La gestión de Javier Milei se puede comparar con un hombre que, motosierra en la mano, corta un bosque sin prever las consecuencias a largo plazo. Una sola persona con motosierra puede cortar un árbol y sus ramas, pero necesita recursos humanos, maquinaria y logística para eliminar la tonelada de madera que se fue en su camino. Su promesa de “ir con la motosierra” para desregular el estado resonó con aquellos que buscan un cambio radical, pero su implementación para algunos comienza a generar dudas económicas para un futuro que exhibe una falta de estrategia integral para manejar.
Al igual que alguien que despeja una tierra sin preocuparse por los escombros, Milei se ha acercado a la administración pública con un enfoque simplista. La reducción del tamaño del estado y la eliminación de las regulaciones suenan atractivas para aquellos que buscan eficiencia y una intervención más baja, pero cuando estos cambios se realizan con aparente falta de planificación, los efectos colaterales pueden ser devastadores.
Algunas consecuencias ya están a la vista en áreas cruciales como el Seguro Social y la economía, donde el gobierno enfrenta dificultades significativas. El caso de los jubilados es un reflejo claro de cómo las reformas apresuradas pueden afectar a los sectores más vulnerables. Muchos de ellos ven cómo sus necesidades básicas están insatisfechas, sin la posibilidad de generar ingresos adicionales y dependiendo del apoyo familiar para sobrevivir. En un país donde la inflación “antigua” aprovechó la actualización, continúa alcanzando los bolsillos de los más necesitados debido a una política de contención social que agrava aún más el problema.
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A esto se agrega un obstáculo estructural: la falta de recursos humanos y materiales para implementar cambios profundos. El “triángulo de hierro” dentro del gobierno, donde un pequeño grupo de funcionarios concentra las decisiones, limita la diversidad de ideas y dificulta la búsqueda de consenso. Sin acuerdos políticos y sin capacidad operativa, las reformas corren el riesgo de permanecer a la mitad o generar más problemas de los que resuelven.
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Las dos bibliotecas de la economía
A nivel económico, la discusión está dominada por dos grandes corrientes de pensamiento.
Por un lado, hay quienes argumentan que el gobierno debe devaluar para corregir el retraso de intercambio que se está generando con la inflación. Argumentan que el tipo de cambio oficial está rojizando ante los aumentos de precios y que, si no encaja, la brecha con dólares paralelos podría volverse insostenible. Según esta visión, una devaluación ordenada hoy en día sería menos costosa que un salto agudo en el futuro.
Por otro lado, hay quienes defienden el plan de ajuste actual y se aseguran de que el gobierno no necesite devaluar. Argumentan que la combinación de equilibrio fiscal y emisión cero está funcionando y que, con la disminución de la inflación, el tipo de cambio real se acomodará sin la necesidad de una corrección abrupta. Además, advierten que una devaluación podría generar un nuevo choque de inflación que pondría la estabilidad alcanzada hasta ahora. La pregunta central es si este esquema es sostenible sin corrección de intercambio o sí, tarde o temprano, el gobierno se verá obligado a retocar.
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Entre la motosierra y la reconstrucción
Argentina enfrenta una encrucijada. La decisión de cortar lo que se considera innecesario no es suficiente; También es esencial limpiar el terreno y construir sobre bases sólidas. Si el gobierno de Milei no equilibra sus ambiciones con la realidad social y económica, las dificultades se multiplicarán.
El problema no es solo el tamaño del estado, sino su eficiencia. Reducir sin un plan de reorganización puede generar más caos que soluciones. La motosierra rápida, pero la reconstrucción requiere tiempo, planificación y, sobre todo, sensibilidad hacia aquellos que más la necesitan. Sin una visión más completa, el riesgo es que, en lugar de un país más ordenado y próspero, terminemos con lote vacante y llenos de escombros.
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