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China está utilizando la contaminación como arma geopolítica, y los Estados Unidos deben responder

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Estados Unidos y China están encerrados en una rivalidad estratégica en múltiples dominios. Si bien se ha prestado mucha atención a los semiconductores, la inteligencia artificial y las capacidades militares, un componente pasado por alto de la competencia geopolítica es la contaminación de China.

China evita o ignora intencionalmente las regulaciones ambientales para obtener ventajas económicas y estratégicas que amenazan el poder estadounidense. Mientras tanto, Estados Unidos juega por las reglas con industrias que se encuentran entre las más limpias del mundo, solo para ser socavadas por las industrias chinas sucias. Al apuntar a la contaminación como un dominio de la competencia, Estados Unidos puede responsabilizar a China, nivelando el campo de juego y salvaguardando nuestra ventaja industrial y geopolítica.

La huella ambiental de China es abismal. Como la contaminadora más grande del mundo, la red energética de carbón de China, que opera con estándares industriales prácticamente inexistentes, produce contaminación de que trasciende las fronteras y contamina nuestro aire y agua. Esta imprudencia ambiental es un arma estratégica para la economía china impulsada por el estado.

Al priorizar las ganancias económicas a corto plazo sobre las prácticas comerciales responsables, China inunda los mercados globales con productos de bajo costo para obtener una ventaja competitiva. La implacable expansión de Beijing de su base industrial en sectores centrales como el acero y el aluminio ha sido alimentada por una estrategia deliberada de contaminación no disminuida y la aplicación ambiental laxa, junto con fuertes subsidios estatales. Este enfoque permite a las empresas chinas socavar a los fabricantes estadounidenses, erosionando la base industrial de los Estados Unidos que es fundamental para nuestra fuerza económica y seguridad nacional.

Económicamente, el modelo de contaminación de China distorsiona el comercio global. Sus sectores de acero y aluminio, por ejemplo, se benefician de la energía subsidiada por el estado y la supervisión mínima, lo que permite a las empresas chinas volcar productos a precios que los competidores estadounidenses no pueden igualar. En 2024, las exportaciones de acero chinas llegaron a altura múltiplecapturando mercados y apretando productores estadounidenses. Una base de fabricación debilitada limita la capacidad de Estados Unidos para producir bienes críticos, desde componentes de infraestructura hasta material de defensa, en un momento en que las vulnerabilidades de la cadena de suministro son una preocupación creciente.

Tecnológicamente, las prácticas ambientales de China también representan una amenaza. El futuro sector de tecnología energética, como baterías y nuclear avanzada, es un campo de batalla estratégico clave para el liderazgo global. China domina estos mercados, controlando Más del 80 por ciento de producción global de paneles solares y 60 por ciento de minerales de tierras raras, que son críticos para la tecnología energética. Pero sus métodos de producción se basan en prácticas ambientalmente destructivas. Esto permite a China escalar rápidamente y dominar los mercados, mientras que las empresas estadounidenses, adheridas a estándares ambientales o regulatorios más estrictos, luchan por competir. Si Estados Unidos cede el liderazgo en el desarrollo y el suministro de tecnología de próxima generación, no solo Rick perderá oportunidades económicas, sino que también ampliará las vulnerabilidades en nuestras cadenas de suministro que Beijing ya es explotación.

Geopolíticamente, la contaminación de China exporta el poder blando a expensas de Estados Unidos. Las naciones en desarrollo en el sur global reciben inversión e infraestructura china, a menudo construidas con poca consideración por el impacto ambiental. Estos proyectos atrapan a los países receptores a las órbitas económicas chinas, amplificando la influencia de Beijing y creando condiciones para empañar la imagen global de Estados Unidos.

Para contrarrestar las prácticas comerciales anticompetitivas y desestabilizadoras de China, Estados Unidos debe actuar. Una herramienta correctiva debe ser una tarifa de contaminación dirigida a las importaciones chinas en función de su impacto ambiental. Esto nivelaría el campo de juego para los fabricantes estadounidenses teniendo en cuenta los costos ocultos de los pobres estándares ambientales de China.

Como el ex representante de comercio de EE. UU., Robert Lighthizer, preguntó correctamente en su libro 2023 “No comercio es gratis”, “¿Por qué se le debe permitir a cualquier empresa importar a los EE. UU. Cualquier producto fabricado de manera más económica en su país únicamente porque ese país viola los estándares ambientales básicos?” La contaminación de China está en el centro de este tema y debe estar a la vanguardia de la conversación comercial.

Además, aunque los opositores a la política comercial del presidente Trump están tratando de ralentizar la agenda de su administración a través de demandas, una tarifa de contaminación sería más difícil para los demócratas desafiar. ¿Estarían realmente dispuestos a oponerse a Trump por imponer medidas que frenen el contaminador más prolífico del mundo?

Un arancel sobre el acero chino, por ejemplo, podría reflejar la intensidad de la contaminación de su producción, estimado estar casi el doble que el acero estadounidense. Esto incentivaría la producción más limpia y nivelaría el campo de juego para las industrias estadounidenses. También indicaría a los mercados globales que la competencia justa no es negociable, lo que refuerza el liderazgo económico y la seguridad energética de Estados Unidos. Y podría mantenerse en su lugar hasta que China coincida con nuestro desempeño ambiental, y tienen un largo camino por recorrer.

China ha hecho de su falta de aplicación ambiental un dominio central de la competencia entre Estados Unidos y China. Su contaminación alimenta su ascenso económico y geopolítico, socavando los intereses estratégicos de Estados Unidos y contaminando nuestro aire y agua. Estados Unidos debe aprovechar este momento para liderar, asegurando que su dominio económico, tecnológico y geopolítico perdura en un mundo más limpio y más seguro.

Robert C. O’Brien fue el 27º Asesor de Seguridad Nacional, que sirve de 2019 a 2021. Es presidente de American Global Strategies LLC.

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