Hacer la paz en las guerras culturales de AC Grayling

FILOSOFÍA
Discriminaciones: hacer la paz en las guerras culturales
AC Grayling
Un mundo, $ 32.99
El filósofo y comentarista social AC Grayling es, si nada más, implacablemente prolífico. Desde principios de la década de 1980 ha escrito (y en coautoría), decenas de libros, muchos de ellos tratando cuestiones de ética y moralidad en la vida pública.
Para ser justos, es algo asustadizo sobre el tema de la “moralidad”, y por una buena razón: como una palabra cargada, la “moralidad” transporta más equipaje cultural que cualquier aerolínea le permitiría que se encuentre en un casillero.
Pero cuando se trata de ética y la distinción entre lo que es inherentemente justo, a diferencia de ser considerado correcto o incorrecto por los árbitros morales autodenominado, es erudito, forense y convincente.
En discriminaciones, pesa lo que describe como “las guerras culturales”. Uno solo tiene que pensar en el secuestro, la refundición y la denigración sarcástica por el derecho político de la palabra “despertar” para ver a este inseguro Stoush desde el asiento del ring de Grayling. Tan exitoso ha sido el menosprecio de “Woke”, tanto como una palabra como una aspiración, que incluso aquellos de la izquierda, que ven una conciencia más amplia de desventajas y discriminación arraigadas como su razón de ser, ahora rara vez se escuchan o leen usándolo.
Quizás esto no sea sorprendente. A pesar de sus valiosos orígenes en los movimientos abolicionistas estadounidenses en el siglo XIX, y el renacimiento durante las primeras protestas de Black Lives Matter hace una década, Woke se ha convertido en una agenda torpe y atrapada con una olor a exclusividad de justicia propia al respecto.
Filósofo y autor AC Grayling.
En discriminaciones, Grayling disecciona la evolución de la guerra cultural (en la que la celebración/denigración de una visión del mundo despertada es solo una batalla entre muchos), y hace un caso sensato, aunque optimista, para una especie de armisticio. Las “guerras culturales”, “cancelar la cultura”, y la falta de responsabilidad que disfrutan los ciberbullies son, para grisear, todas las manifestaciones de un colapso de la noción de cortesía común.
El debate civilizado (un modo de discurso bastante raro en el mejor de los casos), en nuestra era electrónica, se ha degenerado en una cacofonía de caídas y silbidos de perros. Grayling lamenta que “en el primer tercio del siglo XXI, la aplicación de las protecciones de los derechos humanos en asuntos de raza, derechos reproductivos, sexualidad, sexo y género debería ser poco controvertido, pero no lo son”.