El miércoles 7 de mayo, el Vaticano será el centro del mundo católico nuevamente. Comienza oficialmente el cónclave que buscará elegir al sucesor del Papa Francisco, quien murió el 21 de abril. Habrá 133 votantes que, desde la Capilla Sixtina, participarán en el proceso más cerrado y solemne de la Iglesia, bajo un estricto protocolo de secreto y aislamiento.
El ritual, cargado de historia y simbolismo, marca un momento decisivo para el catolicismo global. Bajo los frescos de Miguel Ángel, los votantes, todos menores de 80 años, deben llegar a un consenso que trasciende lo espiritual y también toque lo geopolítico: el nuevo pontífice tendrá que enfrentar una iglesia en la crisis interna, con escándalos aún latentes, y en un mundo cruzado por guerras, tensiones diplomáticas, inequalilidades y secularización.
Un cónclave con acento latinoamericano
Con representantes de 71 países, la votación que viene tendrá una notable presencia latinoamericana. De los 133 votantes, 23 pertenecen a América Latina, con Brasil, Argentina y México entre los más peso. En total, el 80% de los votantes fueron designados por el propio Francisco, lo que predice una posible continuidad con su visión pastoral, reformista y social.
Argentina estará representada por los Cardenales Mario Poli, Víctor Manuel Fernández, Vicente Bokalic Iglic y Ángel Rossi. Brasil, con siete miembros, será la delegación regional más numerosa. Cardenales de Chile, Colombia, Cuba, México, Perú, Uruguay, entre otros países del continente.
La composición del cónclave refleja la influencia que el Papa Francisco logró construir durante su pontificado, con citas que buscaban descentralizar el poder del Vaticano y promover voces del sur global. La expectativa es que esta marca permanece, al menos en la primera ronda de votación.
Un sistema de aislamiento total y secreto absoluto
Durante el proceso, los Cardenales seguirán siendo incomunicados en la residencia de Santa Marta. No tendrán acceso a teléfonos, internet o medios de comunicación. El fracaso para cumplir con estos estándares puede conducir a una excomunión automática. Los votos se realizarán dos veces por la mañana y dos en la tarde, hasta que un candidato obtenga los 89 votos necesarios (dos tercios del total).
Cada ronda que no está de acuerdo se comunicará a través del humo negro tradicional. Cuando finalmente se elige el nuevo pontífice, un fumar blanca dejará la chimenea de la Capilla Sixtina, señalando al mundo que hay un nuevo papa.
El secreto del procedimiento evita saber cuánto se puede extender. Si después de tres días no hay otra opción, el cónclave se suspende algún día por oración y reflexión.
¿Continuidad o giro doctrinal?
Aunque el Espíritu Santo se invoca como la guía principal del proceso, los analistas no descartan la especulación sobre posibles nombres. Entre los favoritos, se mencionan figuras de perfil progresivas como el filipino Luis Tagle, el italiano Matteo Zuppi o el Luxemburgo Jean-Claude Hollerich. También aparecen nombres de otras regiones, como Ghanaés Peter Turkson o American Joseph Tobin.
Más allá de los candidatos, el debate interno gira en torno a un dilema central: si la iglesia mantendrá la línea pastoral de Francisco, marcada por la apertura a los sectores excluidos y una visión política de problemas globales, o si se inclinará hacia un perfil más tradicional y conservador.
El legado de Francisco y el papel latinoamericano
La elección del nuevo Papa será, en última instancia, un mensaje para el mundo. Lo que se define en el Vaticano no solo afecta la fe de millones de personas, sino también en agendas políticas como el medio ambiente, la lucha contra la pobreza y los derechos humanos. En ese tablero, la voz de los cardenales latinoamericanos podría ser decisivo.
El fallecido Francisco, primer papa latinoamericano, imprimió su sello a una iglesia que buscaba estar más cerca de los pobres y más críticas al poder económico. Queda por ver si su sucesor consolidará ese camino o marcará un descanso. El resultado del cónclave sin duda tendrá una resonancia global.