científicos, diplomáticos y ciudadanos en todas partes a levantar la voz. Porque en momentos como estos, el silencio se convierte en complicidad.
En un mundo frágil, no podemos permitir que la ley sea reemplazada por el poder o la diplomacia por el miedo.
Sobre el autor: Abbas Akhoundi es un ex ministro iraní y profesor de economía política con un enfoque en el derecho internacional y la gobernanza.









