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La gran apuesta de Trump para China ha pagado offs, pero Xi Jinping todavía tiene tarjetas debajo de la manga

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La relación comercial entre Estados Unidos y China nunca ha sido simple, pero en los últimos meses la tensión ha alcanzado nuevas dimensiones.

La estrategia de la administración Trump, basada en una escalada arancelaria sin precedentes, ha causado un reequilibrio parcial de las escalas comerciales a corto plazo, aunque el contexto sigue siendo incierto y el margen de la maniobra Xi Jinping permanece intacta en los aspectos esenciales.

Hoy, 13 de agosto de 2025, la Guerra Arancelaria está en una fase crítica. Trump ha intensificado su compromiso con aumentos adicionales en los aranceles sobre los productos chinos, al tiempo que mantiene una actitud desafiante hacia posibles represalias.

La intención declarada es detener el persistente déficit comercial estadounidense y proteger los sectores estratégicos contra las prácticas que la Casa Blanca considera injusta por parte del gigante asiático.

Un giro radical en la política arancelaria

La administración estadounidense ha lanzado desde febrero una batería de medidas que han elevado los aranceles a los productos chinos a niveles no publicados:

Aumento en las tarifas promedio de hasta un 25% sobre todos los productos importados de China, incluidos los bienes de Hong Kong y Macao. Exenciones para importaciones menores, que afectan especialmente el comercio electrónico y las pequeñas empresas. Nuevas investigaciones bajo la Sección 232 sobre minerales críticos y componentes industriales estratégicos.

Estas acciones han sido moduladas con sucesivos decretos ejecutivos, algunos con efecto retroactivo para evitar la duplicación en la aplicación de tarifas en productos de terceros países o en sectores como el automóvil y el acero.

Impacto inmediato: menos déficit, más presión interna

No se han esperado los efectos iniciales:

El déficit comercial bilateral se ha reducido ligeramente en el segundo trimestre del año, debido a la disminución de la importación del volumen de China y una ligera recuperación de la exportación estadounidense que erosiona el poder adquisitivo de ciertos segmentos sociales.

La administración Trump defiende que estas medidas son esenciales para forzar una renegociación global del marco comercial con China, argumentando que el desequilibrio crónico constituye “una amenaza extraordinaria para la seguridad nacional y económica” del país.

La respuesta china: firmeza estratégica y presión selectiva

Por su parte, el gobierno chino no ha sido inmóvil. Bajo el testigo de Xi Jinping, Beijing ha respondido con sus propios aumentos de tarifas en los productos agrícolas e industriales estadounidenses. Además:

Ha endurecido las condiciones para las empresas extranjeras que operan dentro del país. Se diversifica sus compras internacionales, especialmente en energía y materias primas tecnológicas. Los principales incentivos fiscales selectivos para las industrias considerados clave por el plan “Hecho en China 2025”.

A pesar del golpe inicial para algunos exportadores estadounidenses, especialmente agricultores, Xi no tiene prisa por llegar a un acuerdo rápido. El liderazgo chino confía en la resiliencia de su economía interna y su capacidad para resistir una guerra comercial prolongada.

Negociaciones abiertas … pero sin compromisos firmes

En los últimos meses, se han producido varias rondas de negociaciones bilaterales con resultados mixtos:

En mayo, se acordó una suspensión temporal (90 días) de algunos aranceles adicionales mientras las conversaciones continuaban. Las reuniones han servido para traer posiciones técnicas, pero no han llevado a un pacto integral que resuelve los puntos más conflictivos: propiedad intelectual, subsidios estatales y acceso recíproco a los mercados.

Mientras tanto, ambos gobiernos mantienen caminos discretos abiertos para evitar una escalada no controlada que puede dañar aún más el comercio global.

Lo que queda para jugar: las cartas fuertes de Xi

Aunque la estrategia arancelaria de Trump le ha permitido inscribir a muchos políticos internos, y reducir parcialmente el déficit bilateral, China conserva herramientas decisivas:

Control sobre exportaciones críticas: minerales raros, componentes electrónicos avanzados y baterías. Capacidad para restringir o obstaculizar las operaciones a las principales empresas estadounidenses dentro del mercado chino. Potencial para desestabilizar los mercados financieros internacionales a través de ajustes repentinos en reservas o inversiones externas.

Esta “guerra comercial” prueba no solo las economías nacionales sino también la arquitectura global del comercio. El resultado dependerá de la resiliencia política y social y social en ambos lados del Pacífico.

Perspectivas inmediatas

En los próximos meses, los analistas anticipan nuevos movimientos tácticos en ambas partes:

El endurecimiento adicional es previsible si no hay avances claros en las negociaciones técnicas. Los sectores estratégicos como la tecnología automotriz, la médica o la energía serán monitoreados especialmente por ambas administraciones. El impacto indirecto en socios comerciales como la Unión Europea o los países emergentes podría intensificarse si persiste la incertidumbre.

El escenario actual confirma que, aunque Trump ha logrado resultados tangibles con su dura apuesta, el juego está lejos de resolverse. Mientras tanto, millones de trabajadores y consumidores de todo el mundo aún están pendientes de cada movimiento entre Washington y Beijing, consciente de que lo que está en juego trasciende las cifras comerciales: es el equilibrio económico global para toda una generación.

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