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No nos enfrentamos a un 1945

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La semana política podría sintetizarse a través de cuatro eventos que ocurrieron con la confirmación de la Corte Suprema de la sentencia sobre Cristina Kirchner.

Eran casi simultáneos: a) la decisión de Myriam Bregman de ir a la Casa del ex presidente para mostrar su solidaridad a lo que consideraba una resolución injusta; b) el cierre de la intervención de José Luis Espert en la UCA con insultos no solo para CFK, sino también para su hija; c) Y quizás el más relevante: el informe dado por Elisa Lilita Carrió al periodista Joaquín Morales Solá, que constituía una especie de lección de cortesía y empatía (https://www.youtube.com/watch?v=enst-xidudw); d) La clase dada por el periodista Esteban Trebucq sobre cómo el ex presidente debe usar la ankillera. Si el anterior era una lección, constituye algo así como un símbolo. La sociedad debería escribir la novedad de algunas reacciones (que trascienden el ideológico, y este es el punto) y la continuidad y exacerbación de otras, que curiosamente están más relacionadas con el gobierno.

2. Obviamente, las reacciones antes mencionadas no fueron las únicas: Pablo Avelluto hizo un hilo de tweet en el que usó la misma idea de Carrió: lo que sucedió, entre muchas otras cosas, es triste. Además, desde el lado del kirchnerismo, sorprendió (¿sorprendió?) La insinuación del senador Anabel Fernández Sagasti de que la sentencia se debió al desarrollo de las elecciones en la provincia de Buenos Aires, entre otras reacciones de los sectores más intensos del peronismo que fueron superados por el gesto de la unidad que siguió a los siguientes días.

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3. Aun así, por un lado y el otro de la polarización, hay problemas para tomar nota. Por un lado, en todo el procedimiento, la justicia mostró su debilidad institucional, su carácter de “familia” y, sobre todo, la aparición de una barra doble. No siempre actuó como en este caso y no parecería que la actitud actual del poder judicial fuera la misma actitud en las causas cercanas a Mauricio Macri. Por otro lado, también deberían tenerse en cuenta al menos dos cosas: Cristina nunca terminó explicando su vínculo con Lázaro Báez (un enlace que fue aún más intenso mientras gobernaba a Nérchner) y, sobre todo, no nos enfrentamos a un 1945.

4. En 45, el arresto de Juan Perón motivó una reacción popular histórica no publicada: un movimiento ascendente que tenía mucho volcánico. Alguien tan sensible al movimiento electoral como Jaime Duran Barba dijo que los actos de la semana pueden terminar unificando el peronismo y, sobre todo, dañar la construcción electoral de la libertad progresa y millai. Y, aunque todavía es necesario ver qué sucederá desde el miércoles 18, no hay duda de que la reacción a la convicción y la descalificación controvertida de la vida, es posible detectar al menos dos síntomas.

5. El primero fue señalado por el periodista Marcelo Falak: el peronismo todavía sufre del síndrome postraumático de derrota frente a las ideas extremas de Javier Milei (y su consiguiente crisis de representación de los sectores populares de la sociedad). El segundo síntoma fue detectado por el sociólogo Enzo Traverso, alguien que estudió en profundidad el futuro del ultra derecho y su consiguiente eco en los progresistas. Su libro más emblemático es la melancolía de aliento. Es difícil catalogar el kirchnerismo ya que el progresismo de la “izquierda” y la oposición viven una especie de melancolía crónica: el dolor de lo que es y el de lo que no podría ser. Mientras Espert avanza, mientras la ira prolifera, la respuesta de cierto sector de la sociedad es la tristeza, la melancolía.

6. En otro de sus textos, hablando de la ultra derecho, Traverso dice que una posible oposición sería lo que podría definirse como un populismo inclusivo. Él dice: “Lo que sin duda podría volver al posfascismo sería un populismo de la izquierda, ni xenófobo ni regresivo; un populismo que defendió el bien común contra los privilegios de una élite voraz que ha remodelado el mundo a su imagen; un populismo capaz de defender las culturas nacionales para integrarlos en el mundo vaso en lugar de llevar a los muros”.

7. Quizás el peronismo debería encontrar sus llaves en ese camino y su reflejo en Lula León Herbivoro (si se nos permite la imagen peronista) que hizo un frente muy ancho cuando dejó la prisión.

8. La tristeza es un hecho. La pasión es otra. Ernesto Laclau, el teórico del peronismo, revisó mucho del carácter libidinal del vínculo del líder, el líder en este caso, del vínculo de amor, en su libro The Populist Razon. Allí estudió mucho sobre ese amor que Sigmund Freud habló en política. Aquí puede haber un punto de partida transideológico.

9. El filósofo Eugenio Trías escribió el libro tratado de pasión. Allí dice que “puede ser Spinoza quien, de una manera más consciente y manifiesta, evidencia que la ideología espontánea del filósofo y le da la forma racional más virgen, terminada y perfecta. En su ética, intenta y perfecta, del sufrimiento de la condición de que todavía tiene a nivel del modo finito, hasta que se demuestra como algo intelectual y racional”.

10. Hay otro libro que describe no solo Argentina sino también el tiempo que vivimos. Esta es la era de las pasiones tristes, de François Dubet. Dubet también regresa a Spinoza. Y sostiene que la ira es el símbolo del tiempo, mejorado por las redes. Dubet cree que romper la lógica de las pantallas y volver a la de los enlaces, la conversación, el diálogo, es un camino. El peronismo parece haber logrado avanzar en la unidad o, al menos, posponer la división o fractura. La tarea pendiente de toda la oposición es dar otro paso: salir del shock y la melancolía. Encuentra no solo tus líneas, sino también tu Geraldo Alckmin.