Tomemos un poco al azar a los últimos campeones locales de fútbol: Boca ganó la liga 2022 y el patrocinato de la Copa Argentina de ese año. En 2023, la Copa Argentina fue ganada por los estudiantes y las ligas de Rosario Central y River. Y el año pasado, los campeones fueron estudiantes y Vélez, y la Copa Argentina ganó el centro de Córdoba. ¿Qué vemos allí? Varias cosas. El primero: una gran dispersión. Hay muchos equipos diferentes (excepto los estudiantes que ganaron dos títulos), incluso algunos de los pequeños equipos (Córdoba Córdo) también ganaron. Y en el medio, la mayoría de los clubes medianos como Vélez, estudiantes y Rosario Central.
Esta dispersión tiene su encanto: vuelve al fútbol argentino más democrático, cualquiera puede vencer a cualquiera, cualquiera puede ser campeón. Estamos lejos de esas ligas, como el español o el alemán, por ejemplo, donde siempre dejan a los campeones, y el resto de los equipos juegan, en el mejor de los casos, para el tercero, cuarto y quinto, señalan si pueden entrar en alguna taza o algo así. Vea el centro de Córdoba jugar a los Libertadores, como el otro día contra la Liga de Quito, pero especialmente el próximo miércoles contra … ¡Flamengo! Tiene cierta excentricidad irresistible. Me gusta esa dispersión, que todo se vuelve más impredecible y raro.
Pero al mismo tiempo, esa multiplicidad de clubes de campeones nos informa de un segundo punto, que me puede gustar menos: la ausencia de un equipo que marca el tiempo. Esos equipos que crean hegemonía por haber ganado todo o casi todo, y por haberse mantenido despierto durante mucho tiempo. Esta era la boca de Toto Lorenzo y Bianchi’s. El río de Labruna (que no pudo ganar ningún título internacional) y el de Gallardo (que, en reversa, sufrió en los campeonatos locales). El independiente de 84. Los estudiantes de Bilardo and Way. Equipos de los que todavía hablamos, que quedaron en la memoria y, incluso a veces, ese recuerdo hasta el daño: los fanáticos de Boca, los programas partidistas, en vivo hablando de la boca de Bianchi, que sucedió hace 25 años. Ese fantasma (hermoso fantasma, por supuesto) hoy genera un clima de opresión, de angustia. A veces parece que Boca vivió en el pasado y no encontró su destino. La obsesión enferma con los Libertadores, que parece poner cualquier otra cosa en el fondo, es parte del peso de ese fantasma (por supuesto, los fanáticos de Boca no están enojados porque Boca no gana a los Libertadores, sino porque ni siquiera lo juega).
Estos no les gustan los autoritarios
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Volviendo al tema, que no hay, hace mucho, ningún equipo que marca el tiempo también habla de un cierto fútbol argentino. En campeonatos cortos o por eliminación por juego, con una pequeña ráfaga ganadora o suerte en las penalizaciones, es campeón. Y luego, como digo una cosa, digo la otra: al mismo tiempo que me gusta la dispersión, extraño la presencia de un gran equipo, de un equipo que marca el tiempo y al que todos quieren vencerlo. Las dos cosas me pasan al mismo tiempo, ¿qué se hará?