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Las agresiones del gobierno contra la prensa solicitan un límite

No cree, este defensor del pueblo, que son las últimas y definitivas muestras de intolerancia, falta de respeto y otros envenenando las imágenes que exhiben Caputo (Santiago) en un claro plan de agresión a un fotógrafo que solo cumplió su trabajo como reportero gráfico en un lugar público. Este Caputo (Santiago) es el asesor múltiple oscuro, parte de la tríada gobernante, un jefe fijo de servicios de inteligencia, la agencia de recaudación de impuestos, de las relaciones gubernamentales con los medios de comunicación, de los sillones para el discurso imparable de odio contra periodistas, políticos, empresarios, educando a los sindicatos, al al mismo sindicato (mejor sintética) solicitan explicaciones sobre las decisiones y los holicias.

Sin embargo, este nuevo episodio de autoritarismo, intolerancia, me lleva a pensar si los periodistas, probablemente los blancos favoritos de los ataques más frecuentes de Javier Milei y sus acólitos (entre los cuales Caputo Santiago es un personaje central), seremos demasiado callados, demasiado pasivos, temerosos de este Blietzkrieg contra los medios de comunicación y los trabajadores de la prensa. Aclaro, en caso de que estén distraídos o simples desconocidos para el término que acabo de usar, que Blietzkrieg es una palabra alemana que se aplica a una de las estrategias militares más letales del avance nazi en Europa. Significa una guerra de relámpagos y describe una acción militar “de ataque rápido y concentrado, caracterizado por la velocidad y el uso combinado de tanques, aviación y artillería para romper las líneas enemigas y lograr una rápida victoria”.

Es exactamente eso: con una metodología que en muchos aspectos está conectada con acciones similares del régimen dirigido por Hitler, Milei y su mano derecha (o mentor político, no se sabe si subordinado o torque, ya que Joseph Goebbels fue para eso) apelan a todos los recursos, todas las armas, denigran, atacan, a los periodistas no disciplinados que se cuestionan a las cuestiones. Por cierto, tienen personajes que ocupan lugares en los medios muy dispuestos a servirlos (no como actos de servicio sino como apéndices serviles), dicen lo que dicen o hacen lo que hacen.

Estos no les gustan los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.

Me pregunto, en este punto, lo que esperamos reaccionar más apenas aquellos que ejercen este comercio independientemente de la misión de llevar la verdad a la sociedad. ¿Deberíamos lanzar medidas de acción directa concretas para repudiar los ataques de los periódicos del presidente y sus adláteres? Negarse a cubrir sus acciones, reproducir sus deslues, asistir a sus presentaciones, espectáculos o cómo quieren llamarlas? ¿Negarse el saludo a sus amanuenses pseudoperiodistas? Orientación judicialmente para insultos, quejas, descalificaciones y, estamos en una nueva etapa, ¿la violencia que generan, hasta que alcanzamos la agresión física?

Se tendrá que hacer algo. Como acabo de leer en una extensa publicación de un colega veterano con el que he compartido escritos, misiones periodísticas y otras experiencias profesionales, estoy de acuerdo en que nunca viví hasta hoy, viví tal situación, excepto en el momento omótico de la dictadura. Ningún presidente como periodistas independientes porque les temen, los consideran enemigos a priori de sus causas. Raúl Alfonsín aquí, las relaciones entre la Casa Rosada y aquellos que ejercen este comercio de manera responsable, limpia y ética han sido problemáticas, a menudo conflictivas y nunca favorables, excepto por las excepciones individuales. Pero ninguno de ellos, incluso el más virulento, ha llegado al punto de recomendar que la gente nos odie, mucho, cada vez más, a la agresión física.

De todos modos: como verán, lectores de perfil, me hundí.

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