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Crónica personal de un viaje a la memoria y el horror

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Nunca imaginé que un viaje podría transformarse, en unos días, una experiencia tan intensa y difícil de procesar. Lo que, en principio, fue un viaje histórico y cultural se convirtió en una disminución hacia los rincones más oscuros de la condición humana. Quiero testificar lo que ha vivido, no solo como un ejercicio de memoria, sino también como un intento, falló, lo sé, para comprender la magnitud del horror que presencié.

Hubo una primera actividad en un museo, que prefiero no describirla, aunque también fue muy significativa y anticipada, prefiriendo centrarse en los recorridos:

Día 1: Varsovia – Cementerio Judío y Gueto

El primer día comenzó con la visita al cementerio judío de Varsovia. Desde entonces, la carga emocional era fuerte: lápidas de musgo, símbolos grabados que hablaban sobre vidas interrumpidas y una comunidad que alguna vez tuvo un pulso vibrante. Era inevitable pensar que esos nombres, esos apellidos y esas fechas eran solo la punta visible de un iceberg de historias rotas.

Estos no les gustan los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.

Capítulo I: Varsovia, Ciudad de Contrasts Extremes

Luego asistimos al reconocimiento in situ de la Varsovia Gueto (donde la población judía estaba alojada exclusivamente, por el mero hecho de tener tal condición), tanto el “niño” como el “grande”, y la ruta de comunicación que los unió por medio de un puente elevado. Me imaginé a las familias separadas, la mirada furtiva a través de ese puente, la sensación de estar rodeado en un espacio cada vez más pequeño. La historia que hasta entonces había leído y estudiada comenzó a tomar una forma física, tangible y abrumadora.

Día 2: Tykocin y Treblinka

Al día siguiente llegamos a Tykocin, un pequeño pueblo que aún conservaba las huellas de sus costumbres, sus antiguas casas, su sinagoga y su iglesia. Al caminar por sus calles tranquilas, sentí que podía escuchar los ecos de una vida comunitaria que ya no estaba allí. Pero el más fuerte, que me golpeó de repente y sin preparación, fue saber qué sucedió allí: los 2.500 judíos de la comunidad fueron llevados al bosque, y una vez allí, alineados de diez en diez, disparados, todos, sin excepción. Tres tumbas comunes mantienen sus restos.

No era solo escuchar los datos: era para mirar ese bosque, imaginar los gritos, el olor a pólvora, el silencio posterior. Estaba paralizado, sintiendo que el tiempo se detuvo.

Anselmo Torres es el rector de la Universidad Nacional de Río Negro.

Por la tarde visitamos Treblinka, el campo de exterminio al que se deportaron la mayoría de los judíos del gueto de Varsovia, junto con otros de diferentes países europeos. Hubo aproximadamente 870,000 personas asesinadas. Sin embargo, la figura, por abrumadora que sea, se vuelve secundaria a la conciencia de que cada número representa una vida, una historia, una ausencia.

Diia 3: Lub y Maxteen

En Lublin visitamos primero los cementerios judíos, el viejo y el nuevo, y luego el centro histórico, que en tiempos de ocupación se transformó en Gueto. El día cerró con la visita a Majdanek. Aquí, la experiencia me superó.

La primera imagen que me cruzó fue un cuartel donde se conservan las pertenencias de las víctimas: ropa, objetos, etc., y especialmente los zapatos. Y entre ellos, los zapatos para niños. Era imposible no pensar en mi Nieto Bautista. El mero hecho de imaginarlo en una situación similar me dejó sin aire, petrificado, sin la capacidad de reaccionar. Lloré en silencio, sin lágrimas podía brindar consuelo.

Capítulo II: no estábamos preparados

Luego, la gira, debo advertir que fue mucho más difícil para mí, culminada frente a una escultura que mantiene siete toneladas de cenizas humanas adentro. No hay teoría, no hay explicación, no hay un discurso que pueda cubrir lo que sentí en ese momento. ¿Cómo es posible tanto la deshumanización? No hay respuesta, es en vano buscarla.

Día 4: Auschwitz y Birkenau

Este último día fue la visita a Auschwitz y Birkenau. Allí, la deshumanización alcanza otro nivel: la industrialización de la muerte. Tecnología, logística y organización puesta al servicio de exterminio. Todo más grande, más sistemático, más simbólico. Sin embargo, tal vez debido al agotamiento emocional de los días anteriores, no me afectó de la misma manera. No era indiferencia: era un estado de saturación, de límite alcanzado.

Campamento de concentración de Auschwitz.

A modo de reflexión final

En cuatro días entendí que la teoría, como es rigurosa, nunca suficiente para dimensionar lo que era el Holocausto, también conocido como Shoah, cuya traducción del hebreo es catástrofe, destrucción o calamidad. Observar, ir, estar en el lugar, es otra cosa. Y aun así, el Vivido sigue siendo inacudible. Escuchar los testimonios de las víctimas nos acerca, pero nunca nos permite entrar por completo en esa dimensión.

A esta descripción, creo que apropiado señalar que, aunque los judíos eran las víctimas, también eran otras minorías, como los homosexuales, los testigos de Jehová, los oponentes políticos discapacitados, los negros que vivían en Alemania o países vecinos y el pueblo romano, de los cuales más de 500,000 fueron asesinados. Una ciudad que, todavía hoy, todavía no protege, reconoce y respeta. Todos ellos fueron perseguidos y discriminados contra la pureza racial y la grandeza de Reich.

Esperemos que la enseñanza de los horrores cometidos a favor de esas ideas nos guíe, incansablemente, en la búsqueda de una discriminación más justa y sin discriminación.

*Anselmo Torres es el rector de la Universidad Nacional de Río Negro.

Teniente

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