Comunicarse ¿está gobernando? | Perfil

La frase “comunicarse está gobernando” condensa las enseñanzas de El Magician de Kremlin, la novela escrita por Luciano da Empoli que, según se dice, sirve como inspiración para los principales asesores presidenciales. Según esta ideología, la política ya no sería el arte de lo posible, pero el arte de hacer creer que lo imposible es real.
El éxito de un gobierno no dependería en primera instancia de la efectividad de sus acciones concretas, sino de su capacidad para moldear la percepción colectiva mediante la difusión de historias ficticias y la reproducción de retóricos sentimentales. En esta clave, la masividad y el borrador de los mensajes del gobierno dependerían del uso de idiomas simplificados que no admitan matices, y del atractivo continuo a las emociones movilizadas como el miedo, el desprecio, el asco y el odio, siendo este último el vector de todos los demás.
Javier Milei publicó un mensaje contra un niño de 12 años con autismo y críticas
Estos no les gustan los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.
Nadie duda de que la dinámica de los medios gane o pierda elecciones. También entendemos que en nuestro modelo de democracias del siglo XXI, las campañas proselitistas son una constante que ocupa todo el tiempo y todos los lugares. Ninguna persona o grupo que tenga pretensiones de poder descuidar la comunicación, en ningún momento y bajo ninguna circunstancia.
Pero vale la pena preguntar: esta importancia aparentemente superlativa de los dispositivos de prensa, ¿persiste en la dimensión funcional del gobierno y el realpolitik? ¿Se mantiene al implementar medidas concretas que afectan los destinos colectivos, como definir presupuestos, establecer recortes, contratar deudas, promover el blanquecino, reprimir las protestas sociales, negociar facturas, modificar aranceles aduaneros, ampliar los poderes administrativos, eliminar las subsidios, etc.?
¿Pueden las estrategias de comunicación funcionar como el único sustento para el que se aprovechan las decisiones de un gobierno y de las cuales se promueven las reformas para ellos?
¿La importancia superlativa de los dispositivos de prensa persiste en Realpolitik? ¿Permanece al implementar medidas concretas que afectan los destinos colectivos, como establecer recortes, ebullición, reprimir las protestas sociales, eliminar los subsidios, etc.? “
La comparación entre dos noticias recientes nos ayudará a buscar respuestas a estas preguntas.
El 18 de mayo, después de saber que el ex presidente estadounidense, Joe Biden, sufre de cáncer de próstata avanzado, Donald Trump publicó el siguiente mensaje en X: “Melania y yo nos entristecemos al descubrir el reciente diagnóstico médico de Joe Biden. Enviamos nuestros saludos más cálidos y sinceros a Jill y la familia, y deseamos a Joe un aviso y exitoso recuperación”. No habría nada particular en esta declaración, si no fuera porque tanto los Trumpistas como los Anti-Trumpistas esperaban algo muy diferente.
Para dar una idea sobre lo que imaginaron que Trump podría decir en una circunstancia similar, es suficiente observar sus reacciones: asombrado, extraño, poco menos que desorientado, los políticos y los periodistas derecha salieron a destacar en todos los medios de comunicación que era “una declaración muy educada”, “un deseo muy amable”, y también “una respuesta muy humana”. Incluso más de un representante de la genuflexión del Partido Demócrata agradeció públicamente al presidente por su “gesto humanitario”.
Cabe señalar que Trump no agregó ninguna aclaración posterior y sabía cómo mantener su compostura. Pero solo por unas pocas horas. A la mañana siguiente, durante una conferencia de prensa en el Salón Oval, dijo: “Me sorprende que este diagnóstico no se haya hecho público hace mucho tiempo, porque (un cáncer) alcanza su fase avanzada, lleva mucho tiempo”, lo que implica que Biden estaba al tanto de su condición durante la última campaña presidencial y oculta la información para no dañar sus posiciones electorales.
No es una palabra de alivio para aquellos que lo precedieron en su posición en un momento tan delicado. No es un mensaje de contención para su familia. Ronda sin reparaciones a la normalidad despiadada y bestial. La versión humanitaria de Trump duró menos de un día.
Entonces, ¿qué representaba ese mensaje en X que contenía “solo” un deseo sensible de recuperación rápida para una persona gravemente enferma, sin burlas, sin insultos, sin crueldad? Un sentido común, un lapso, un Glich que finalmente no afectó el funcionamiento del aparato de comunicación trumpista.
Violencia de género: alerta por la “negación” del gobierno y la necesidad urgente de políticas públicas
Pero por un breve que haya sido, que los Lapsussirvised para mostrar, por el rechazo, cuán habitual se ha vuelto la circulación de la crueldad discursiva. Y también cuán acostumbrado a esa crueldad está el público estadounidense, antes de cuyo aspecto es un gesto de coherencia empática por parte de su principal líder político es inesperado y sorprendente.
A partir de estos parámetros, podríamos decir que las cosas aquí en Argentina son las mismas, pero peor. Estamos constantemente expuestos a un discursivo mareado de burlas, agresiones e incitación a la violencia, sin ningún lapso, pausa o excepción. Y que, durante las últimas semanas, el presidente Javier Milei no carecía de oportunidades para sorprendernos con posibles gestos de compasión inesperados.
La comunicación no está gobernando. No es suficiente distorsionar o manipular la percepción colectiva para que los hechos aberrantes toleraran “
Las protestas y reclamos que surgen en respuesta a los recortes en el presupuesto de salud pública, ajustes que desmantelan el funcionamiento de las áreas tan sensibles como la atención a los niños con discapacidades o con enfermedades oncológicas, no llegaron a Milei y sus anfitriones. Por el contrario, les permitieron empujar la barra de lo posible en un nivel aún más bajo.
Deberíamos alarmarse de que el presidente de un país responda la burla dirigida a un niño de 12 años con un diagnóstico de autismo. Aclarar que este niño no es militante de ninguna fuerza política limita con el canal involuntario. No importaría si fuera así. Repito la palabra por palabra la misma descripción: es un niño de 12 años con un diagnóstico de autismo, es decir, una persona que requiere un cuidado especial. No se debe agregar otra aclaración ni ningún otro condicional después de eso.
Argentina violenta
Pero deberíamos ser mucho más que este hecho no nos sorprende, pero que se espera que la racionalidad que se manifiesta se ha vuelto inteligible, que nos hemos acostumbrado a tal nivel de infamia.
Es hora de reanudar la pregunta planteada anteriormente: ¿Es para comunicarse? Me atrevo a una respuesta: no. La comunicación no está gobernando. No es suficiente distorsionar o manipular la percepción colectiva para lograr hechos aberrantes. Si bien el humano es un ser simbólico, al final del día, las historias ficticias y la retórica sentimental no enseñan conocimientos básicos a los bebés, no se preparan para el mundo del trabajo, no curan a los enfermos, no alimentan a los hambrientos.
Sin embargo, el aparato de comunicación cumple con un papel importante para que una catada tal como puede gobernar como gobierna. En sus formas y en su contenido, la comunicación que practican funciona sobre la sensibilidad para hacerlas cada vez menos permeables, y establece una superficie dentro de la cual se pueden generar las condiciones de aceptabilidad para la implementación efectiva de medidas inhumanas, como recortes en la provisión de medicamentos, subsidios por discapacidad, tratamientos de cáncer y un largo y doloroso, etc.
Y los medios que funcionan como una caja de resonancia de estas prácticas discursivas, no solo legitimándolas sino también replicándolas y amplificándolas, también son una condición de este fenómeno doloroso.
Será fundamental, frente a nuestro futuro más inmediato y más urgente, reafirmará los sentidos y valores que articulan nuestra coexistencia para reinstalar la demanda de sensibilidad social básica y para restaurar, con un accidente cerebrovascular grueso y determinado, la frontera que separa la aberración aceptable.