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Dejó “Yuyo” Noé, tendremos que asumir el caos y su muerte

Luis Felipe Noé se fue. Yuyo se fue, un artista generoso y fundamental de la cultura argentina. En medio del caos que envuelve cada existencia, durante el año pasado nos encontramos en su casa Atelier de San Telmo, donde en algunas entrevistas construimos un libro que pronto, espero ver la luz. Un libro que también, en su capítulo final, destiló sabor de despedida.

La idea de escribir el libro comenzó cuando asistí a una muestra de Yuyo en el Museo Nacional de Bellas Artes. No lo sabía, hasta que lo escuché de su propia voz. En un momento de la gira, se detiene frente a una de sus obras, y además de pasar, relata, con voz tímida y entrecortada, que había un momento en el que dejó de pintar porque había bloqueado, una crisis existencial que detuvo su posibilidad de crear.

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Y luego, por recomendación de un amigo psicoanalista, en 1971 comenzó una terapia. Y en el curso del tratamiento, dirigido por el Dr. Gilberto Simoes, en una de las sesiones se usó una hoja de escritorio y entre palabras comenzó a garabatear algunas formas. Sin el profesional propuesto, hizo de los dibujos un idioma, como los niños en terapia. Y lentamente el bloqueo, la crisis, se diluyó y Yuyo regresó al mundo de las artes.

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Cuando Yuyo contó ese evento, mi voz interior me ordenó: “Tienes que escribir esa historia: la del artista bloqueado que no puede continuar pintando y que va a un psicoanalista”. Ansioso, como suele ser el caso cuando se impone un proyecto, casi lo propuse el mismo día de la muestra; Pero no lo hice, reprimí un par de años.

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Y pasó el tiempo y con el implacable paso del tiempo, la pandemia, la muerte de mi madre, el futuro de la vida, otros proyectos, luces y sombras. Hasta que llegó el momento de intentarlo, en busca de esa historia del artista bloqueado y el efecto del psicoanálisis. Lo propuse. Y Yuyo, como un niño con un juguete nuevo, estaba inmediatamente emocionado. Y así, después de varias reuniones, se hizo el libro para venir. Incluso en una de las últimas reuniones, fantaseamos con la idea de la presentación, una presentación que, si sucede, será sin su presencia física.

En estos meses en Yuyo, la vejez y la enfermedad fueron condensados; O incluso más compleja, la conciencia de la vejez y la enfermedad que inevitablemente se refiere a la conciencia de la muerte. Ya no es las intermetencias de la muerte, que se conoce y se niega, sino esa obstinada presencia que insiste en diversas amenazas, con dolencias y golpes. Asumir el caos. Asumir la muerte.

Compartí con Yuyo, con sus cuidadores y su familia, esta vez marcada por el inevitable final. Permanecerá en mi memoria y en mi corazón todo vivió, los diálogos profundos, las risas y las pausas, sus obras definitivas y las inacabadas que se convertirán en parte de su trabajo completo a partir de hoy. Sus pinturas y sus escritos permanecen. Tenemos el recuerdo, esa otra forma de vida de nuestros muertos.

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