Todo comenzó hace más de tres años. El 6 de abril de 2022, una operación policial realizada en un departamento en el vecindario de Recoleta de Buenos Aires, abrió un caso judicial que hasta hoy continúa en su laberinto. Allí, ofrecido en plataformas digitales por 4 mil euros, fue el Sol y el feliz año de Perú, un trabajo publicado en 1735 por el franciscano Pedro Rodríguez Guillén para conmemorar la canonización de San Francisco Solano. La copia, una pieza clave de la herencia peruana, faltaba y su pista había surgido a través del monitoreo de Interpol.
El caso, procesado en el Tribunal Penal Económico Nacional No. 8, por Gustavo Meirovich, parecía limitado a verificar la autenticidad del libro y detener su venta. Pero lo que se encontró en la búsqueda excedió cualquier conjetura inicial: junto a ese volumen, cientos de manuscritos, cartas, archivos y documentos de los siglos XVII al XIX al XIX que pertenecen no solo a la historia argentina sino también a la de varios países latinoamericanos y europeos.
Un verdadero tesoro
Era un verdadero tesoro oculto. Había cartas vinculadas a la virreyaltad del Río de la Plata, escritos de San Martín y Rosas, piezas vinculadas al pacto y materiales federales de España, Portugal, México, Colombia y Uruguay, entre otros orígenes. En principio, lo que fue una investigación para un libro de gran valor histórico resultó en la apertura de una de las investigaciones más relevantes sobre el tráfico ilícito de bienes culturales de los últimos años.
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Investigación internacional. La magnitud del hallazgo forzó una intervención multinacional. El PFA, a través de su Departamento de Protección del Patrimonio Cultural, en coordinación con la Dirección General de Aduanas y bajo el paraguas Interpol, comenzó un proceso exhaustivo de catalogación, conservación y trazabilidad sobre todo el material encontrado.
Primero, las piezas fueron transferidas a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno y luego a un depósito especialmente condicionado en la Policía Federal, con condiciones controladas de temperatura y humedad. El riesgo de desintegración debido a la antigüedad de los documentos forzados al tratamiento especializado: las muestras, por ejemplo, no pueden ser manipuladas sin guantes ni protección.
El Comité Nacional para combatir el tráfico ilícito de activos culturales, creado en 2003 y compuesto por organizaciones de aduanas, interpol y culturales, dirigió la clasificación del material. La tarea exigía recopilar con bases de datos nacionales e internacionales, consultar expertos y establecer el origen de cada manuscrito. La gran mayoría era auténtica, lo que confirmó la dimensión del hallazgo.
Primer paso. El proceso avanzó hacia la restitución. En 2023, Perú fue el primer país en recibir oficialmente el libro que había motivado la investigación. Un tributo reservado en su embajada en Buenos Aires marcó el comienzo de la ruta de retorno.
El 4 de agosto, en el Palacio de Libertad, Argentina le dio a México, Perú, Paraguay y Portugal una parte de la colección: más de 200 documentos de los siglos XVII al siglo XIX, fueron devueltos a sus propietarios legítimos en un acto encabezado por las autoridades de las costumbres PFA, LA e interpol, con la presencia de representantes diplomáticos.
Sin embargo, lo que se exhibe en esa ceremonia, según fuentes judiciales, es solo “la punta del iceberg”. Menos del 10% del incautado fue devuelto. El resto permanece bajo custodia, esperando reclamos formales de otros países y la finalización de opiniones de expertos. Mientras tanto, los materiales argentinos fueron reembolsados al archivo general de la nación, para garantizar su preservación como parte de la colección documental estatal.
Un mercado clandestino claro. La causa destacó la existencia de un circuito paralelo de venta de documentos históricos de enorme valor cultural y simbólico. Los precios en los que se ofrecían algunas piezas (como el libro peruano a 4 mil euros) eran ridículos contra su invaluable carácter. Para los investigadores, esta disparidad de valores constituye una de las claves que permite identificar la dinámica del mercado ilícito: piezas únicas que circulan en el subsuelo como si fueran simples aumentos de anticuario.
Además de la investigación, el caso también confirma que Argentina, en los últimos años, se consolidó como uno de los países con la mayor capacidad para restitución de bienes culturales. Según los datos oficiales, en unos años el país restauró más piezas arqueológicas y documentales que muchas otras en más de una década, lo que coloca a nuestro país como referencia mundial en esta área.
La dimensión política y cultural. La Ley del 4 de agosto se celebró como un gesto diplomático, pero también como un hito en la cooperación internacional en la lucha contra el tráfico de bienes culturales. Para los funcionarios presentes, era un recordatorio de que el tráfico ilícito de bienes culturales no es un delito menor, sino una amenaza para la memoria colectiva.
La operación argentina fue seguida de atención por las instituciones europeas y estadounidenses, que generalmente monitorean este tipo de casos. La restitución simultánea a cuatro embajadas no es habitual en América Latina y refuerza la posición del país como actor clave en la defensa del patrimonio cultural. Una fuente que dirigió la investigación, consultada por este periódico, la sintetizó así: “Lo que está en juego no es solo propiedad de un libro o documento, sino la pertenencia de esos bienes a la humanidad”.
El boticario despedido
LN
La figura central de la investigación inicial fue un coleccionista de Buenos Aires que acumuló en su Departamento de Recoleta una impresionante colección de libros y manuscritos. Fue él quien ofreció el sol y el feliz año de Perú en Internet, lo que motivó la operación que descubrió el hallazgo.
Al principio lo investigó de contrabando, ya que las piezas podrían haber entrado en el país de manera irregular. La hipótesis fiscal señaló un posible delito económico, pero la Cámara de Apelaciones decidió que el caso no debería resolverse en la jurisdicción penal sino en el campo administrativo y cultural. Ese fallo resultó en su firme despido en asuntos penales.
La resolución fue cuestionada por algunos magistrados, que la consideraron prematuro. Sin embargo, la decisión judicial dejó la colección bajo custodia del estado y derivó su tratamiento al Ministerio de Organizaciones Interiores y Culturales. De esta manera, aunque el boticario se separó de las responsabilidades penales, la valiosa colección permanece bajo protección pública y no volverá a sus manos.