El día en que Argentina declaró la guerra contra el eje

Tarde. Mejor tarde que nunca (otros dijeron). O en inglés: “muy poco, demasiado tarde” (“muy poco, demasiado tarde”), como resumió un corresponsal extranjero. La verdad es que el día había llegado y exactamente 80 años Argentina finalmente tomó una posición en el gran concurso del mundo, al declarar la guerra al eje de que poco tiempo después sería derrotado.
Ese 17 de marzo del año en que el país dio un giro histórico, el presidente Edelmiro Farrell se adhirió a las actas que 20 países latinoamericanos habían firmado en el Castillo de Chapultepec, en la Ciudad de México. Y Argentina se convirtió en “estado de guerra” con el bloque que durante la Segunda Guerra Mundial había creado Alemania nazi, Italia fascista y el Imperio de Japón.
Eran los tiempos en que Estados Unidos comenzó a superar en la hegemonía política y económica al Reino Unido y Argentina no terminó de acomodar el nuevo panorama. Había desafiado el poder del norte al no unirse al lado aliado cuando Estados Unidos ingresó al concurso después del ataque que sufrió en Pearl Harbor.
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Tampoco estaba ansioso. El factor principal de la neutralidad forzada fue la presión ejercida por los británicos para garantizar la llegada de las exportaciones argentinas al Reino Unido durante el conflicto. En ese momento, el poder europeo dependía de Argentina en el 40 por ciento del suministro total de carne.
Argentina se había quedado sola en Estados Unidos, mientras que las otras 20 naciones habían reducido las relaciones con el y 7 de ellos habían declarado directamente la guerra C cuando el conflicto promedió.
Con el nuevo régimen establecido con el golpe de estado de 1943, la política de neutralidad permaneció. Solo al año siguiente, cuando el aislamiento ya era insostenible, el presidente Pedro Ramírez rompió los vínculos formales con los País del eje.
Pero el país todavía estaba fuera de una guerra en la que “a excepción de algunos fanáticos, nadie había querido que Argentina se mezclara”, como el historiador Félix Luna evaluó en su libro sobre 45. Para el autor, la neutralidad “era puramente legal” porque “todos los argentinos tenían sus corazones haciendo fuerza por uno o el otro lado …” “.
Y cuando ya se cantó el resultado del gran concurso, llegó la decisión. Decreto 6945, hecho público el 17 de marzo de 1945, estableció que:
Art 1: El Gobierno de la Nación acepta la invitación que ha sido formulada por las veinte repúblicas estadounidenses que participan en la Conferencia Interamericana sobre problemas de guerra y paz, y se adhieren al acto final de la misma.
Arte. 2 Para identificar la política de la nación con el común de las otras repúblicas estadounidenses y la solidaridad con ellos frente a las amenazas o actos de agresión de cualquier país a un estado estadounidense, rechazó el estado de guerra entre la República Argentina por un lado y el imperio de Japón por el otro.
Arte. 3 El estado de guerra entre la República Argentina y Alemania, atento al carácter de este último de Japón.
De esta manera, Argentina pudo participar en la Conferencia de San Francisco, que se celebró entre abril y julio de 1945 y fundó las Naciones Unidas.
Argentina había sufrido aislamiento, por ejemplo, al ser prohibido comprar armas estadounidenses. Pero no hay sanción que no vaya para siempre, y esa situación resultó en el contexto para la creación de la Dirección General de Fabricaciones Militares, con el general Manuel Savio a la cabeza y a sí mismo como un objetivo.
Una de las figuras que más influyó en el cambio de la postura argentina fue Juan Domingo Perón. La vio venir y en agosto de 1944, cuando era Ministro de Guerra, promovió la creación del Consejo Nacional de la Postwar para analizar los posibles escenarios.
Pero entre lo que “vio” Perón había algo más concreto. Al abandonar la neutralidad, Argentina tenía derecho a mantener los activos del contendiente que estaban en el país. Se materializó cuando la junta de propiedades enemigas y la junta de provisión final se constituyeron en mayo de 1945, que confiscó a las compañías y bancos alemanes y japoneses. Más tarde, como Dirección Nacional de Industrias Estatales, administraría un buen número de empresas industriales. Muchos en el sector petroquímico y farmacéutico.
Con el tiempo, la idea de que Argentina había permanecido neutral en la guerra prevaleció. Así fue transmitido por generaciones. Y es cierto que esta decisión de cambiar los criterios al final del concurso fue visto por muchos como una claudicación.
En palabras de Félix Luna, “incorrecto o no, económico o no, la posición independiente de Argentina era un criollo de golpe que había permanecido durante casi cinco años contra los poderosos del mundo; y esa orgullosa de un país que estaba en un proceso acelerado de crecimiento y maduración”.
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