La decisión del ministro de seguridad de Buenos Aires, Javier AlonsoPara separar 24 oficiales de policía abrieron un nuevo capítulo de sospechas sobre la manipulación política de la fuerza por el kirchnerismo. El funcionario trató de justificar la medida que alega una supuesta filtración de la información sensible a los legisladores de los avances de La Libertad. Sin embargo, la maniobra exhibe más motivaciones de partidos que evidencia concreta.
En diálogo con Infobae Live, Alonso dijo que las tropas descontentos “comenzaron a proporcionar asesoramiento de seguridad” y “proporcionaron información a los legisladores sobre las operaciones”. Pero detrás de esos dichos, una ofensiva del gobierno de Axel Kicillof está oculto contra los sectores de fuerza que no responden ciegamente a su conducción política.
La acusación: un “consultor” dentro de la fuerza
Alonso dijo que los involucrados crearon una especie de “consultor político” dentro del área ambiental de la policía, con ramificaciones al espacio libertario. El Ministro aclaró que no fueron despedidos, sino que pasaron a la disponibilidad, mientras los investigaba. Pero la queja, basada en un anónimo, no detalla los delitos concretos, sino la supuesta participación en reuniones políticas internas.
La señalización más directa fue contra Maximiliano Bondarenko, un candidato excesivo retirado y actual de La Libertad Avanza, acusado de liderar este marco. Alonso dijo que uno de los jefes de policía involucrados “es el compadre de Bondarenko” y “ascendió en seis años que normalmente tiene treinta”, una crítica sorprendente en un espacio acostumbrado a un amigo político.
Los antecedentes: por la fuerza disciplinaria con la ola libertaria
Para justificar la decisión, Alonso insistió en que “nadie fue expulsado de sus ideas, sino por acciones” incompatibles con el uniforme. “Sin embargo, el tono político y el tiempo exponen otra intención: para detener cualquier tipo de alineación policial que escape del control de Kicillof. En lugar de resolver con prudencia interna, el gobierno de Buenos Aires eligió escribir públicamente a 24 tropas sin una resolución judicial.
La queja, presentada ante asuntos internos, alega el uso de oficinas oficiales y recursos para reuniones de partidos. Sin embargo, el mismo ministro admitió que la fuente era miembro del grupo y que los elementos aún están bajo análisis. A pesar de la falta de evidencia firme, Alonso concluyó: “Lo que Bondarenko preguntó era en las computadoras”, sin detallar a qué se refiere.
La operación política y la reacción de la oposición
La medida causó una reacción inmediata. Patricia Bullrich fue abrumadora: “Kicillof, además de ser inútil, odia a la policía y está del lado de los delincuentes”. En lugar de responder a las acusaciones, Alonso apeló a un discurso institucional, afirmando que “el único objetivo es preservar la estructura policial de interferencia externa”.
Pero la verdad es que la purga llega justo cuando la libertad avanza en el Conurbano y comienza a disputar el control político territorial. Dentro de ese marco, el kirchnerismo parece decidido a eliminar cualquier vestigio de autonomía dentro de las fuerzas de seguridad, incluso si deben violar las garantías básicas y exponer a los oficiales a la opinión pública.
Una advertencia encubierta al interior de la fuerza
La cartera de seguridad confirmó que las tropas serán disponibilidad mientras que la investigación progresa, que incluye registros informáticos, testimonios y revisión de la oficina. A primera vista, la medida parece más una advertencia que una sanción. Alonso cierra las filas en defensa de la institucionalidad, pero el mensaje que reduce es claro: no se tolerará ningún vínculo con el espacio libertario, aunque no hay delitos probados.