Sardar Abdul Khaliq Wasi
La historia de las relaciones entre Pakistán-India está marcada por la tensión, las guerras y la persistente desconfianza mutua. Desde la partición de la India en 1947, India nunca ha reconocido completamente a Pakistán como un estado soberano. Su ocupación usurpada de Cachemira, presiones sobre disputas acuáticas, intervenciones a través de Afganistán e interferencia en los asuntos internos de Pakistán han complicado continuamente esta relación. En tiempos contemporáneos, India ha adoptado una estrategia coordinada y encubierta contra Pakistán, a la que se hace referencia en términos militares como una guerra de poder. Esta guerra no se libra en los campos de batalla convencionales, sino a través del apoyo financiero y militar a los grupos terroristas, el estímulo de los movimientos separatistas, la promoción del sectarismo y la propaganda de los medios dentro de Pakistán. Pakistán ha destacado repetidamente al mundo que la agencia de inteligencia india Raw es el principal impulsor de esta guerra de poder. Financiar terroristas, suministrar armas y municiones e incitar a los grupos locales son las tácticas centrales de la India. El arresto de Kulbhushan Jadhav, junto con sus declaraciones confesionales, proporciona evidencia concreta de los esfuerzos directos de la India para desestabilizar a Pakistán desde adentro. Esta guerra ha infligido inmensos pérdidas humanas y financieras en Pakistán. Durante dos décadas de operaciones antiterroristas, más de 90,000 civiles paquistaníes y personal de seguridad han sido asesinados o heridos, mientras que la economía ha sufrido pérdidas superiores a $ 15 mil millones. Los desafíos económicos en curso, la inflación y la incertidumbre en el país están profundamente arraigados en las consecuencias de este conflicto de poder. En medio de este complejo escenario, el mariscal de campo Syed Asim Munir se ha convertido en un líder militar decisivo. Al asumir el mando, dejó en claro que Pakistán no toleraría ningún terrorista ni facciones extremistas. Aprovechando sus antecedentes de inteligencia, posee una visión profunda de las estrategias y redes enemigas. Bajo su liderazgo, las operaciones a gran escala en Khyber Pakhtunkhwa y Baluchistán han eliminado a los terroristas y han incautado cantidades sustanciales de armas y municiones. Según el informe de ISPR con fecha del 9 al 10 de septiembre de 2025, tres operaciones separadas basadas en la inteligencia en Khyber Pakhtunkhwa dieron como resultado la eliminación de 19 terroristas. Estos individuos estaban vinculados a las redes proxy respaldadas por la India denominadas “Fitna-e-Khawarij”, y se recuperó un caché significativo de armas y explosivos de su posesión. El ejército de Pakistán ha enmarcado estas operaciones no solo como maniobras tácticas sino como una yihad conceptual, reconociendo que los terroristas representan una mentalidad corrupta en lugar de grupos aislados, uno que difunde el caos bajo la apariencia de religión. Esta yihad contra Fitna-e-Khawarij subraya que la guerra se libra no solo contra las armas del enemigo sino también contra la ideología que busca debilitar el estado explotando mentes inocentes. La guerra de representación de la India también se ha manifestado a través de intentos manifiestos de atribuir incidentes terroristas a Pakistán. Eventos como el ataque de Pulwama y el incidente de Pehlgam se vincularon públicamente con Pakistán, a pesar de que la evidencia apuntaba a la infiltración transfronteriza y las redes radicalizadas que operan de forma independiente. Del mismo modo, la operación de Sindhore destacó los intentos de la India de manipular las tensiones locales y culpar a Pakistán. En cada caso, Pakistán respondió decisivamente a través del intercambio de inteligencia, la preparación militar y las medidas de aplicación de la ley, asegurando que no hay una escalada fuera de control. Estos episodios demuestran que, si bien los adversarios pueden intentar provocar o enmarcar Pakistán, cualquier intento futuro de explotar tales eventos encontrará a Pakistán firmemente preparado, sin dejar espacio para que los actores externos manipulen o intervengan, y cualquier movimiento agresivo se cumplirá con medidas defensivas calculadas y efectivas. El mariscal de campo Syed Asim Munir ha enfatizado repetidamente que el terrorismo final no se puede lograr únicamente a través de la fuerza. Proporcionar a los jóvenes educación, empleo y oportunidades constructivas es tan crucial como la acción militar. En consecuencia, las instituciones estatales fomentan activamente la cohesión social y la unidad nacional. Esta es una lucha nacional en la que cada ciudadano, grupo de la sociedad civil, medios de comunicación, organismo judicial, líder religioso y institución educativa juega un papel vital. El liderazgo político de Pakistán también es experimentado y estrechamente alineado con los militares. El líder Muhammad Nawaz Sharif sigue siendo la piedra angular de la resiliencia política. El primer ministro Muhammad Shahbaz Sharif trabaja incansablemente para estabilizar la economía y fortalecer la gobernanza, mientras que el viceprimer ministro y ministro de Relaciones Exteriores, Ishaq Dar, representa la postura de Pakistán efectivamente en la etapa internacional. El Ministro de Planificación, Ahsan Iqbal, se centra en el desarrollo y la estabilidad económica. Esta alineación ha fortificado la unidad nacional, que sigue siendo la mayor fortaleza de Pakistán. Esta no es simplemente una guerra del ejército o el gobierno, es una lucha para la supervivencia de todos los pakistaníes. Cada conspiración, ataque terrorista y ideología extremista constituye un asalto al futuro colectivo de la nación, y la única defensa efectiva es la unidad y la vigilancia. La gente de Gilgit-Baltistan y Azad Jammu y Cachemira han soportado décadas de circunstancias desafiantes y son plenamente conscientes de sus responsabilidades nacionales. No participarán en ninguna campaña que beneficie al enemigo, sin embargo, el gobierno debe evitar provocar disturbios públicos. Bajo el liderazgo del primer ministro Choudhry Anwar Haq, las administraciones locales en Azad Jammu y Cachemira están manteniendo activamente la ley y el orden mientras salvaguardan los derechos de los ciudadanos. Cuando se producen retrasos en el establecimiento del control, las instituciones nacionales a menudo están involucradas, pero se debe preservar la confianza pública. Si bien se afirman con frecuencia las afirmaciones de autoridad moral y ética, la realidad es que ciertas decisiones políticas han contribuido a los disturbios. La necesidad apremiante ahora es priorizar el diálogo sobre la confrontación y la conciliación sobre el conflicto, asegurando así la confianza pública y evitando cualquier pérdida de vidas o propiedades. El Consejo Supremo en Gilgit y el Comité de Acción en Azad Jammu y Cachemira deben ejercer su derecho a protestar de manera responsable, sin infringir los derechos fundamentales de los ciudadanos en nombre de la seguridad nacional. Las sensibilidades actuales en Gilgit-Baltistan y Azad Cachemira nos recuerdan que la paz y la estabilidad nacional no pueden depender únicamente de los sacrificios de la vida o la propiedad. Las instituciones deben adoptar estrategias que sean firmes pero medidas, minimizando los riesgos para vidas y activos. Este enfoque mantendrá la estabilidad regional, frustrará conspiraciones externas y reforzará la identidad de una nación unida, responsable y vigilante. Que Allah Todopoderoso guíe y nos proteja a todos.









