DR. Estrangelo
★★★ ½
CTC. 150 minutos. En cines
La última excursión de Armando Iannucci a las regiones más locas del mundo político está aquí. El hombre que nos trajo la muerte de Stalin ha revivido el clásico absurdo de Stanley Kubrick, el Dr. Strangelove o cómo dejé de preocuparme y aprendí a amar la bomba, juzgando con razón que su marca particular de locura está en sintonía con nuestros tiempos.
Desde la izquierda: Oliver Alvin Wilson, Steve Coogan y Dharmesh Patel en la versión de Armando Iannucci sobre el Dr. Strangelove. Crédito: Manuel Harlan
Él y el director y coguionista Sean Foley lo han producido como una obra para el Teatro Nacional de Gran Bretaña y la versión filmada de una de sus actuaciones del West End se encuentra en los cines como parte de la serie NT Live.
Steve Coogan, el colaborador de Iannucci sobre la serie de televisión británica satírica con Alan Partridge, está elegido en los papeles originalmente interpretados por Peter Sellers, incluidos tanto Strangelove, un ex científico nazi, y el presidente de los Estados Unidos, a quien a Strangelove le gusta llamar “Mein Fuhrer”. Los viejos hábitos mueren duro.
Como puede ver, la sutileza nunca fue parte del atractivo de la película. Sus caricaturas son amplias, al igual que sus bromas, pero presenta una exhibición magistral de caos coreografiado en movimiento por Jack D. Ripper (John Hopkins), un general trastornado estadounidense que está a punto de enviar un escuadrón de B-52 a Rusia con órdenes de lanzar una bomba nuclear. Un hombre de muchas obsesiones, el General Ripper ataca una nota contemporánea con su creencia de que la fluoración del agua es un complot ruso destinado a robarlo y otros machos machos similares de sus “fluidos corporales naturales”.
Ripper está a cargo de una base de la Fuerza Aérea de los EE. UU. En Gran Bretaña cuando toma su decisión trascendental y la primera persona en escuchar sobre ella es el Capitán del Grupo Mandrake (Coogan Again), un inglés inglés y muy inglés que logra contactar al Pentágono. Un embrague de generales de cinco estrellas comienza a caer uno sobre el otro en sus esfuerzos competitivos para encontrar el código de retiro nuclear y evitar el fin del mundo.
El teatro filmado es un híbrido extraño. No importa cuán ingeniosamente se dispare, te deja sentir bastante alejado de la acción. No obstante, Strangelove es, en esencia, tan exagerado que la teatralidad es parte de la experiencia. Nos movemos entre la base británica, la sala de guerra del Pentágono y uno de los B-52 y en cada lugar, la persona más loca presente es obtener la ventaja. El B-52 tiene un piloto entusiasta de llevar a cabo su misión a pesar de las protestas de su tripulación.
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