En un nuevo escenario de correspondencia, la empresaria estaba entre las sábanas, justo después de un comentario audaz del cantante.
El sol comenzó a caer y la luz entró en la penumbra a través de las cortinas de Ajar. En el centro de la escena, Wanda Nara, piensas en una sábana blanca, mira la cámara. La imagen apareció en sus historias de Instagram como una postal íntima, sin filtros ni artificio, con una breve frase que suena como una trinchera: “La siesta no es el negocio. Fan”. No es solo una confesión de rutina. Es una declaración de principios. Y tal vez, un mensaje que en realidad está dirigido a una sola persona.
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Ese mismo miércoles por la tarde, a unas horas de distancia, L-Gagan o Elián Valenzuela, como aparece en su documento, había publicado una imagen desde una sala de estar, con el torso desnudo, cubierto por una toalla blanca y un pie fotográfico que dejó la interpretación abierta: “La tarde alta es la siesta … la siesta te deja”. Una frase ambigua. O una provocación. Porque en el universo virtual han compartido durante más de un año, ninguna publicación es inocente.
Wanda Fan de la Niesta
Después de un mareo tan vertiginoso como los medios, los protagonistas de esta historia dijeron, hace solo unos días, que la relación había terminado. Sin embargo, los hechos narran algo más. La sinfonía de fotos, frases y reacciones continúa componiendo un puntaje compartido. Si hubiera adiós, solo era formal. El vínculo, ser amor, deseo o estrategia, sigue siendo latiendo en cada publicación, y lo saben.
Wanda, quien recientemente regresó de Brasil, donde grabó un videoclip todavía en secreto, tuvo días intensos de producción. Pero este miércoles eligió detenerse. La cama, el resto, el cuerpo. No fue solo una siesta. Fue una escena cuidadosamente elegida para generar impacto. Porque la empresaria no improvisa: cada gesto es parte de una narrativa visual y emocional que ella misma maneja con precisión quirúrgica.
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En las redes sociales, la imagen pronto se volvió viral. Los comentarios se multiplicaron como en una plaza pública. Y está el juego: no importa si están juntos o no. Importa que continúen hablando con imágenes, frases, cuerpos. Con su propio idioma que mezcla Cumbia 420, códigos europeos de lujo y digitales. Un juego donde nadie termina en absoluto.
De hecho, en las últimas horas, la multitud de la arena de Movistar saltó al ritmo del cuarteto cuando, sin anuncio previo, L-Gago entró en escena durante el Good Ulises Show. Por lo tanto, Cumbia 420 Idol tomó el micrófono. El estadio tembló.
L-Sex
El tema elegido fue “I Di’t Change”, una colaboración entre él, Ulises Bueno y el Grupo Desakta2. No era solo una canción. Fue un manifiesto. Al comienzo de su parte, con un grito que resonó en las gradas, lanzó un nombre que lo persigue como una larga sombra: “¡Wanda!” No fue un error. No es una broma. Fue un hechizo. De hecho, aparece en la versión grabada, y por lo tanto su antiguo compañero flotó como un espectro sobre cada palabra que siguió.
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“Camino, con amigos que siempre todavía están todavía. La bruja sabe que no soy un santo. Y si no cambio, tengo un cambio”. Lo dijo con los ojos clavados en la multitud, como si cada verso fuera una línea directa con él. El público entendió. Respondió con un rugido entre confesión y provocación.
Pero la noche no se quedó allí. Minutos después, con el mismo equilibrio, se apropió del escenario con una versión de cuarteto de uno de los temas más íntimos de su carrera: “Antes de irme”, dedicado a Wanda e incluida en su álbum Cell 4. Fue un giro inesperado. El ritmo mutado, y con él, el tono. Bajo una luz tenue que cortó el perfil, cantó con voz lesionada, como si cada estrofa tomara algo.
Fin del amor? ¿O solo un capítulo más de una historia que se sigue escribiendo en una clave pública? En el mundo de Wanda Nara, las finales nunca son lo que parecen. Y en el mundo de la concesión L, las siestas tampoco.