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ECUADOR: Condenan 13 años de prisión a Corrupt Jorge Glas, ex vicepresidente de la Correa izquierdista

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La condena de Jorge Glas a 13 años de prisión por malversación de fondos en el caso de Manabí es más que un fallo judicial: es un reflejo de las tensiones políticas y sociales que está pasando Ecuador.

Mientras Daniel Nemaa busca consolidar su liderazgo, el caso de GLAS prueba la credibilidad del sistema judicial y la capacidad del país para curar las heridas de corrupción.

Aunque el fallo satisface a quienes exigen justicia, también alimenta la narración de la persecución política entre los seguidores de la revolución ciudadana izquierdista y desastrosa.

A la prisión de máxima seguridad por malversación de fondos públicos para la reconstrucción después del devastador terremoto de 2016 en Manabí.

La sentencia, emitida por un tribunal del Tribunal Nacional de Justicia, también desactiva GLAS de por vida para ocupar un cargo público.

Este fallo marca otro capítulo en la saga judicial de un político clave de la Revolución Ciudadana, el movimiento dirigido por Rafael Correa. Desde una perspectiva internacional, este caso refleja las tensiones políticas y el esfuerzo del gobierno de NOVOA para combatir la corrupción.

Un nuevo golpe judicial

Jorge Glas no es ajeno a los tribunales. Ya sirve para otros casos de corrupción, incluida una sentencia de seis años para una asociación ilícita en el caso Odebrecht y otros ocho años por soborno. La nueva condena de la peculación agrega 13 años de prisión, lo que aumenta su tiempo tras las rejas. El tribunal determinó que GLAS desvió 225 millones de dólares para la reconstrucción de Manabí, una provincia devastada por el terremoto de 2016 que dejó a más de 600 muertos y miles de víctimas.

El fallo también ordena que GLAS paga una multa de 60 salarios básicos unificados y emite una disculpa pública a las víctimas del terremoto. “Es una sentencia ejemplar que busca justicia para los afectados”, dijo un portavoz judicial citado por BBC. Para muchos, este veredicto refuerza la imagen de un sistema judicial comprometido con la lucha contra la corrupción. Sin embargo, los seguidores de GLAS lo ven como una persecución política.

Contexto político: ¿Justicia o venganza?

Jorge Glas fue una figura central en el gobierno de Rafael Correa (2007-2017), un período marcado por el surgimiento de la Revolución Ciudadana. Este movimiento izquierdista prometió modernizar a Ecuador, pero también enfrentó acusaciones de autoritarismo y corrupción. Después del descanso entre Correa y su sucesor, Lenín Moreno, GLAS se convirtió en un objetivo de investigaciones judiciales. Su arresto en 2017 por el caso Odebrecht marcó el comienzo de su declive.

Para los analistas internacionales, esta nueva condena llega en un momento clave para Daniel Nnovera, el joven presidente que busca consolidar su liderazgo antes de las elecciones de 2026. “El gobierno de NEBOA usa estos casos para proyectar una imagen de mano dura contra la corrupción”, dice un informe de Reuters. Sin embargo, los críticos como Guillaume Long, ex ministro de Correa, argumentan que las sentencias contra GLA son parte de una “ley” o uso político del sistema judicial para neutralizar a la oposición.

La convicción ha generado reacciones encontradas. En las redes sociales, los usuarios cercanos al gobierno celebran el fallo. “Es una victoria para Ecuador y NOVOA”, escribió un usuario en X, reflejando el sentimiento de aquellos que ven en la oración un paso hacia la transparencia. Por otro lado, los partidarios de la revolución ciudadana denuncian una persecución orquestada. “GLAS es un prisionero político, víctima de un sistema manipulado”, dijo Robolucionc, una cuenta relacionada con el correísmo.

Las organizaciones internacionales, como Human Rights Watch, han expresado su preocupación por la polarización del sistema judicial ecuatoriano. Aunque reconocen la importancia de combatir la corrupción, advierten que la falta de independencia judicial podría socavar la legitimidad de estas convicciones. “Es crucial garantizar que los procesos sean transparentes y no respondan a los intereses políticos”, dijo HRW en un comunicado reciente.

Impacto económico y social

El caso de Manabí resuena profundamente en Ecuador. El terremoto de 2016 dejó pérdidas económicas estimadas en 3.000 millones de dólares. Los fondos malversados ​​por GLAS y otros involucrados deben usarse para reconstruir escuelas, hospitales y hogares. “La gente de Manabí continúa sufriendo las consecuencias de esa traición”, dijo un líder comunitario entrevistado por CNN.

La oración incluye la orden de reparar a las víctimas, pero muchos dudan de que esto suceda. La economía ecuatoriana, derrotada por la crisis y la inseguridad de Postpania, enfrenta desafíos para financiar proyectos de reconstrucción. Además, la descalificación de GLAS refuerza el mensaje que la oficina pública implica una alta responsabilidad.

Desde una perspectiva global, el caso de Jorge Glas pone a Ecuador bajo el enfoque de la comunidad internacional. Países como Estados Unidos y organizaciones como el FMI, que han apoyado al gobierno de NEBOA con préstamos, se ven bien en los esfuerzos anti -corrupción. “Es un paso hacia la gobernanza transparente que valoran los inversores internacionales”, dijo un análisis de WSJ.

Sin embargo, la condena también anima las tensiones con los aliados tradicionales de la revolución ciudadana, como Venezuela y Bolivia. Rafael Correa, exiliado en Bélgica, ha descrito la decisión como “una farsa judicial” y ha prometido llevar el caso a instancias internacionales. Esto podría complicar las relaciones diplomáticas de Ecuador en la región.

¿Qué sigue para Glas y Ecuador?

Con Glas tras las rejas y enfrentando múltiples convicciones, su futuro político parece terminado. Sin embargo, su caso sigue siendo un símbolo de polarización en Ecuador. Para el gobierno de Nemaa, esta oración es una victoria, pero también un desafío: debe demostrar que puede combatir la corrupción sin caer en acusaciones de persecución política.

A continuación, algunos puntos clave sobre el impacto de la falla:

Judicial: refuerza la percepción de un sistema judicial activo, pero cuestiona su imparcialidad. Póltico: fortalece a Neloa, pero aliena a los votantes correísticos para 2026. Social: revive el dolor de las víctimas del terremoto, que exigen justicia y reparación. Internacional: posiciona a Ecuador como un país comprometido con la lucha contra la corrupción, pero bajo el escrutinio de posibles motivaciones políticas.

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