Ya no representa ninguna novedad o sorprende a nadie que trabaje previamente bajo la estricta órbita de hombres poco a poco, las mujeres desarrollaban. En este sentido, y entre los más conocidos, hay, por ejemplo, conductores colectivos, transporte de carga y conductores del metro. Pero también, y a lo largo de los años, las chicas comenzaron a aventurarse cada vez más en oficios como electricidad, fontanería, mampostería y pintura en altura.
En este último punto, se destaca Shirley Diarte, quien a los 27 años está pintando las fachadas del obelisco de Buenos Aires.
Un tiempo antes de dejar una de las “ventanas” del lugar emblemático y colgar a más de 60 metros de altura, Shirley tuvo tiempo de conversar con el perfil y decirle lo que significa para ella trabajar en el obelisco. “El orgullo que siento es doble. En primer lugar por ser la primera mujer en hacer este trabajo, con todo lo que implica, y segundo, por tener el privilegio de pintar el obelisco, algo que nunca imaginé cuando comencé en esta profesión”, dijo la joven mujer a este periódico.
Estos no les gustan los autoritarios
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Shirley es parte del equipo de pintores de altura, tradicionalmente conocido como “Silleteros”, que en este caso es responsable de revitalizar y ajustar los rostros del ícono de la ciudad con vistas a la apertura del nuevo punto de vista del obelisco al público en general. El equipo está acompañado por sus tíos, Marcial y Pedro Diarte, ambos con más de 25 años de experiencia en el campo.
Familia de pintores. Shirley se unió al equipo de pintores cuando tenía 16 años, y desde entonces acompaña a sus tíos en su trabajo. “Siempre me gustó pintar. Comencé como asistente, luego era aprendiz, y con el tiempo perfeccioné”, dijo animado.
Pero todo cambió cuando sus tíos le preguntaron si se le animó a pintar en la silla de montar. “No lo dudé. Era como si estuviera esperando que me preguntaran”, dijo. Así que fue que a los 20 primero pintó en altura. En este caso, un edificio en la calle Gorriti, en el vecindario de Palermo. “Desde ese momento no me bajé más que la silla”, recordó la joven, mientras colocaba los arneses de seguridad correspondientes para desarrollar sus tareas.
Más adelante en la charla, Shirley también dijo que “mis amigos me preguntan si no tengo miedo e incluso algunos dicen ‘si no estoy loco’ por colgar a la pintura. Respondo que la adrenalina que vivo en altura y hacer lo que más me gusta es incomparable. No saben lo que están perdidos”, dijo, riendo, el más pequeño del diario.
Después de ajustar las cadenas de seguridad y salir a través de las ventanas, Shirley y Marcial cuelgan a 67 metros de altura y comienzan con su trabajo. En este sentido, verlos en acción es un verdadero espectáculo de coordinación y rendimiento. Mientras bajan por el medio de la fachada para pintar, primero pintan el área más cercana a la silla y luego, con rodillos de mango extensibles, alcanzan el borde de la cara en cuestión. De vez en cuando, y si es necesario, un ligero impulso de sus piernas les ayuda a acercarse a los bordes de la fachada para pintar.
Mientras tanto, cientos de personas que pasan por la Plaza de la República no dudan en detener su marcha y retratarlos con teléfonos celulares o cámaras. Otros, por otro lado, siguen sus obras y movimientos desde las escaleras de la diagonal del norte.
Acuerdo. Para llevar a cabo las tareas de valor del obelisco, el Ministerio de Espacio Público y la Higiene Urbana firmó un acuerdo con la Cámara de Painters y las restauraciones relacionadas de la República Argentina (CepRara). Esta entidad pertenece a las refacciones de SR, la compañía de contratistas de la familia Diarte.
Con respecto a las tareas que los pintores deben realizar, desde la entidad explican que el primer paso es hacer que el hidrolavado de toda la superficie se pinte para eliminar los restos de tiza, musgos, líquenes y revocaciones sueltas.
Una vez que se resuelva este paso, el siguiente consistirá en dar tres manos de impermeabilización, una mano que fija a mano y tres manos de color acrílico de látex París. Hasta alcanzar un grosor de pintura de 90 micras.
Como estiman de Cepra, el trabajo exigirá entre 15 y 20 días en total, dependiendo del mal tiempo, por supuesto.
“Desde 1988, Ceprara Apadrina a Obelisk y ayuda en su mantenimiento al aire libre. Para nosotros es un orgullo colaborar de esta manera con la ciudad”, dijo Aldo Zanetti, jefe de esa asociación.
Furor para subir al punto de vista: 22,000 personas fueron puntuadas
CC
A lo largo de este largo fin de semana, los primeros vecinos ya pueden vivir la experiencia de ingresar al punto de vista del obelisco y disfrutar de una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad.
Para eso, se realizó una llamada a través de las redes sociales de @baparticipacionciudadana y hubo más de 22 mil registrados. Entonces los que se registraron para confirmar fueron llamados.
La experiencia comienza cuando se transfiere el “pequeño puerto” tradicional que da en Corrientes Avenue. Allí, el público debe subir ocho pasos a la plataforma donde se encuentra el ascensor que lo llevará al punto de vista del obelisco.
Cuando sales de la cabina, y después de un minuto de viaje, debes subir 35 pasos para llegar al punto de vista. Allí, de 67 metros de altura, están las cuatro ventanas para disfrutar de las vistas de Buenos Aires.
El proyecto para incorporar un ascensor al obelisco existe desde el momento en que Alberto Prebisch ideó. El alcalde de Vedia y Mitre, en una carta del 4 de mayo de 1936 dirigida a Ramón S. Castillo, interminamente a cargo del Ministerio del Interior de la Nación, dijo: “Existe el propósito de proporcionarle un ascensor interno que permita el acceso de la gente a la cúspide del monumento”.
“Este gran proyecto de ingeniería revaluó a uno de los símbolos de Buenos Aires. El punto de vista panorámico es una nueva atracción turística que cambiará la forma de ver nuestra ciudad y su herencia, como en la gran metrópoli del mundo”, dijo el jefe de gobierno, Jorge Macri.