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Advierten sobre un aumento preocupante en el uso de la escopolamina en los ataques de “viudas negras”

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Williams Quispe Quenta, un veloz de 19 años, fue encontrado sin vida en su casa en Ciudadela después de ser drogadas y agredidas por tres mujeres que se habían reunido con su grupo de amigos en una bolera. El episodio, que terminó en tragedia, nuevamente encendió las alarmas sobre una modalidad criminal que no deja de crecer en el país: las “viudas negras”, que ahora usan drogas como la escopolamina para seducir, dormir y robar sin dejar rastros.

Para Daniel Adler, ex miembro de la Unidad Golani de las Fuerzas Especiales del Ejército de Israel y el especialista en seguridad internacional, lo que está sucediendo es algo que ha estado sucediendo hace varios años en otros países de América Latina y advierte sobre el uso recurrente de esta droga. “El aumento de las viudas negras se debe al hecho de que la escopolamina se está utilizando, o Burundanga, como se dice en la jerga. Es una droga muy problemática porque su rastro se pierde en la sangre y causa amnesia temporal”, explica.

El caso de Ciudadela, bajo la investigación del UFI No. 1 de San Martín, no es un evento aislado. Según Adler, este tipo de crimen comenzó a crecer exponencialmente en Argentina durante 2023, en línea con otros países como Colombia, Perú y Chile, donde el uso de escopolamina para crímenes sexuales y de extorsión se ha conocido durante años. “La escopolamina está penetrando en Argentina y se agudiza cada vez más. Es cuestión de tiempo para que el fenómeno se expanda aún más”, advierte en un diálogo de perfil.

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La droga en cuestión tiene una característica que lo hace ideal para el crimen: inhibe la voluntad sin causar pérdida de conciencia. “La persona de Scopoaminada permanece despierta, pero pierde el control de sus decisiones. El depredador puede decir: firmar un cheque, muéstrame dónde están las joyas o tienen que tener actos sexuales conmigo mientras otras personas filman. Todo lo que sucede y la víctima no recuerda nada”, dice Adler.

Pero no termina ahí. Adler revela que en muchos de estos casos, además del robo y el abuso sexual, hay una segunda fase del crimen: la extorsión. “Hay muchas víctimas que luego están chantajadas para pagar mensualmente para que los videos grabados durante el estado de escopoaminación no sean difundidos. Es un crimen muy frecuente en Argentina y muy silencioso”, reconoce.

La falta de memoria, el miedo, la vergüenza, la dificultad para reconstruir lo que sucedió: todo eso genera un efecto devastador en la posibilidad de queja. “Solo uno de cada cien casos sale a la luz. Y aquellos que se conocen generalmente están en el que hay un cuerpo, porque ese cuerpo no puede estar oculto”, dice Adler. Y en el resto de los casos, todo se pierde en lo que él llama “las figuras negras de inseguridad”.

Las viudas negras también usan dropperos de drogas como Clonazepam o Rivotril en gotas. El efecto también es rápido. El especialista no duda en calificar a los delincuentes que cometen estos crímenes como “psicópatas, maníacos, perverso que reservan a la persona”. “No les importa si la víctima termina con secuelas muertas o permanentes. De hecho, muchas veces la lastiman a propósito”, dice.

Los efectos de la escopolamina no terminan cuando el efecto bajo. Adler advierte que puede causar problemas cognitivos a largo plazo, como depresión, ataques de pánico o trastornos de ansiedad. Y menciona síntomas concretos que deberían actuar como signos de alerta: “La boca seca, la visión borrosa, la somnolencia, la oxidación, la dificultad para orinar, la taquicardia y una desorientación inicial que ocurre entre el primer minuto y la primera media hora, cuando la persona es absolutamente escolinada”.

Dado este panorama, el experto plantea dos propuestas para reducir el crimen. Por un lado, el fortalecimiento de una inteligencia policial más activa. “Es esencial capacitar a las unidades policiales para infiltrarse en el tazón, los cafés, los casinos, donde estos ataques ocurren más. Con las quejas anónimas y el trabajo encubierto, eliminamos este problema en Ecuador en menos de 90 días”, dice.

Y por el otro, contrainteligencia civil: capacitación comunitaria para reconocer actitudes sospechosas, leer el lenguaje no verbal de los agresores, identificar patrones. “Entrenamos vecinos, maestros, parroquias, escuelas. Enseñamos a advertir cómo eligen a sus víctimas, cómo se visten, qué colores usan, cómo hacen la inteligencia previa. Todo lo que puede marcar la diferencia”, dice.

Aunque los casos más conocidos involucran a mujeres que atacan a los hombres, Adler insiste en que no es una práctica exclusivamente femenina. “Hasta ahora, lo que se sabe es la figura de las viudas negras, pero el crimen organizado es usar escopolamina en muchos otros actos: extraer información, extorsionar a los comerciantes, cometer crímenes en diversos contextos”.

En su mirada, la expansión de este fenómeno es solo la punta de lanza de una nueva era criminal en la región. “Toda América Latina se enfrenta a una nueva era criminal. Es cuestión de tiempo para que la escopolamina se extienda aún más, de modo que el tren Aragua golpee aún más fuerte, de modo que el crimen de extorsión se impregna en todo el país. Es por eso que el Ministerio de Seguridad debe ser más agudo, más creativo, más disruptivo”, concluye.

El perro fue asesinado

RP

Los casos se repiten casi a diario. En las últimas horas, uno trascendió uno que ocurrió en la ciudad de Temperley: un hombre de 75 años fue drogado y devaluado por una joven que también apuñaló a su perro durante el ataque.

A diferencia de otros episodios, en este caso la víctima fue seducida por un pasajero. El hombre la invitó a cenar y, después de compartir la comida, la joven le ofreció café. Minutos después, perdió conocimiento.

Con la víctima indefensa, la mujer abrió la puerta a su banda que entró en la casa y tomó dinero, ropa, documentación y llaves del vehículo. En medio del robo, el grupo también mató al perro del hombre.

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