Más información
Por ahora, el golpe ha sido esquivado. México y Estados Unidos han decidido extender su acuerdo comercial actual, una medida que, inmediatamente, evita el aumento de los aranceles programados para este 1 de agosto.
La presidenta Claudia Sheinbaum lo anunció con alivio, enfatizando que “el ascenso de la tarifa” se evitó y ganó tiempo para “construir un acuerdo a largo plazo basado en el diálogo”. Pero la verdad es que el reloj continúa funcionando y la amenaza persiste.
Detrás del gesto diplomático, el fondo sigue siendo complejo. Fue durante una llamada telefónica con el presidente Donald Trump que se completó esta extensión. Ambos líderes describieron la conversación como positiva. Trump, fiel a su estilo, se presentó con el anuncio en Truth Truth Social y aprovechó la oportunidad para recordar que ciertas tarifas permanecerán vigentes: 25% para el fentanilo, el 25% a los automóviles y el 50% del acero, el aluminio y el cobre. No es menos: estos son sectores estratégicos para la economía mexicana.
La “tarifa de fentanilo”, una medida simbólica, una medida simbólica y política en lugar de estrictamente económica, sigue siendo un punto de fricción. La Casa Blanca lo ha utilizado como una carta de presión en la cruzada contra el tráfico de drogas, mezclando la política de seguridad con la agenda comercial. México, por otro lado, enfrenta el dilema de mantener su soberanía mientras mantiene a flote su economía de exportación.
A pesar de los gestos cordiales, la relación sigue siendo tensa y asimétrica. Trump, en Victoria Tone, dijo que México ha acordado eliminar sus barreras no del Tariff y que continuará colaborando en la seguridad fronteriza. “Nos conocemos y entendemos más”, dijo el ex presidente, una frase que suena tan conciliadora como ambigua.
México es uno de los tres socios comerciales en los Estados Unidos, junto con Canadá y China. Pero en esta ecuación, la política electoral de los Estados Unidos juega un papel clave. En un año previo a la elección, Trump regresa para posicionarse como el duro negociador, mientras que Sheinbaum, en sus primeros meses de gobierno, debe equilibrar la firmeza y la diplomacia.
El acuerdo de hoy es un alivio temporal. Pero no es una solución. La amenaza de nuevos aranceles sigue siendo latente, y con ella, el riesgo de una guerra comercial que podría dañar gravemente a ambos países. La extensión de 90 días es una oportunidad: negociar seriamente, enfriar los espíritus y, sobre todo, construir una relación más estable y menos reactiva y menos dependiente de los impulsos políticos.
Tendremos que ver si ambos gobiernos están realmente dispuestos a aprovecharlo.
Autor
Paul Monzón
Editor de viajes del periodista digital desde sus orígenes. Actual editor del Suplemento de Viajeros.