No sé si Tel Aviv está bajo fuego real o edición baja. Si esa torre cayó o si era una generación generativa de generación. No sé si alguien está filmando en un F-35 o si es una escena de videojuego. Pero eso es precisamente lo que están buscando: no lo sabemos.
La guerra entre Irán e Israel no ocurre solo en el campo. También sucede, y cada vez más, en los márgenes difusos del algoritmo, donde la imagen precede a los hechos y la viralización cancela la verificación. Las capturas que circulan en estos días son una prueba brutal de cómo la inteligencia artificial, combinada con la necesidad de impacto emocional, puede desdibujar la verdad hasta que se convierta en entretenimiento geopolítico.
Una torre se rompió en Tel Aviv que en realidad fue un render. Un bombardeo en la ciudad que resultó ser Bagdad en 2003. Un avión supuestamente demolido que era parte del videojuego de armas 3. No es nuevo que en las redes esté distorsionado. Lo nuevo es la escala, la velocidad y el realismo con los que una ficción creíble ahora se puede fabricar en menos de una hora. Y la preocupación no es solo el contenido falso. Es cómo, incluso ante aclaraciones, la emoción ya estaba activada. Porque en el campo digital, lo que importa no es lo que es, sino lo que logra moverse. No importa tanto lo que sucedió, pero qué imagen ganó la batalla de la atención.
Estos no les gustan los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.
En esta guerra, que no respeta las fronteras o los horarios, la verdad tarda horas en llegar, mientras que la mentira se reproduce a la velocidad de un tweet. Y si la mentira tiene una estética más cinematográfica, más cruda, más compartida … El algoritmo es recompensado.
Grok, el X chatbot, salió a negar. Los usuarios con buenas intenciones se agregaron contexto. Algunos medios intentaron corregir. Pero era tarde. El feed global ya había digerido la versión épica, la más manipulada, la más conveniente para ciertos discursos.
En este tablero, Israel aparece una vez más no solo enfrentando una amenaza militar, sino una campaña de información errónea cuidadosamente articulada. Con relatos de parodia que parecen oficiales, con imágenes “inspiradas en eventos reales” que nunca pasaron, con videos tomados del contexto y reí el reictorio con precisión quirúrgica para hacer lo que tienen que hacer: daño narrativo. Lo que circula no busca informar: busca condicionar. Busca inclinar la opinión pública global antes de que los hechos hablen por sí mismos.
Y en esa estrategia, Irán y sus aliados digitales están jugando con un recurso que no necesita drones o misiles: solo necesitan a alguien para dudar. Que alguien vea, no sea digno, comparta. Viralización como tácticas de guerra.
Esto no significa que todo lo que circula es falso. Pero todo lo que impacta no es necesariamente real. Y eso, para aquellos de nosotros que observamos este conflicto con el dolor pero también con el compromiso de entender, es un llamado a la atención. Porque el peligro no es solo creer lo falso. Es dejar de confiar en lo verdadero.
Y eso, en los momentos en que la IA puede fabricar cualquier escena en segundos, nos deja en un lugar peligroso: uno donde el escepticismo absoluto se disfraza de neutralidad y donde la apatía informativa se convierte en la opción cómoda frente al caos. El desafío no es solo un técnico. Es ético, narrativo, político. ¿Quién edita la guerra? ¿Quién pone el filtro? ¿Qué historia termina imponiendo cuando la atención se convierte en el bien más escaso del siglo?
En este escenario, defender a Israel no es solo un posicionamiento geopolítico. También es una forma de resistir una narrativa artificial que busca criminalizar su derecho a la defensa, a través de medios estéticos y falsificaciones emocionales.
La IA no inventó propaganda. Pero lo hizo omnipresente, automático, programable. Y en esa lógica, donde ya no distinguimos la realidad de la renderización, la verdadera pregunta no es quién gana la guerra, sino quién escribe el guión.
*Autor y diseminador. Especialista en tecnología emergente.









