El 12 de junio de 1945 fue el día en que el “Círculo Rojo” de la época firmó una declaración de guerra política al Coronel que del Ministerio de Trabajo y Bienestar todos los días ganó más popularidad para sus reformas a favor de los trabajadores. El hombre a quien temía.
El manifiesto de comercio e industria, firmado por 321 entidades de empleador, presentó preguntas difíciles a la política económica y laboral del gobierno comandado por Edelmiro Farrell, pero el objetivo específico era Juan Domingo Perón, quien en paralelo ejerció como vicepresidente de la nación.
El punto más espinoso fue el estatuto del peón rural, establecido por la Ley del Decreto 28.169 de 1944. No porque se violara la norma, sino por lo que representaba en el fondo. Al final del estilo paternalista, alteró el vínculo histórico entre el empleador y el empleado del campo, que se convirtió en un trabajador como otros. Esa subjetividad, más que la sospecha formal y concentrada.
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“Lo peligroso no era el aumento del salario, sino el nuevo concepto que ahora se afirmaba en la mentalidad del peón: que en la voluntad del patrón, anteriormente Omnimoda, ahora había una voluntad superior que lo protegía”, Félix Luna resumió en su trabajo en 45, un clásico que funciona como una guía para conocer y entender a los que sucedieron en ese año en la historia de la historia del siglo Twenti y la Argentina.
Según el historiador, “la suma de ejemplos como este da la clave del odio de la oligarquía contra Perón, en quien vio al promotor de un proceso que podría ser incontrolable”.
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El 16 de junio, de los cuales 80 años han pasado en estos días, todos los periódicos reprodujeron el extenso documento firmado, entre muchas otras entidades, por los mercados de valores comerciales de Buenos Aires, Rosario y Córdoba; La Confederación Argentina de Comercio, Industria y Producción, la Cámara de Comercio, Propiedad e Industria de la Provincia de Buenos Aires, la Cámara de Grandes, el Centro de la Tienda y la Bolsa de Cereal.
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El manifiesto atacó al gobierno en general, pero se enfocó en el Ministerio de Trabajo y Bienestar, creado por el régimen que gobernó desde 1943. Las entidades olieron, y la realidad les ofreció cimientos, que Juan Domingo Perón, fue el gran candidato para alcanzar la parte superior del poder político en muy poco tiempo.
“El gobierno continúa e intensifica una política económica y comercial cuyas consecuencias peligrosas hemos tenido problemas para demostrar”, dijo el manifiesto de comercio e industria.
En otro de los párrafos, puso énfasis en los aumentos salariales con la advertencia repetida de que iban a generar una inflación “imposible de contener”.
La ofensiva del sector no estaba allí. Tres días después, la Sociedad Rural publicó un argumento solicitado por la “libertad económica” con citas al líder británico Winston Churchill y Harry Truman (que había sido presidente de los Estados Unidos durante dos meses. Fue seguido por la confederación de sociedades rurales, la más explícita en sus conceptos: “El estatuto de la actava elimina el hierarquía del patrón para dejar en el Merced de la Mercada del Pawns … La tranquilidad y la vida de las familias y las de los hombres honestos que trabajan en el campo “.
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Astuto, Perón advirtió que se les había demostrado. Se reprendió con una larga respuesta en la que destacó el “carácter puramente político” de las propuestas y explicó que el gobierno no tenía interés en ir a los extremos y buscó una “mitad media”.
Pero cerró su puño: “Las fuerzas firmadas por el manifiesto han resucitado en el país la oligarquía política eterna que gobernó durante tantos años.
Juan Domingo Perón, poco antes de ser presidente.
La respuesta se tensó a la memoria de la memoria de la represión salvaje contra los trabajadores que protagonizó una huelga y movilización en Buenos Aires, en 1919. Los eventos se habían mencionado en uno de los documentos. “Esto sugiere que quieren otra semana trágica. Por lo tanto, entendió la tranquilidad social, no hay nada que hablar. Si se trata de matar a cinco o seis mil trabajadores y luego obligarme a trabajar como desee y por lo que desea para garantizar veinticinco años de tranquilidad social, no me voy a prestar por eso …”, advirtió.
Del lado de Perón, las organizaciones comerciales no tomaron responder. Los empleados bancarios, los de seguros, los de transporte, publicados, solicitados por elogiar las políticas del Ministerio de Trabajo y Bienestar Social.
Fue una reacción natural a los datos: si en 1943 hubiera 80,000 trabajadores sindicalizados en el país, en 1945 alcanzaron medio millón. El sindicato de trabajadores metalúrgicos, por ejemplo, tenía, en 1942, 1.500 afiliados. En 1946 eran 200,000. Un océano de diferencia.
Es por eso que las organizaciones aumentaron cada vez más su adhesión al líder que se preparó para gobernar el país. Menos de un mes después de las propuestas del empleador, el CGT organizó por primera vez un acto a favor de Perón y el vínculo político que queda hasta que comenzó el presente.
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El manifiesto del comercio y la industria contra Perón: ¿Qué dijo?
El documento firmado el 12 de junio de 1945 comenzó con una advertencia. Reconoció “la existencia del problema social”, pero afirmó que la solución “es el resultado de una colaboración de línea de las partes, gobernada por la intervención alta y serena del estado”, presentada al imperio de la justicia, lo mismo para todos “.
Rápidamente fue a lo que quería decir y denunció “un clima de dudas, provocación y rebelión, en la que se estimula el resentimiento y un espíritu permanente de hostilidad y reclamo, por el efecto de los cuales la solidaridad se destruye en la justicia, la única fuente de trabajo, bien y progreso”.
La responsabilidad era, por supuesto, del Ministerio de Trabajo y Bienestar, “cuya unilateralidad quiere justificar en la necesidad de combatir y eliminar el comunismo, obteniendo al gobierno los supuestos méritos de una política social muy avanzada”.
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Para llegar de alguna manera con el gobierno, señalé directamente a Perón: “No creemos que el procedimiento incluso si todas sus soluciones fueran aceptables, mucho menos cuando no es el fruto de un régimen y solo depende de una voluntad personal, transitoria y circunstancial”.
Se puso a la defensiva: “Nos hemos hecho referencia en el discurso pronunciado el 1 de mayo por el Señor Secretario de Trabajo y Bienestar cuando afirmó la existencia de intenciones políticas en nuestro movimiento, detrás de la cual acusó la acción de las manos extrañas, revelando al mismo tiempo el juicio que el comercio del país merece, descrito como una mafia de los traficantes del alienígena y el precio relevante del precio del precio”. Luego lanzaron un elogio de “las organizaciones de comercio e industria en el país, encabezadas por los más antiguos y tradicionales”, que no eran “asustar al gobierno con fantasmas, sino en defensa de sus intereses legítimos, de naturaleza general y económica, bajo la protección de las leyes”.
“Tampoco agrupamos a los traficantes prestidigitantes. El rendimiento comercial es una actividad noble, legal y útil como cualquier otro comercio y ocupa en la sociedad una categoría histórica inevitable”, agregó.
En otro párrafo, el enfoque se cerró en una medida concreta, el decreto No. 9,528, para el cual el estado se hizo cargo de la comercialización de cultivos de granos, para advertir sobre el “grave detrimento de los intereses de la misma masa productora, en un momento en que las circunstancias internacionales lo hacen vislumbrar, después de largos años de lucha y privación, un horizonte de la prosperidad”. Comentó que el decreto cambió “sustancialmente la organización legal y económica del tráfico comercial en los cereales”, al establecer el costo de producción, determinando “un nivel rígido de ganancias, que puede ser para algunos y no para otros”.
La coincidencia de la historia, pasó exactamente 10 años entre la difusión pública del manifiesto que marcó el tribunal a Pern y el 16 de junio de 1955, el día de la brutal masacre por los atentados en la plaza de Mayo, que buscó terminar con su gobierno y su vida, y causó más de 300 muertes.
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