Fueron 12 minutos de la segunda mitad, y cuando miles de personas vieron los dos cambios planificados por Miguel Ángel Russo, la ira en el nuevo gasómetro se convirtió en un sonido raramente. Hubo insultos, quejas al unísono y todo tipo de gestos protagonizados por placas del norte, el sur y los puestos populares. San Lorenzo empató con cero a cero, y la molestia de sus fanáticos tenía al menos dos explicaciones: casi nadie estuvo de acuerdo en que salió, uno de los pocos jugadores que dan algún desequilibrio a un equipo que carece de mucha ofensiva; Y casi nadie aceptó ingresar a Cerutti, un jugador cuestionado y que la mayoría de la gente del Barça se ve con cierta sospecha.
Pero como el fútbol es impredecible, todos los fanáticos que insultaron ocho minutos después vieron a Cerutti cometirse una falta cerca del área y cómo Muniain convirtió ese tiro libre en el gol que San Lorenzo no había podido lograr en todo ese tiempo de juego. Los insultos se convirtieron en celebraciones. El gasómetro, de repente, comenzó a celebrar un triunfo inmerecido, porque Lanús había tenido varias situaciones muy claras. Cerutti, para colmo, continuó desbordando en el lado derecho y lanzando centros precisos que estaban muy cerca de ser un objetivo, como el encabezado de Vombergar que pasó al lado del palo de Losada.
Todo estaba dirigido al ciclón, pero dado que el fútbol es impredecible, la victoria se truncó cuando Marcelino Moreno, con la calidad que lo caracteriza, puso el sorteo a la izquierda. El propio Marcelino podría ganar al final con una jugada personal, pero la pelota fue para centímetros.
Estos no les gustan los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Es por eso que molesta a quienes creen que son los dueños de la verdad.









