La declaración del CEO de Claude de que “en los próximos 6 meses, el 90% del código será escrito por AI”, encendió el debate sobre las profundas transformaciones que este tipo de tecnologías generará en empresas de todo tipo. En un contexto de intentos crecientes de adoptar inteligencia artificial (IA), surgen varias preguntas cruciales: ¿qué desafíos enfrentan las empresas en esta adopción acelerada de IA?
¿Cómo afecta esta transición a las organizaciones capacitadas y a las que se retrasan? ¿Puede la madurez organizacional ser un trampolín hacia el éxito o, paradójicamente, un acelerador de su declive? El debate se centra en cómo las empresas pueden (o no) adaptarse a este futuro tecnológico y cuáles serán las consecuencias estratégicas, operativas y culturales de adoptar IA de una manera agresiva o descoordinada en sus operaciones y modelos comerciales.
A medida que las herramientas generativas de la IA se consolidan cada vez más como piezas clave en las operaciones comerciales, se está gestando una polarización entre las organizaciones que logran adaptarse (adaptativas o nativas de la IA) y las que no (rezagadas).
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Esto se percibe en empresas líderes que implementan estrategias sólidas, optimizan las operaciones y transforman su modelo de negocio, como casos de Amazon, Google o Microsoft; y compañías rezagadas que luchan con culturas estáticas, falta de infraestructura o resistencia al cambio, en riesgo de obsolescencia, como muchas compañías de cualquier tamaño. ¿Cuántos casos de empresas que están haciendo grandes esfuerzos para implementar sus primeros pilotos, generativos o “tradicionales”, sin visión de usabilidad o continuidad, son conocidos?
Incluso dentro de las organizaciones capaces de integrarse rápidamente, los riesgos estratégicos y operativos que surgen de las decisiones de adopción agresivas. Algunos de estos problemas clave son la sobrecarga tecnológica, donde la adopción de IA sin una planificación sólida puede introducir sistemas ineficaces, caos operativos y errores críticos; La pérdida de capacidad crítica, donde dependiendo excesivamente de la IA puede atrofarse la capacidad humana para evaluar, supervisar y resolver problemas complejos; O la falta de diferenciación, donde la implementación genérica de las herramientas de IA puede conducir a que los productos y servicios de varias compañías se vuelvan indistinguibles.
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Por otro lado, para las organizaciones que aún no adoptaron una estrategia digital y que perciben el riesgo de la espiral de la disminución e irrelevancia, su desafío pasa, no solo a través de lo tecnológico o al tener un caso de aplicación, sino también modificando su comportamiento organizacional y, más que nunca, centrando sus esfuerzos para definir un plan estratégico para integrar la IA en su visión y prioridades. Hay diversos ejemplos de estrategias: uno de ellos es un caso de telecomunicaciones que al modernizar su infraestructura tecnológica, desarrollar el talento humano con nuevos roles híbridos y reestructurar su cultura organizacional hacia la innovación y la flexibilidad, avanzó a los riesgos asociados con el uso de IA y se convirtió en un consultor para los reguladores; o como se logró un gran banco multirregional, adoptando gradualmente y en etapas; Formando alianzas externas para acelerar su curva de aprendizaje y mejorar sus capacidades tecnológicas y de gestión de la información, convirtiéndose en un jugador reconocido en IA corporativa, con nuevos negocios y audiencias, habilitados por esta visión.
Incluso las empresas adaptativas que están mejor posicionadas están en riesgo de que su madurez tecnológica se convierta en un acelerador de su debacle, si no gestionan bien su crecimiento digital agresivo. Pueden caer en la sobreestimación de sus habilidades, para creer que su madurez previa garantiza el éxito en la IA y terminando sobre la automatización de una manera descoordinada; Desarrollar líderes desconectados que ignoren la importancia de la empatía hacia los empleados, los clientes y los contextos locales; o terminar limitando su competitividad al homogeneizar sus productos mediante la supervalación de procesos con IA.
El debate originado por el reclamo del CEO de Claude, ofrece importantes lecciones sobre los desafíos que enfrentan tanto las empresas rezagadas como por adaptación en este contexto de la creciente adopción de la inteligencia artificial. Para las organizaciones que aún no han dado el salto, la clave parece centrar su transición a la IA desde un enfoque estratégico, iterativo y sostenible. Esto implicaría modernizar su infraestructura tecnológica, capacitar a su personal, rediseñar su cultura organizacional hacia la innovación y adoptar la IA gradualmente y controlada, priorizando los casos de uso claros.
Por su parte, las empresas que ya tienen madurez digital también deben navegar cuidadosamente este proceso, evitando ser tentadas a priorizar la velocidad sobre la sostenibilidad, siempre manteniendo a los humanos en el centro y guiando la implementación de IA hacia la diferenciación estratégica en lugar de la mera eficiencia operativa. La realidad es que esta tecnología, cuya explosión ocurrió en los últimos tres años, requiere facilitadores con verdadera experiencia para acelerar su implementación.
En el futuro, es probable que el ecosistema empresarial se polarice aún más, con el “nativo” que domina el mercado y crea una barrera clara para la cual aún no pueden abandonar su retraso. Pero para todas las empresas, independientemente de su nivel actual de adopción, el desafío será desarrollar enfoques flexibles y resilientes que les permitan integrar la inteligencia artificial estratégica y a largo plazo.