Unos días después del inicio del cónclave de 2025, programado para el miércoles 7 de mayo, el cardenal Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba, participa activamente en las congregaciones generales junto con el resto de los cardenales del mundo. En este contexto, ofreció una reflexión sobre el clima espiritual y humano que se vive entre los participantes del proceso que definirá al próximo Papa.
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Lejos de algunas reflexiones negativas que circulan en las redes sociales y algunos medios de comunicación, el monseñor Rossi propuso una distinción clara: “Lo trágico es cuando no hay salida; en cambio, el drama implica lucha, pero con esperanza. Este es un momento dramático, no trágico”. Con esas palabras, el cardenal enfatizó que, aunque es una etapa intensa y marcada por la introspección, no debe interpretarse como una crisis sin un horizonte.
“Ciertamente es dramático en el sentido de que hay una lucha interna en cada uno. Es un drama saludable”, insistió. Y agregó que en estos días el desafío es mantener “la cabeza y el corazón abiertos a lo que Dios planteará”, incluso si eso implica revisar ideas o posiciones anteriores: “Puede ser que algunos lo vivan con miedo que su pensamiento no prevalezca cuando se trata de la decisión. Pero es parte del discernimiento de la comunidad”.
En sus declaraciones, el Cardenal también aprovechó la oportunidad para agradecer el acompañamiento de los fieles argentinos, especialmente la comunidad de Córdoba: “Uno sabe muy bien el amor y la oración que estamos recibiendo desde allí. El otro es confiar en la providencia”.
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Debe recordarse que Ángel Rossi es uno de los cuatro cardenales argentinos menores de 80 años que participarán con el derecho a votar en el próximo cónclave. Los otros son Víctor Manuel Fernández (62), prefecto del dicasterio para la doctrina de la fe; Vicente Bokalic (72), Arzobispo de Santiago del Estero; y Mario Poli (77), Exarzobispo de Buenos Aires.
En una entrevista anterior, Rossi expresó su deseo de continuidad con el pontificado de Francisco: “Esperemos que no haya un cambio repentino y que el que le sucede a Francisco lleva su legado, más allá de su propia impronta”.
