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Milei: perder, resistir y calcular la próxima derrota

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Javier Milei perdió el domingo y, si no corrige el curso, continuará perdiendo. En política, nadie escapa de las derrotas; Lo que se puede perder para siempre es la credibilidad. La caída en las elecciones provinciales fue clara y contundente, con una diferencia que dejó profundas cicatrices en el partido gobernante. Y lo que estaba armado hoy en esta pequeña mesa de poder no es una estrategia política para ganar, sino para controlar el daño interno, ordenar la campaña y que pueden contener peleas que ya son todos los días.

En el círculo íntimo del presidente lo saben: el desafío es que en las elecciones nacionales la derrota no excede el 7 por ciento, la “mitad” de lo que sucedió en la provincia. Este resultado negativo también abriría la puerta a un reordenamiento interno: desplazar a la pareja Menem, Sebastián y aquellos responsables de una política política improvisada y absurda. La tabla, en este contexto, no está diseñada para conquistar, sino para administrar la derrota con dignidad y preparar cambios que, por ahora, se posponen.

Santiago Caputoindicado como el estratega silencioso, no se inmolará en esta elección. Tampoco fuerza los cambios temprano: sabe que vendrán solos. Patricia Bullrich, Luis Petri y Manuel Adorni, entre otros, ya están proyectadas con lugares asegurados en futuras legislaturas. Caputo es consciente de que el costo político de un fracaso no caerá sobre él. Solo después de las elecciones se evaluará un nuevo gabinete que garantiza la gobernanza, con más políticos que técnicos, con territorialidad y capacidad para explicar las medidas del gobierno en un momento crítico.

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Dentro de la libertad hay quienes sueñan con limitar la influencia de Karina Milei

El talón de Aquiles sigue siendo la economía. Dentro del gobierno, muchos repiten ese “tiempo acomodará las cosas”. Pero la economía no espera: si la inflación sube nuevamente, si el dólar dispara o si los jubilados aún no pueden comprar medicamentos, el costo caerá en Toto Caputo. Milei lo sostiene en público y en privado, aunque desde su entorno más cercano ya reconocen: “Si la economía falla, el fusible será Toto”. El propio presidente apareció como un garante del curso económico, por lo que Caputo es condenado a ser el reemplazo si la economía entra en crisis.

El frente más delicado, sin embargo, es Karina Milei. Dentro de la libertad hay quienes sueñan con limitar su influencia, no sacarla del gobierno, sino redefinir sus roles. Su figura arrastra las causas judiciales que podrían subir, como las que involucran a Diego Spagnuolo, anteriormente del Andis desestimado después de denunciar los supuestos Coimas, evaluando hoy que declara como arrepentido. Tampoco se puede ignorar el caso $ Libra, con la intervención del Congreso de la Nación y con acciones judiciales abiertas en los Estados Unidos por presuntas estafas con criptomonedas.

El deseo es que Karina se limite al papel del socio político del presidente. Pero no es fácil: es el único que lo contiene, lo enfrenta, lo desafía e incluso lo castiga con silencios para marcar su ira. Es, al mismo tiempo, su apoyo emocional y su límite más difícil.

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La situación revela un gobierno atrapado en su propia lógica: un gabinete que concentra más en controlar el daño, distribuir fallas y preparar transiciones internas que en proyectar un futuro electoral robusto.

Milei todavía tiene la posibilidad de recuperar la iniciativa, pero solo si logra un giro real: disculparse cuando sea apropiado, incluso líderes como Luis Judge, mal asaltados y desatados por un miembro de su propio espacio (Daniel Parisini, conocido por su seudónimo en las redes sociales como Gordo Dan))

Ser capaz de estar de acuerdo, incluso si es incómodo, y demostrar con hechos, no con historias, que puede administrar la emergencia de las personas.

La derrota del domingo podría ser solo el prólogo de una historia más larga: la de un presidente que comenzó disruptivo y terminó atrapado en la lógica más antigua de la política argentina, para resistir sin construir. Y la historia es implacable: los presidentes que no aprenden de sus derrotas terminan enterrados por ellos.

Ml

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