El rechazo en el Senado de las especificaciones de Ariel Lajo y Manuel García-Mansilla abre la oportunidad de repensar las candidacios a la Corte Suprema de Justicia con un enfoque que responde a las demandas de la sociedad y los principios de equidad y representación.
Muchos repiten el eslogan “mujeres a la corte”, pero en la agenda política no hay propuestas concretas con los nombres adecuados de las mujeres. Y cuando finalmente se menciona a algún candidato, surgen boicots, directamente o superpuestos, lo que ralentiza cualquier posibilidad de avanzar en el debate. El patriarcado, está claro, no se rinde y el anfitrión/castiga.
La trampa: buscan mantener el eslogan pero vacían con contenido real. Es por eso que esta propuesta para poner algunos nombres específicos es, para muchos, subversivo. Y no exagero.
Estos no les gustan los autoritarios
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En este contexto, analice las cifras que todos reconocen por su idoneidad y coherencia podrían ser un paso serio y se hace imperativo viajarlo y proponer nombrar algunos, entre muchos, porque encontré varios. Pero tenemos que comenzar con algunos.
Laura Musa y Alicia Tate surgen como alternativas altamente calificadas, con trayectorias impecables en la defensa de los derechos humanos, la justicia y el acceso a los derechos.
Hoy, la Corte Suprema continúa reflejando una desigualdad histórica formada por todos los hombres. Esta falta de equidad de género no es solo un problema de representación simbólica, sino también una cuestión de justicia efectiva: la diversidad en la composición de la corte más alta permite una interpretación del derecho más amplio, con una perspectiva de género y un enfoque más integral en la toma de decisiones.
Laura Musa es una referencia en la defensa de los derechos de los niños y adolescentes, un área que históricamente ha sido relegada en decisiones judiciales de alto nivel. Como directora de la Fundación South Argentina, ha trabajado incansablemente en la promoción de los derechos de la infancia, promoviendo reformas esenciales y políticas públicas. Su pasaje como asesor general de tutela, que es específicamente para menores, le otorgó una profunda visión de acceso a la justicia y la necesidad de un poder judicial más cercano a la sociedad.
Una Corte Suprema de la Nación con Laura Musa entre sus miembros garantizaría un aspecto experto en la vulnerabilidad social, la justicia restaurativa y la protección de los derechos fundamentales, los elementos clave en una democracia moderna.
Alicia Tate es una figura clave en la lucha por los derechos de las mujeres. A lo largo de su carrera como diputada provincial y nacional, promovió leyes pioneras sobre género.
Además, fue uno de los promotores del Registro de los Deudores Alimentos de los Moros y la Ley de Salud Reproductiva y Procreación responsable, predecesora de la actual ley de educación sexual integral. Su compromiso con la extensión de los derechos también se reflejó en su apoyo a la Unión Civil entre el mismo sexo, antes de la sanción de igual matrimonio.
Su carrera en el campo legislativo y su reciente papel como secretario de género del gobierno de Santa Fe, muestran su capacidad para articular políticas públicas con un aspecto feminista y democrático.
Tate no solo tiene una formación legal sólida, sino que también ha demostrado coraje y coherencia en la defensa de los derechos humanos, incluso en contextos adversos. Un tribunal con su presencia de garantía de ser suprema.
Un corte más plural y comprometido con la equidad
La Corte Suprema no puede seguir siendo un espacio dominado por los hombres. La incorporación de mujeres con trayectorias reconocidas en defensa de los derechos fundamentales no es un capricho, sino una necesidad democrática.
Alguien tiene que comenzar a proponer nombres. Lo es ahora. Podemos pensar en Musa y Tate porque uno es del interior y otro de CABA y ambos encarnan los perfiles de juristas comprometidos con la sociedad, con una amplia experiencia en gestión pública y la articulación de las políticas de derechos humanos. Sus perspectivas contribuirían a la corte más plural, sensible y de acuerdo con los desafíos del siglo XXI.
Pero como son muchas mujeres en el campo de la justicia con grandes trayectorias pero invisibles.
No es un accidente que el eslogan de “Mujeres para la Corte”, que algunos sostienen tanto, en realidad esté vacío.
Ya le sucedió a Alejandra Lazzaro, que en el concurso cubrir la vacante disponible desde 2016 en Justice, fue primero en el orden del mérito del concurso, pero obtuvo sus especificaciones y benefició a un hombre con calificaciones más bajas. Y cómo no mencionar a Aida Kemelmajer de Carlucci, admirada y reconocida por muchos de los ámbitos legales pero siempre enmarcados dentro de la academia.
El Senado tiene la oportunidad de promover las candidaturas que respondan a la excelencia legal y una justicia verdaderamente representativa e independiente. Es hora de dar el paso hacia un tribunal más equitativo comprometido con los derechos de todos. Fin de hipocresía. Ponamos nombres reales.
* Director de “Awake Progressive”









