Desde mediados del siglo XVII, el Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, Japón y otros poderes tenían esferas de influencia en el Imperio Chino, en un contexto de expansión imperialista y carrera de armas.
Estos poderes aprovecharon la crisis interna de China, después de su derrota en la guerra contra Japón (1894-1895), para forzar tratados desiguales y obtener mayores beneficios y concesiones exclusivas para sus intereses económicos, comerciales y estratégicos.
Rusia y Japón disputaron a Corea, Manchuria y la península de Liaodong, territorios chinos de gran valor estratégico y económico.
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Rusia poseía Liaodong, donde existía la poderosa fuerza y la base naval de Port Arthur, que, junto con la importante base naval de Vladivostok, constituía serias amenazas rusas para Japón.
Japón estaba en un proceso de modernización institucional, económica, industrial y educativa, y tenía una estructura militar sólida y organizada. Rusia era un imperio gigantesco, militarmente fuerte, pero con estructuras políticas y sociales obsoletas, poco desarrollo económico, una modernización incipiente y conflictos sociales promovidos por ideas extremistas de la izquierda.
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La guerra rusa-japonesa comenzó el 8 de febrero de 1904. Después de batallas terrestres y navales muy duras, los japoneses impusieron un sitio tremendo y un bloqueo en Port Arthur. Para ayudar a esa posición, el gobierno ruso envió un escuadrón poderoso pero heterogéneo bajo el mando del prestigioso y valiente almirante Rozshestvensky (8 batallas, 12 cruceros, 9 destructores y 19 barcos auxiliares).
El equipo ruso navegó el 15 de octubre de 1904 desde el Mar Báltico, e hizo una navegación interminable y extenuante de siete meses al Mar Amarillo. En el cruce hubo problemas logísticos, incidentes diplomáticos y disturbios en los mariscos. La caída de Port Arthur (2 de enero de 1905) desvió el equipo a Vladivostok.
En mayo de 1905, el equipo ruso llegó al Mar Amarillo y fue a Vladivostok, a través del Estrecho de Corea. Aquí conoció al escuadrón japonés (4 acorazados, 12 cruceros y numerosos torpedos), bajo el mando del almirante Togo, el jefe experimentado formado en el Reino Unido y con gran capacidad de liderazgo y conducción.
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El 27 de mayo de 1905, se libró la batalla naval de Tsushima, que tomó su nombre de una isla del Estrecho de Corea. El equipo japonés impuso su superioridad por la calidad y velocidad de sus barcos, el poder de su artillería y la capacitación y la alta moral de su personal.
El almirante Togo combinó la velocidad de sus barcos y la capacidad de sus artilleros, a través de maniobras rápidas y precisas que permitieron excelentes posiciones y distancias para vencer a la fuerza naval rusa, cuyos barcos más poderosos fueron hundidos o capturados.
Durante la noche, los torpedos terminaron los restos del equipo ruso, cuya derrota se completó al día siguiente. Los rusos tuvieron 11,000 bajas entre muertos y prisioneros (entre estos últimos, el almirante Rozshestvensky) y los 600 japoneses muertos. El Tratado de Portsmouth (5 de septiembre de 1905) puso fin a la guerra y consagró la victoria japonesa.
En la batalla naval de Tsushima, dos acorazados argentinos construidos en Italia actuaban que, por los pactos de mayo entre Argentina y Chile (1902), no podían unirse a nuestra Armada, por lo que se vendieron a Japón, que los bautizaron con los nombres de “Nishin” y “Kasuga”.
El capitán argentino del barco Manuel Domecq García también estuvo presente en Tsushima, incorporado como observador en el equipo japonés en reconocimiento de su actuación durante la venta de nuestros barcos. Fue galardonado por el Emperador de Japón, recibió una medalla por su participación en la guerra rusa-japonesa y promovió los vínculos entre Argentina y Japón.
Tsushima fue una batalla naval decisiva y una trascendencia histórica.
Dos acorazados argentinos, para los PACT de mayo entre Argentina y Chile (1902), no pudieron unirse a nuestra Armada; Fueron vendidos a Japón, que los renombró Nishin y Kasuga “
Gracias a esa victoria, Japón ganó Corea, la península de Liaodong, Port Arthur y otros territorios, y se consolidó como un gran poder en Asia-Pacífico. Para Rusia fue una verdadera catástrofe, ya que causó su declive como un poder en el Lejano Oriente, y profundizó su crisis interna con disturbios navales y huelgas que causarán la Revolución Rusa (1917) y el surgimiento de la Unión Soviética.
La batalla naval de Tsushima muestra la influencia del control de los espacios oceánicos y marítimos y su importancia como factor de poder para las grandes potencias, que se proyecta al presente, en momentos de guerra comercial global. Por otro lado, los diversos aspectos alrededor de Tsushima advierten sobre la utilidad de la Armada Argentina como un instrumento diplomático para apoyar la política exterior.
A 120 años de Tsushima, la historia ofrece una clara advertencia: la supremacía en los océanos y los mares no solo decide las batallas, sino que define equilibrios y relaciones de poder y transforma el curso de las naciones. Comprender este episodio, en sus dimensiones políticas, militares y diplomáticas, también es comprender cómo se construye la influencia global.









