Como si la factura de la ayuda provista de la Segunda Guerra Mundial llegó repentinamente ahora, y con intereses, Europa es obligada por los Estados Unidos a aumentar sus gastos de defensa, al 5% del PIB de cada uno de los 33 socios de la Alianza de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
Europa fue notificada mucho antes de que Rusia invadiera Ucrania en 2022. Se había discutido un aumento en 2014, la administración de Obama había demandado, luego Donald Trump en su primera presidencia le había establecido el 4% del PIB de cada país y, ahora, recargado con poder, trajo ese umbral en 5%.
La vieja Europa debe asumir una realidad del poder global que una vez impuso de sus antiguos imperios “
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“Todos sabíamos que Estados Unidos iba a exigir cada vez más que pagamos por nuestra propia defensa. Y eso se entiende. Lo que creo que no se esperaba que Europeo fuera crueldad, incluso en formas, con la que iba a exigirla”, nos dice Susanne Käss, representante de la Fundación Konrad Adenauer en Argentina.
España simbolizó la última resistencia del ataque “cruel” de Washington que elimina los fondos al bienestar europeo ya recortado (Trump lo hace en los Estados Unidos pero por ideología). El presidente socialista Pedro Sánchez se negó hasta el último momento para firmar la concesión, 3.5% del PIB en gasto militar y 1.5% adicional en tecnología e infraestructura, pero finalmente firmó la Declaración de La Haya.
¿Todos sabíamos que Estados Unidos iba a exigir más y más que pagar por nuestra propia defensa? (Susanne Käss) “
El Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Pete Hegesh, lo puso en términos geopolíticos claros y prácticos: el compromiso de Estados Unidos con la OTAN, especialmente frente a la agresión de Rusia, sigue siendo indiscutible, pero Washington tiene una prioridad diferente al del siglo pasado: disuadir a China en la región indo -pacífica. Mientras tanto, que Europa aprende a defenderse.
Ahora que busca su “autonomía estratégica” con respecto a China y los Estados Unidos, la antigua Europa debe asumir una realidad del poder global que alguna vez impuso de sus antiguos imperios: que los más fuertes establecen las condiciones.
Por supuesto, todo empeora, cuando el propio EE. UU. Deja de garantizar el orden basado en reglas que ayudaron a crear y permitieron en Europa décadas de estabilidad y desarrollo. En esas décadas en las que el mundo era igualmente difícil, pero no tan abiertamente cruel, mucho menos para los aliados.









