Antes de escribir este texto, he esperado más de cinco horas para cargar el tanque de gasolina de mi automóvil. En Bolivia, el diesel y la gasolina son escasos, pero también dólares y apoyo a la democracia. Existe un tipo de cambio oficial y otro paralelo como consecuencia de la crisis de intercambio, lo que ha llevado a muchos productos de la familia y la canasta importada para haber aumentado más del 50%; El mal humor ha aumentado. En este contexto, el apoyo a la democracia está disminuyendo, lo cual es preocupante por una nueva opción.
Según el informe de la Fundación Milenio 2024, el déficit fiscal continúa expandiéndose; La deuda pública aumentó el 12.1% del PIB en 2023. Además, la producción de gas permanece en declive, y aunque la tasa de ocupación sigue siendo alta, el mercado laboral se pesa por la precariedad de los empleos y un aumento acelerado en la cuenta de la cuenta profesional. Y lo preocupante es que la percepción de la población de que existe una crisis y la incertidumbre está aumentando, lo que afecta la confianza de las empresas y otros actores económicos. A todo esto se agrega el veto a la exportación de carne con el pretexto de garantizar la producción para el consumo nacional. En este contexto, la democracia en Bolivia pierde apoyo, como en gran parte del mundo.
Dentro de este marco, frente a las elecciones generales del 17 de agosto, más de una docena de candidatos a la presidencia prometen resolver la crisis económica y aprovechar al máximo el gobierno. Pero parece que sus ideas están más centradas en los debates superficiales que en cuestiones estructurales, como el riesgo de caer, aún más, en el autoritarismo.
Estos no les gustan los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.
Según el Latinobarómetro 2024, en Bolivia, el apoyo a la idea de que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno” ha perdido cuatro puntos entre 2023 y 2024. En contraste, la idea de que “en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a una democrática”, aumentó tres puntos entre los años aforenciados. Esta es una señal preocupante que tiene en cuenta la crisis de representatividad de los partidos políticos y la desconfianza con un posible fraude electoral.
Además, la sensación de cercanía con un partido político en Bolivia, según el mismo informe, es una de las más bajas de América Latina: 21% en comparación con el 62% en Uruguay. Con respecto a la representación parlamentaria, ocho de cada diez personas no se sienten políticamente y nueve de cada diez creen que las elecciones son fraudulentas.
La mala gestión económica del MAS (Evo Morales y Luis Arce durante casi dos décadas) sale del país en un mar de deudas y con cinturones de pobreza. Y la presentación política de las instituciones democráticas (Tribunal Constitucional, el Tribunal Electoral Supremo y la Rama Judicial) no se ha institucionalizado al Estado.
En este contexto, el realineamiento ideológico de los candidatos de oposición (fragmentados) a la presidencia después de la erosión de los partidos políticos tradicionales es un síntoma del momento actual. Por lo tanto, muchos coinciden en su narrativa agresiva hacia el establecimiento (más) y a favor de las privatizaciones. El reajuste económico desde la perspectiva de la derecha y evita que la izquierda política continúe en el poder es el nuevo credo de una parte de la población. La dimensión socioeconómica predomina sobre lo político-institucional.
La realineación ideológica de los candidatos presidenciales entre el centro y el derecho radical está condicionado por propuestas económicas: disminución en el número de empleados públicos, la reducción del déficit fiscal, el libre comercio, la industrialización de litio (empresas estadounidenses), eliminar el subsidio a los hidrocarbones, el estrecho de la infancia de las empresas estatales, la seguros legales de la inversión privada (nacional y extranjera (nacional). En resumen, en resumen, privado de triunfo.
Por otro lado, Evo Morales, aunque ya no es parte del partido oficial, tiene la intención de correr (a través de otro ACARE ACARENT), pero su candidatura oficial no está segura porque constitucionalmente no puede. Además, el ex presidente tiene un caso abierto para el posible tráfico con personas agravantes, por la acusación de haber mantenido una relación íntima con un adolescente en 2015, cuando ejerció la presidencia de Bolivia.
La escasez de diesel, gasolina y dólares ha condicionado una agenda de cambios socioeconómicos que los diversos candidatos del centro, derecho y el derecho radical (fragmentado) buscan capitalizar electoralmente con propuestas económicas que tienen diferentes estilos, pero con el mismo deseo político: eliminar la mayor parte del gobierno. Si bien tienen el viento ideológico a favor, todavía no obtienen un barco político que los unifique.
El tema ausente de esta agenda es un bajo apoyo a la democracia. Y este es un fertilizante para la aparición de nuevos populismos que prometen un futuro paradisíaco con el objetivo de atornillar a la potencia.
*Polícico. Miembro del Centro de Investigación Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (Santa Cruz de la Sierra). Publicó el ensayo de rebelión y pandemia. Proceso político-electoral en Bolivia 2019-2020, publicado por Plural.