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El fiscal general oculta a Sánchez, quien le dio la orden, y eso explica las maniobras sucias del gobierno de Frankenstein

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El omertà, ese código de silencio que gobierna la mafia, es más que una simple promesa: es la garantía de lealtad absoluta, un pacto sellado con miedo y beneficios. Los jefes, astutos y poderosos, aseguran a sus secuaces que, si caen, no faltará nada: protección legal con los mejores abogados, dinero para la familia para que no pasen las dificultades, ayuda a salir de la prisión, ya sea con influencias o sobornos, y, por supuesto, las prebendas jugosas para aquellos que mantienen silenciosas.

En política, especialmente en el entorno PSOE, este mecanismo parece replicado con una precisión inquietante.

Pedro Sánchez, hundido hasta el Corvejón en una parcela de corrupción tentacular de diferentes aspectos, aparece como el garante de este sistema, pagando los silencios de figuras como José Luis Ábalos, Santos Cerdán o Álvaro García Ortiz.

Y todos están en silencio, para protegerlo.

En el mes de agosto de 2025, mientras Media España busca refugio en la sombra y los otros controles promedio desde la playa, el poder judicial y el ejecutivo miran un abismo institucional.

El fiscal general del estado, Álvaro García Ortiz, se ha convertido en un protagonista indiscutible de un escándalo que amenaza con tambalearse con los cimientos del gobierno de Frankenstein.

Junto a él, o, según las acusaciones, justo arriba, la figura omnipresente de Pedro Sánchez emerge, indicada por sus adversarios como este último cerebro y beneficiario de algunas maniobras que han probado la solidez democrática del país.

El caso comienza con una filtración sensible: en marzo de 2024, se hizo público un documento judicial relacionado con la pareja de Isabel Díaz Ayuso.

La autoría apunta a la cima: tanto García Ortiz como el fiscal provincial de Madrid, Pilar Rodríguez, son señalizados como posibles responsables de revelar secretos oficiales. Las consecuencias políticas no se necesitan para llegar y se lanza la maquinaria judicial.

Aquí García Ortiz reconoce y asume la responsabilidad de haber emitido la nota con datos privados y confidenciales de una persona que no ha sido un novio de Ayuso, ni sabría que había
Bien entonces
Si la ley es la misma para todos
Misma condena
6 años, descalificación y compensación https://t.co/0uaxnjbblw

– Natalia Afonso (@nataliaafafro10) 2 de agosto de 2025

Todas las carreteras (y mensajes) conducen a Moncloa

La investigación judicial ha tenido un obstáculo inesperado: la tecnología. Los dispositivos electrónicos del Fiscal General, solicitados por orden del instructor Ángel Hurtado, estaban “prácticamente vacíos”. Ni un rastro de correos electrónicos relevantes o mensajes recientes; Todo había sido eliminado meticulosamente. Los intentos internacionales de recuperar información de los servidores de WhatsApp o Google no tuvieron éxito: no se podría rescatar una conversación relevante. El UCO concluyó con fuerza que “no hay información inédita de interés para la investigación”.

Este muro digital agrega una capa más al escepticismo generalizado: ¿es posible que tal limpieza fuera informal? El Supremo, dada esta ausencia total de evidencia electrónica, ha descartado continuar investigando al abogado móvil por falta absoluta de datos confiables.

Desempleo o celo institucional?

La sombra de la portada planea en García Ortiz. Pero el enfoque se extiende peligrosamente a Pedro Sánchez. El desencadenante fue una revelación del ex ministro José Luis Ábalos: aseguró públicamente que el presidente le informó en septiembre de 2023, la mayoría antes de que estallara el caso, que el UCO investigó a Koldo García, su ex asesor. Este detalle es fundamental porque implica que Sánchez tenía acceso privilegiado a información reservada y que podía alertar a las personas involucradas antes de que la investigación fuera pública.

La reacción política fue inmediata. Vox presentó una queja ante la Corte Suprema contra Sánchez por supuesta revelación de secretos, cobertura y obstrucción de la justicia. La carta enfatiza que Sánchez “permitió que al menos uno de los potenciales involucrados tuviera noticias tempranas”, lo que podría haber facilitado la destrucción de evidencia o coordinación entre investigados. Según Vox, “nos enfrentamos a una interferencia inadecuada e ilegítima, fuera de los canales legales”.

Maniobras pasadas y doble estándar

Todavía es irónico, y aquí hay una ligera nota humorística, que García Ortiz, cuando era un portavoz progresista en la Unión Progresista de Fiscales (UPF), exigió en 2017 la renuncia inmediata del entonces Fiscal General del Estado, José Manuel Maza, antes de cualquier visión del escándalo judicial. Ahora, con disparos cambiados, Ortiz se resiste a la adhesión al cargo mientras piden paciencia institucional.

El asunto ha generado comparaciones inevitables en las calificaciones dobles en la demanda ética dentro del ministerio público: lo que ayer fue una razón suficiente para separar a un fiscal ahora parece relativado si afecta el entorno gubernamental en sí.

El supremo pone límites (por ahora)

La Corte Suprema ha dejado en claro que haría el juego de ocultación digital. Después de recibir carpetas con información de Google y WhatsApp, la tecnología a través de, el juez Ángel Hurtado ordenó analizar su contenido, pero hasta ahora ninguna evidencia concluyente se conecta directamente al Fiscal General con una instrucción ilegal o una cadena explícita entre la oficina del fiscal y Moncloa.

Paralelamente, otras figuras clave como Pilar Sánchez Acera han optado por el olvido selectivo: durante su declaración como testigo, dijo que no recordaba quién le envió correos electrónicos decisivos relacionados con las filtraciones y también había eliminado sus propios mensajes. El juez llegó a calificar su testimonio como “ocultación”, aunque descartó la causa de falso testimonio para no politizar las investigaciones.

Corrupción y clima político: todos los caminos toman sánchez

Las acusaciones no dejan dudas sobre su estrategia narrativa: todos los caminos conducen a Sánchez. De los sectores críticos se insiste en que el caso es solo uno más dentro de una supuesta trama estructural donde la corrupción, la manipulación institucional y la opacidad serían signos distintivos del ejecutivo actual.

La queja contra Sánchez refuerza esta visión: lo acusan no solo de conocer investigaciones policiales por adelantado, sino también de proteger activamente al Fiscal General. En la opinión publicada, y publicada con énfasis, se señala que “el gobierno de Frankenstein se mantiene en saldos tan frágiles como opacos”, donde cada escándalo está acolchado con pactos internos y apoyo circunstancial.

A pesar de los medios y el ruido político, el avance judicial ahora depende casi exclusivamente del hallazgo inesperado en una carpeta digital incluso para ser analizado. Pero si este episodio ha dejado algo claro, es que eliminar las huellas electrónicas no borra el escándalo o la sospecha pública.

Curiosidades y datos sobre el caso

La eficacia tecnológica para eliminar los mensajes ha sido tal que ni WhatsApp ni Google lograron recuperar información relevante después de meses de investigaciones internacionales. El juez Ángel Hurtado reconoció expresamente “la existencia flotante” del contexto político dentro del resumen, pero se negó a ser arrastrado hacia una instrucción paralela basada solo en intuiciones. Close García García Ortiz fue uno de los fiscales más críticos con sus predecesores cuando ocupó cargos en asociaciones progresivas; Ahora se resiste bajo una presión política y de presión política. La queja presentada contra Pedro Sánchez pide citar tanto al propio presidente como a testigos clave, incluido el ex ministro Ábalos y el propio Fiscal General. El caso una vez más pone las tensiones históricas entre la independencia judicial y la interferencia política, un clásico español renovó cada legislatura.

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