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Retiremos la agresión | Perfil

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En un discurso, Gabriel García Márquez recordó: “A los 12 años de edad estaba a punto de sentirme abrumado por una bicicleta. Un sacerdote que acaba de pasar me salvó con un grito:” Ten cuidado “. El ciclista cayó al suelo. Y el sacerdote me miró y dijo:” Viste cuál es el poder de la palabra “”.

La política argentina está pasando por un momento alarmante en su forma de comunicarse. Lo que se entendió anteriormente como una discusión ideológica o confrontación de proyectos, hoy se ha degradado en una muestra de insultos, información errónea y desprecio por el otro. El escenario político es cada vez más similar a una red social: se grita, se busca la viralización, el impacto se mide por los gustos y los retweets. La palabra ha dejado de ser un vehículo de ideas y comprensión para convertirse en un arma de destrucción.
Y eso, como todo en la política, se extiende a toda la sociedad.

Los Diputados Nacionales Lilia Lemoine y Juliana Santillán han sido recientes, y desafortunados ejemplos de esta lógica. En lugar de escuchar, comprender y responder con argumentos a un reclamo legítimo como el de los trabajadores del Hospital Garrahan, decidieron divertirse, minimizar y informar mal. Como si hablar con ironía fuera suficiente para cubrir la falta de empatía, responsabilidad o propuestas.

Estos no les gustan los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.

Garrahan no es un hospital. Es uno de los centros de salud pediátricos más importantes de América Latina. Hay vidas salvadas. Los profesionales que trabajan en sus habitaciones no buscan “prestarles sus sueños”, como dijo Lemoine con ligereza: luchan por condiciones de trabajo decentes para poder mantener la calidad de la atención a la infancia más vulnerable. Decir “rendirse y buscar otro trabajo” no es sinceridad: es crueldad.

El insulto de José Luis Espet contra Cristina y Florencia Kirchner que desató un escándalo en la UCA

Lo mismo ocurre con los dichos del Diputado José Luis Espet, quien en el marco de un Congreso de Comunicación Política en la UCA repitió, sin vergüenza o autocrítica, un insulto dirigido a Cristina Kirchner. No se trata de defender a las personas, los apellidos o las banderas: se trata de defender una forma de hablar en la democracia. Y eso incluye el respeto por el otro, incluso (y sobre todo) por quien piensa de manera diferente.

La propuesta no es solo cuidar los formularios. Es mucho más profundo. “Las palabras tienen su propia vida. Una vez que dicen, caminan solos por el mundo”. Y la forma en que nos estamos acostumbrando a usarlos es moldear una democracia cada vez más intolerante, más hostil y más peligrosa. Necesitamos hablar con la humanidad, porque las palabras no solo describen el mundo: lo construyen.

No es accidente que estas declaraciones ocurran en paralelo con un discurso oficial que busca justificar la reducción mínima de la inversión pública, desacreditar a los médicos del sector público y dudar de los derechos fundamentales, como el acceso a la salud o la protección de las personas con discapacidades. Lo que algunos políticos dicen no son errores o arrebatos aislados: son parte de una historia coherente que busca sembrar terror sobre la función del estado más básico que debe cuidar.
Por lo tanto, más allá del repudio de cada declaración ofensiva, debemos elevar la voz en defensa de una política que pone el enfoque en proyectos, ideas y, sobre todo, en las personas. Porque la democracia no solo se mide en los votos, sino también en respecto a los que se discute.

*Legislador de Porteña para la Unión Cívica Radical (UCR)