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Organizar y representar el informal

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En las últimas horas se publicó un nuevo informe INDC sobre la declaración de informalidad en el mercado laboral argentino. Se analiza el último trimestre de 2024 en los principales aglomerados urbanos. Los datos son claros y muy preocupantes.

Por Marcos Schiavi
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A finales de 2024, la tasa de empleo informal alcanzó el 42 por ciento. Según los parámetros utilizados por Indec, la informalidad laboral se refiere al conjunto de personas empleadas que desarrollan sus actividades fuera de las normas que lo regulan. Abarca tanto a los trabajadores monotritistas como a los trabajadores no registrados ya registrados que cobran una parte de su salario “negro”.

Lo que se observa en el informe es un crecimiento sostenido en la informalidad en el último año, una participación más importante en mujeres que en hombres (43.4 frente a 40.9 por ciento) y, particularmente, un tremendo 58.7 por ciento en jóvenes hasta 29 años. Casi 8 de cada 10 trabajadores/están en construcción y el servicio doméstico son informales. En la cuenta del propietario, alcanza el 62.4 por ciento.

A primera vista, un panorama muy preocupante y sistémico en el que se ve la profundización de un proceso que ya tiene una década en la que el estancamiento y la caída salarial, la precarización y la excesiva que indica que en toda la población ocupada tres de cada diez tienen más de un trabajo.

Dado este panorama, la respuesta del gobierno es insistir en una reforma laboral que disminuya el costo del trabajo y el debilitamiento de los sindicatos. Esa discusión oculta dos temas. Primero, que este 42 por ciento de hoy no se explica centralmente debido a “cuánto sale un trabajador registrado”, pero, en gran medida, se debe al aumento de la informalidad de la economía en general. Cuanta más evasión, más economía “negra”, menos controles, más informal y precario trabajo. En segundo lugar, lo que se busca con esto más barato no es un mayor nivel de formalidad, pero el objetivo es reducir el costo de los que ya están registrados, maximizar las ganancias comerciales.

Ante esto, el popular desafío de campo es organizar y representar a los trabajadores informales. Estamos en deuda en ese sentido. Cristina Fernández de Kirchner ya lo crió en septiembre pasado cuando advirtió que “las representaciones sindicales características del siglo XX del peronismo ya no son la expresión mayoritaria de trabajadores”.

La verdad es que hoy hay un porcentaje muy alto de trabajadores huérfanos de la organización y la representación política sindical. No hay acuerdos colectivos, sin comisiones internas, sin un grupo de los cuales ser parte y eso los defiende. Esa orfandad también se expresó en las encuestas hace dos años.

Nuestro propósito debe ser organizar lo informal y representar lo fragmentado. Aumente el poder popular de las organizaciones sindicales. Repensar y avanzar en una forma sindical moderna que contiene la masa de trabajadores, jóvenes en su vasta mayoría, que ahora están fuera de los sindicatos. Siempre abogar por una organización más colectiva. A su vez, en un mercado laboral altamente fragmentado tenemos que buscar lo común, que nos une como clase trabajadora, para poder expresar y representar el todo.

El CGT indudablemente tiene un papel determinante en este desafío. Debes protagonizar. Históricamente, las organizaciones sindicales han sido un actor necesario, un motor indispensable, en la construcción de la democratización del pozo en Argentina. Lo hicieron, sí, siempre a la mano del liderazgo político del Partido Justicialista y con los icónicos líderes sindicales que cruzaron los particularismos sectoriales y el intermedismo expresando, organizando y representando el movimiento laboral en su conjunto, ya que hace mucho tiempo fue el querido y recordado Saúl Ubaldini. Necesitamos más sindicatos, nada menos. Más organización, nada menos.