El 29 de julio, un nuevo aniversario del incidente ocurrió en 1966 conocido como “The Night of Long Basts”. Esta denominación proviene del hecho de que los miembros del Cuerpo de Infantería de la Policía Federal utilizaron los sólidos y los bastones gruesos con los que estaban equipados para atacar a los estudiantes y profesores en el desalojo de algunas facultades de la Universidad de Buenos Aires.
Para contextualizar este evento, debe recordarse que hace unos años, el 7 de julio de 1963, se habían celebrado elecciones presidenciales. En ellos, con la proscripción del peronismo, Arturo Illia, el candidato de UCRP (Unión Cívica Radical del Pueblo), una de las dos fracciones en las que la Unión Cívica Radical se había dividido previamente. Illia asumió la presidencia el 12 de octubre de ese año y, aunque el hecho de que la proscripción antes mencionada debilitó a su gobierno, trató de llevar a cabo un trabajo popular. Entre otras medidas, bajo su mandato, se sancionó la ley de salario mínimo, vital y móvil; Los contratos petroleros anteriores fueron anulados al contrario del interés nacional; El presupuesto aumentó en el área educativa; La ley de los medicamentos fue sancionada.
Nunca más noches de bastones largos
Estos no les gustan los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.
A pesar de un cierto pozo económico logrado en ese momento, el Gobierno de Illia sufrió una fuerte campaña de desgaste promovida por las fuerzas comerciales y armadas, y llevada a cabo por diferentes medios periodísticos. A finales de 1965, el Comandante en Jefe del Ejército, el general Juan Carlos Onganía, solicitó su pase al desacuerdo con el nombramiento del Secretario de Guerra.
Poco tiempo después, los tres jefes de las Fuerzas Armadas dieron un golpe de estado el 28 de junio de 1966 derrocando a Illia. El Congreso y los Partidos Políticos se disolvieron, y Onganía fue nombrado presidente, quien asumió que el cargo al día siguiente comenzó por un gobierno de facto que definió la “revolución argentina”.
En ese momento, las universidades nacionales disfrutaron de un régimen de autonomía, es decir, cada una de ellas eligió a sus propias autoridades y decidió los temas que compitieron. Sin embargo, como se esperaba, poco tiempo después del golpe de estado, el 29 de julio de 1966, se emitió la Ley No. 16,912. Esta ley, que fue organizada por el Presidente Onganía (desde que el Congreso había sido disuelto concentró el poder de legislar) indicó: “El ejercicio de los poderes reservados por los estatutos de las universidades a los consejos superiores o gerentes corresponderá al Ministerio de Educación y Justicia. En otras palabras, se terminó la autonomía de la Universidad, convirtiéndose en los rectores y dans bajo la autoridad del Ministerio de Educación.
Frente a esta medida gubernamental, profesores y estudiantes tomaron varias facultades de la Universidad de Buenos Aires. Esa misma noche, el guardia de infantería de la Policía Federal procedió al desalojo violento de la facultad de ciencias exactas y naturales, que luego funcionó en el bloque de las luces, en Perú 222.
Del mismo modo, se vivieron circunstancias similares en la facultad de filosofía y cartas, que en ese momento estaba en independencia 3065.
Hay una anécdota bien conocida que refleja el violento final de la autonomía universitaria en esa fecha. Cuando la policía ingresó a la Facultad de Ciencias Exactas para desalojar el lugar, su decano, Rolando García, fue a encontrarse con el oficial que dirigió la operación diciendo: “¿Cómo se atreve a cometer esta indignación? Sigo siendo el decano de esta Casa de Estudios”. La respuesta que García recibió a su reclamo fue un bastón fuerte en su cabeza que le causó una herida.
La Guardia de Infantería de la Policía Federal procedió al desalojo violento de la facultad de ciencias exactas y naturales, que luego funcionó en el bloque de las luces, en Perú 222 “
En el alcance de la Universidad de Buenos Aires, había habido un proceso vigoroso de renovación académica enmarcada dentro del proceso de “modernización cultural” de SO, que había comenzado en 1955 después del derrocamiento del gobierno peronista, y los poderes mencionados fueron dos de los principales focos de esa compañía. Por ejemplo, la primera computadora científica del país, generalmente conocida como “Clementina”, comenzó a operar en mayo de 1961 en la facultad de ciencias exactas y naturales, que había sido traída de Gran Bretaña gracias a la gestión de Manuel Sadosky, vicecanante de dicha facultad, que fue un evento avanzado por el tiempo. Por otro lado, en la Facultad de Filosofía y Letras, se habían creado las carreras de sociología y psicología, disciplinas que lograron un desarrollo importante en el período.
También debemos recordar la creación de su propio editor universitario, Eudeba (editorial de la Universidad de Buenos Aires). Bajo la dirección de Boris Spivacow, se llevó a cabo una obra de difusión cultural de gran alivio, ya que su propuesta era llegar a una audiencia amplia con libros de calidad, cuyo lema “Libros para todos” sintetizó el espíritu de la empresa.
Todo este proceso de renovación cultural fue interrumpido abruptamente en 1966. La desastrosa consecuencia de la intervención universitaria fue que los profesores e investigadores de numéricos decidieron renunciar, así como muchos otros cesaron. Por lo tanto, Comose originó un éxodo de prestigiosos académicos que emigraron a otros países o se refugiaron en centros privados, entre los cuales los designados Rolando García y Manuel Sadosky son un claro ejemplo.
El recuerdo de lo que sucedió con “The Night of Long Basts” y la consiguiente interrupción abrupta de una universidad que desarrolló un trabajo de jerarquía Nodebe se interpretará como una especie de mirada nostálgica hacia un momento considerado como una edad de oro de la vida académica. Más bien, debe interpretarse como un llamado a la atención a la situación actual, en la que se salvan los fondos necesarios para su funcionamiento normal. Para persistir en esta política que el gobierno actual está llevando a cabo, las universidades no son necesarias como en 1966, ya que también se crearían las condiciones para un nuevo retroceso de la vida académica y un éxodo eventual de las calificadas científicas.