La espiritualidad como arte de vivir: más allá del método, hacia la presencia

En los primeros pasos de cualquier camino espiritual, generalmente hay una búsqueda intensa de herramientas: queremos comprender el tarot, descubrir nuestro número nativo, conectarnos con los registros Akáshicos, limpiar recuerdos transgeneracionales a través de constelaciones, recibir mensajes de Los Ángeles, desmontar síntomas a través de la biodecodificación, explorar la psicología desde una visión más integradora. Y todo eso está bien. Es parte del mapa, del lenguaje, del aprendizaje.
Pero con el tiempo, algo más profundo comienza a revelar: no llegamos a dominar los métodos, sino a encarnar una presencia.
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La espiritualidad no es una acumulación de conocimiento, sino un arte de vivir. Y en ese arte, cada herramienta que parecía separada comienza a fusionarse en una sola vibración: la de nuestra divinidad en expresión.
En mis cursos: Tarot, Numerology, Akashic Records, Family Constelations, Angels, Holistic Psychology y Biodecoding, he visto cómo los que comienzan a buscar un método, terminan encontrando su alma. Las letras dejan de ser símbolos externos y comienzan a hablar desde el interior. Los números revelan patrones, sí, pero también caminos de luz. Las constelaciones no solo sanan el árbol, sino que abren el corazón a toda la humanidad. Las sesiones se convierten en oraciones. Y cada consulta, un altar.
Porque el verdadero propósito no es saber más, sino amar más. No se diagnostica, sino mirando con nuevos ojos. No es para interpretar los símbolos, sino convertirse en uno. Sea uno con la vida, con el momento, con el otro.
Es por eso que insisto: el camino espiritual no se trata de aprender a hacer, sino de aprender a ser.
Todo lo que transmito, hago para recordar, y ayudo a otros a recordar, que ya somos. Que el alma no necesita acumular credenciales, sino que se despojara de capas. Que nuestra misión no es otra que reconocer la luz que habita en cada ser y acompañe a otros a encenderla.
Ese es el único dominio que importa: vivir despierto.
Práctica: presencia en el corazón
Cierra los ojos.
Lleva tu atención al centro del cofre.
Respira por un minuto.
No te apures a “hacer” nada. Solo permanece.
Imagine que en ese espacio se enciende una luz suave.
Esa luz eres tú.
Sin métodos, sin nombres.
Solo tú, ser.
A partir de ahí, pregúntate:
¿A quién puedo mirar hoy con más amor? ¿En qué momento de este día puede convertirse en un altar?
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